Imagínense sobrevivir, ahora que llega el invierno, entre plásticos o debajo de unas lonas al lado del mar, con humedades, barro y frío, sin acceso a agua potable, sin hospitales, y teniendo que desplazarse cada cierto tiempo por bombardeos. Paula Gil Leyva (Barcelona, 1970), presidenta de Médicos Sin Fronteras España desde octubre de 2021, se encuentra estos días en la Franja de Gaza dentro de los equipos de la organización que tratan de atender las consecuencias del asedio y de los ataques israelíes.
Especializada en género, diversidad e inclusión, Gil conoce MSF desde muchos ángulos distintos: enfermería, coordinación de equipos, recursos humanos, operaciones, incidentes críticos, formación y el trabajo con otras secciones. Los últimos años los ha dedicado a la prevención y a la gestión de casos de abusos como responsable de comportamiento y ética de MSF España. Antes de marchar a Palestina, atiende en Sevilla a elDiario.es Andalucía para hablar de la terrible situación en Gaza, de la crisis en Sudán y del aumento de la violencia sexual sobre las mujeres en zonas de conflicto armado.
Tengo entendido que se desplaza en breve a Gaza. ¿Qué teme encontrarse?
Lo que me voy a encontrar me lo han descrito todos los compañeros y las compañeras que van saliendo de Gaza. Nosotros tenemos allí equipos que hacen rotaciones cada seis semanas por el alto nivel de exposición a riesgo de seguridad que sufren, porque no pueden estar más tiempo. Y ellos lo que me describen es horroroso. Hay un nivel de destrucción que no ha visto gente que ha trabajado en otros conflictos armados, que han estado trabajando en zonas de catástrofe natural. El nivel de destrucción de infraestructuras que hay en Gaza a día de hoy es algo escalofriante. No queda en pie prácticamente nada. Hay un reducto en la que llaman zona humanitaria, en la parte central de Gaza, que aún se mantiene. El resto es todo escombros. Absolutamente todo.
Incluidas, lógicamente, las infraestructuras sanitarias. ¿Cómo se sobrevive allí?
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, había 36 hospitales y estructuras de salud en Gaza, de los cuales 32 se han visto afectadas total o parcialmente por bombardeos o ataques, y 19 ya no funcionan, entre ellos el Hospital Al-Shifa, un centro de 700 camas con un nivel de resolución médica muy alto y que está completamente arrasado. Esa es la realidad.
Por una parte, hay un nivel de destrucción masiva no solo de estructuras sanitarias sino lógicamente también las casas de la gente, las universidades, las escuelas... Todo es puro escombro y eso es una de las cosas más escalofriantes que puedes llegar a ver.
Nosotros podemos funcionar porque los compañeros y las compañeras miden con lupa el uso de materiales y medicamentos, porque nunca sabemos si vamos a tener suficiente
Y, por otra parte, eso tiene una consecuencia directa en la vida de la gente, en las condiciones de vida en las que se encuentra la población gazatí en estos momentos, ya que están viviendo en un espacio extremadamente reducido, en unas condiciones de hacinamiento increíbles, viviendo bajo lonas. Eso en el mejor de los casos, porque hay quien vive en plásticos, de cualquier manera, y tampoco están entrando los materiales para poder garantizar un abrigo para esas personas.
Hay miles de desplazados y continuos movimientos de población. ¿Cómo y dónde se les suministra la ayuda médica y humanitaria?
Los ataques en el norte de Gaza están provocando que siga habiendo muchos movimientos. La gente está tratando de buscar lugares seguros que no existen dentro de Gaza y hay muchos que se han tenido que desplazar ocho o nueve veces. Tenemos personal local nuestro de Médicos Sin Fronteras que se ha tenido que desplazar hasta diez veces desde que empezó todo esto en octubre del año pasado.
Aparte de eso, hay unos problemas enormes para llevar suministros a Gaza porque todo pasa un filtro extremadamente cruel y los camiones entran a cuentagotas. La ayuda humanitaria es una ilusión en Gaza. Nosotros tenemos que hacer malabares con los medicamentos que tenemos, según me cuentan los equipos, porque no sabemos cuándo nos va a llegar más material o más medicamentos. Hasta hace dos días había rotura de stock de paracetamol, de ibuprofeno, de amoxicilina, de cosas fundamentales. Ese es el panorama general.
¿Cómo desarrolla entonces su trabajo la organización que dirige?
Nosotros estamos trabajando en varios hospitales, entre ellos en el Hospital Nasser, que es uno de los pocos hospitales que funcionan, aunque con muchísimas dificultades. Tenemos también hospitales de campaña en la llamada zona humanitaria y tenemos presencia en diferentes locales que hemos adaptado como centros de salud. Igualmente trabajamos haciendo distribución de agua, que es un grave problema, y también, particularmente Médicos Sin Fronteras España, en pediatría y en maternidad.
En ese sentido tenemos la única neonatología que funciona en la Franja de Gaza y que está recibiendo nuestro apoyo. El mes pasado atendimos 800 partos y hay apoyo también en actividades quirúrgicas y en consultas externas. También tenemos la única pediatría que funciona en condiciones, con un aumento progresivo del número de casos de niños con infecciones respiratorias, precisamente porque llega el invierno y porque en las condiciones en las que viven es una de las enfermedades más predominantes que existen ahora. Trabajamos también en el apoyo en salud mental, que es muy importante. Y todo eso, haciendo malabares. Nosotros podemos funcionar porque los compañeros y las compañeras miden con lupa el uso de materiales y medicamentos, porque nunca sabemos si vamos a tener suficiente.
Ya no hay esperanza para la gente de Gaza porque ya no existen plazas, escuelas, lugares de reunión, espacios en los que estar juntos. Todo eso se ha destruido totalmente y con pocas visas de que eso se vaya a poder reconstruir en el futuro
¿Eso les ha pasado en otros conflictos?
Nosotros siempre funcionamos en cualquier proyecto en los que trabajamos con stocks de reserva para dos o tres meses. Pero aquí esto no funciona así. Aquí depende mucho del humor que tengan en ese momento en el control de fronteras para el suministro. Los dos hospitales de campaña no están funcionando a plena capacidad porque los materiales los tenemos en la frontera y no los podemos entrar.
Es un lugar donde las infraestructuras sanitarias prácticamente ya no existen, las necesidades médicas siguen estando allí, con 10.000 personas esperando a ser evacuadas de Gaza porque las situaciones de salud que sufren no pueden ser resueltas. Hablamos de niños con cáncer, porque el único hospital oncológico pediátrico ya no funciona. Estamos hablando de gente que tuvo que ser amputada por los bombardeos y que tienen complicaciones que requerirían una segunda intervención. Hablamos de personas con enfermedades crónicas, que nos preocupan muchísimo, con diabetes, con hipertensión, y que están sin tratamiento.
¿Qué otros problemas se están encontrando allí?
Lo que es peor, si cabe, es que no solo se está destruyendo infraestructura y se está bloqueando la ayuda sino que también hay un problema de falta de comida. Tenemos un servicio de atención a malnutridos. Muchas mujeres embarazadas y lactantes están ya con problemas de malnutrición, con lo cual los bebés tienen el mismo problema. Y esto lo que está creando también es mucha tensión dentro de la franja entre la propia gente porque están en una situación desesperada. Ha habido situaciones que han llevado a saqueos, a avalanchas de gente para conseguir alimentos, combustible o agua. Y es un problema que está creciendo cada vez más.
Hay una frase que tengo la obligación de decir, porque así me lo han pedido nuestros compañeros y compañeras nacionales: se ha destruido todo el tejido social de Gaza. Ya no hay esperanza para la gente de Gaza porque ya no existen plazas, escuelas, lugares de reunión, espacios en los que estar juntos. Todo eso se ha destruido totalmente y con pocas visas de que eso se vaya a poder reconstruir en el futuro.
¿Cómo se aborda la cuestión de la salud mental, que citaba antes, en un conflicto tan duro y con ese tejido social roto?
Estamos hablando de una situación que no solo ha sucedido ahora en este último año y medio sino que lleva ya muchos años. Nosotros, antes del 7 de octubre, ya estábamos trabajando en Gaza precisamente con proyectos de salud mental. También trabajamos en Cisjordania, en Hebrón, particularmente, donde tenemos un componente muy importante de salud mental. Es muy difícil, particularmente cuando estás trabajando con una población que está continuamente expuesta a eventos traumáticos.
Llevamos muchos meses pidiendo que haya un alto el fuego. Esto se tiene que resolver ya. Tiene que entrar ayuda humanitaria urgentemente. Esta situación no puede continuar porque estamos abocando a esa población a una agonía que es inhumana. Se han cruzado absolutamente todas las líneas rojas en cuanto a falta de respeto del derecho internacional humanitario
No existe el estrés postraumático en Gaza. Eso es lo que nos dicen nuestros equipos. No da tiempo.Es un trauma continuo que lleva a situaciones tan dolorosas como niños que quieren morir, que lo manifiestan así, que no quieren vivir, que no tienen familia, que tienen miedo y no pueden dormir. Eso tiene unas consecuencias terroríficas para el futuro de esta población en el corto, en el medio y en el largo plazo.
¿Qué le diría si tuviera delante a las personas que pudieran terminar con esa terrible situación para el pueblo palestino?
Lo hemos dicho por activa y por pasiva. Llevamos muchos meses pidiendo que haya un alto el fuego. Esto se tiene que resolver ya. Tiene que entrar ayuda humanitaria urgentemente. Esta situación no puede continuar porque estamos abocando a esa población a una agonía que es inhumana. Se han cruzado absolutamente todas las líneas rojas en cuanto a falta de respeto del derecho internacional humanitario. Hasta los estados ocupantes de un territorio tienen obligaciones para con la población que ocupan y que controlan o que pretenden controlar. Y todas esas obligaciones no se están cumpliendo, una tras otra, constantemente. Esto ya no va de que somos de un bando o de otro, o de que hay un interés político sobre un territorio. Esto va de humanidad. Hay una desproporcionalidad tal, hay un uso de la fuerza desmedido, hay una deshumanización de la población de Gaza en la que se asume que todo el mundo forma parte de Hamas, cuando no es así.
Hay población civil y hay combatientes, y la población civil tiene en esta guerra y en todas las guerras tiene que ser protegida. No puedes bombardear zonas que están superpobladas. No puedes asumir que cada vez que hagas una acción va a haber pérdidas civiles sin ningún problema. Eso no puede ser. Eso es una locura. Y esto está sucediendo con la complicidad de estados que están dando armas de manera continua, que son incapaces de aplicar las mismas medidas que se aplican, por ejemplo, a Rusia en estos momentos. Los bloqueos que se hacen cuando hay un Estado que está cometiendo violaciones del derecho internacional humanitario parece ser que no se aplican para Israel. Hay un doble rasero cuando se trata de medir la crueldad que se aplica en la guerra.
El Gobierno de España en este punto, ¿qué papel está jugando en Gaza?
El Gobierno de España hizo su posicionamiento en un momento determinado a favor del Estado palestino y pidió el alto el fuego. No somos un actor, diría como país, lo suficientemente influyente como para poder parar esto. Pero, definitivamente, la Unión Europea no está jugando su papel. Estados Unidos ya sabemos el papel que está jugando de permisividad y con amenazas a la vuelta de la esquina cuando haya un cambio también de gobierno. La situación de la población palestina parece no importar.
¿Confía en que cuando esos cambios se cierren, tanto en el ámbito de la Unión Europea como de Estados Unidos, conlleven algún tipo de novedad en relación con el conflicto?
No me gustaría especular mucho en términos de geopolítica porque no es nuestro rol. Pero nosotros lo que sí que sabemos es que si no hay un cambio ya, si esto no para ya, tendrían que abrir un acceso humanitario y poder hacer llegar a esa población la cantidad de recursos necesarios para garantizar que puedan sobrevivir. Cada día se van a sumar víctimas. Si hacemos un análisis de todas las víctimas que ha habido a lo largo de este año, tenemos 250 muertos diarios en Gaza. Y las consecuencias que a medio y a largo plazo tiene eso para la población y la falta de un futuro. Ese es el mayor problema, que no hay un futuro. ¿Cuál es el futuro de todo esto? ¿Qué va a pasar después?
Sudán es la mayor crisis humanitaria que existe ahora mismo en el planeta y yo diría que es la crisis que menos aparece en los medios de comunicación, de la que menos se habla. Hay otras pero, desde luego, teniendo en cuenta la magnitud de esta crisis, no tiene el espacio que debería tener. Lo que le suceda a la población sudanesa no le importa prácticamente a nadie
Cambiemos un poco el visor y nos situamos en otro lugar del mapa del mundo, en este caso Sudán, un país del que no se habla tanto, pero donde también ustedes están haciendo mucho trabajo.
Sudán es la mayor crisis humanitaria que existe ahora mismo en el planeta y yo diría que es la crisis que menos aparece en los medios de comunicación, de la que menos se habla. Hay otras pero, desde luego, teniendo en cuenta la magnitud de esta crisis, no tiene el espacio que debería tener. Lo que le suceda a la población sudanesa no le importa prácticamente a nadie. Es un conflicto que se ha cobrado ya la vida de más de 100.000 personas. No sabemos exactamente la cantidad. Lo que sí que sabemos es que hay cerca de 11 millones de personas que se han tenido que desplazar, ya sea internamente o fuera de sus fronteras, para poder salvar la vida.
Recientemente, hubo bombardeos por parte de las fuerzas de apoyo rápido al campo de refugiados de Zamzam, que alberga 450.000 personas civiles. Y hay un bloqueo constante por parte de ambas partes que están en conflicto, dos generales cada uno luchando por el poder y bloqueando el acceso de ayuda humanitaria. Para nosotros y para otras muy pocas organizaciones que están trabajando en las zonas de conflicto es extremadamente difícil poder llevar esa ayuda.
La situación nutricional se ha visto cada vez más deteriorada. Es un país en el que la mayor parte de la población vive gracias a los cultivos y ahora mismo no se puede cultivar por la situación de guerra y de desplazamientos, con lo cual los índices de malnutrición son enormes. La situación de las mujeres en particular es extremadamente preocupante. Hay unos índices de violencia sexual horribles. Particularmente lo hemos visto mucho en los campos de refugiados que hay en Chad, donde tenemos unos servicios de salud sexual y reproductiva en marcha, y donde hemos detectado muchísimas mujeres que estaban embarazadas y que daban a luz nueve meses después de la huida de la zona de Darfur, por ejemplo. El nivel de crueldad que se aplica, particularmente a las mujeres, es devastador.
¿Han detectado un aumento de la violencia sexual hacia las mujeres en esa zona de conflicto y en otras?
En las zonas de conflicto donde estamos trabajando, tanto en Sudán como en República Centroafricana, como en Congo, o en otros contextos, tenemos proyectos que lo que intentan es captar a las mujeres que han sido víctimas de violencia sexual. En lugares por ejemplo como el Congo, en estos últimos meses en Kivu, al este del país, donde el conflicto se ha recrudecido y hay una gran población desplazada de nuevo, estamos viendo un aumento de la violencia sexual exponencial como arma de guerra pero también en periodos de entreguerras.
La solidaridad de la gente de a pie compensa mucho la falta de sensibilidad de aquellos que deberían también cumplir sus compromisos y facilitar la financiación de las organizaciones que están haciendo una labor impecable en muchos lugares. No es nuestro caso, porque nosotros trabajamos con esa independencia, pero sí que es verdad que hay muchas organizaciones que hacen un trabajo muy importante en muchos lugares y que tienen muchos problemas de financiación
La violencia sexual es algo que está muy arraigado en muchos lugares, y sobre todo cuando hay situaciones de extrema vulnerabilidad, como es el caso de las mujeres desplazadas que se encuentran solas y que tienen que ir a buscar leña al bosque, que tienen que desplazarse, donde están desprotegidas. Nosotros tenemos muchos proyectos que lo que intentan es captar a esas mujeres, porque muchas no se sienten seguras como para poder acercarse a los servicios de salud y explicar lo que les ha sucedido por el tabú, por el miedo a que no haya confidencialidad y los perpetradores vayan a buscarlas, por las amenazas que han recibido, etc. El 17% de esos casos que hemos detectado son menores de edad en Congo.
Eso tiene consecuencias a todos los niveles, también para la salud mental, porque están las heridas físicas, pero también están las heridas que no se ven. Es la integración de estas mujeres en las comunidades, el rechazo de las comunidades cuando saben que una mujer ha sido violada, el rechazo de sus familias, etc. Hacemos un trabajo muy importante con trabajadoras comunitarias que lo que intentan es adentrarse en las comunidades, en los campos de desplazados, para hacer una búsqueda activa de casos.
Me va a permitir una pregunta 'andaluza' aprovechando que está usted por aquí. Las ONGD de Andalucía viene reclamando un mayor apoyo financiero para sus acciones de cooperación tanto en el propio territorio como en otros lugares del mundo. ¿Deben los gobiernos apoyar más este tipo de acciones o aquella reivindicación histórica del 0,7% queda ya muy lejana?
Una de las cosas que por suerte nos salva a Médicos sin Fronteras de toda esa incerteza es que la mayor parte de nuestros fondos, en España el 99%, son donaciones privadas de gente. Esa solidaridad de la gente de a pie compensa mucho esa falta de sensibilidad de aquellos que deberían también cumplir sus compromisos y facilitar la financiación de las organizaciones que están haciendo una labor impecable en muchos lugares. No es nuestro caso, porque nosotros trabajamos con esa independencia, pero sí que es verdad que hay muchas organizaciones que hacen un trabajo muy importante en muchos lugares y que tienen muchos problemas de financiación. De hecho, hay un vacío de fondos ahora mismo a nivel global para la acción humanitaria que ronda el 46%. O sea, hay menos de la mitad de los fondos que se necesitan para responder a las necesidades humanitarias que hay en el mundo a día de hoy. Son más de 360 millones de personas en el mundo que necesitan de la ayuda humanitaria para vivir, para comer, para beber. Están viviendo en la indigencia, para que nos entendamos.
La sociedad civil española es muy solidaria. De hecho, cada vez que ha habido una crisis importante se ha demostrado rápidamente, tanto cuando ha sucedido internamente como cuando surge externamente. Y menos mal que la gente de la calle se moviliza, se asocia con organizaciones, hace su esfuerzo y se indigna lo suficiente como para ponerse manos a la obra. Porque los gobiernos, aquellos que realmente tienen la capacidad de cambiar las cosas, los que pueden influir de verdad en parar esas situaciones completamente inhumanas que estamos hablando, no están haciendo su trabajo.