La política tiene esos misterios que son difíciles de resolver. La legislatura andaluza concluía a finales de este año, pero el Partido Popular decidió que los últimos seis meses sólo prometían desgaste a cambio de pocos beneficios y adelantó las elecciones al final de la primavera. En Andalucía, al menos este año, eso descarta el uso de la chaqueta o la rebequita para pasar directamente a la crema de protección social factor 50. De repente, el calor es un factor relevante en unas elecciones que se celebran en domingo con las playas lanzando su poderosa fuerza de atracción.
A Alberto Núñez Feijóo le quedó bastante claro el sábado tras un paseo por las calles de Córdoba a 35 grados de temperatura y subiendo. Otra de esas experiencias que raramente tenía como presidente de la Xunta. Ese día tenía tres actos preparados –Córdoba, Antequera y Málaga– en el fin de semana más caluroso del año. Y el siguiente tiene pinta de que intentará superar el récord. Las sonrisas por los buenos pronósticos que las encuestas conceden a Juanma Moreno Bonilla se han trocado en una cierta preocupación. Playa o urnas. Toalla o papeleta. Una elección diabólica para los que van por delante en los sondeos.
“Va a hacer calor, sí”, dijo el presentador del mitin, aunque el aire acondicionado provocaba una temperatura glacial en el Palacio de Congresos, “pero nos toca quedarnos aquí. Dejar la playa para la semana siguiente, que va a seguir estando allí”.
Tanto el PP como los demás partidos pueden consolarse con los datos del voto por correo. Las solicitudes han crecido un 98% con respecto a 2018 hasta llegar a 176.598. Estos van a ser los de la playa.
Feijóo se juega tanto como Moreno Bonilla en los comicios andaluces. Ambos se convirtieron en los dueños del nuevo PP, uno de cuyos principios rectores pasa por garantizar a los barones regionales manos libres para tomar sus decisiones y llegar al poder o mantenerse en él. Pero para eso hay que ganar en las urnas. Feijóo y Moreno son los estandartes de un PP que cree que es la economía la que puede devolverles al poder siempre que pongan cara de ser tan moderados que hasta algunos socialistas despistados podrían votarles.
“Los periodistas acreditan que Juanma va a ganar las elecciones”, dijo el líder del PP con el típico anuncio en el que no le conviene insistir mucho no sea que el votante menos entusiasmado apueste por la playa. Después, giró en redondo para dejar claro que todo está por decidir. “No hemos marcado ningún gol” en la campaña, dijo antes de señalar que se pueden perder las elecciones al darlas por ganadas.
Feijóo y Moreno coinciden en pocos mítines con la intención de extender la influencia de los actos y no hacerse sombra mutuamente. Cada uno se gana sus titulares. El presidente andaluz puede mostrarse algo duro con Vox y su rechazo a las autonomías, incluida la andaluza, con lo que está diciendo a los votantes que las cosas se complicarán si tiene que depender de los escaños de la extrema derecha. Es un ejercicio de simulación política muy evidente a nada que la gente recuerde que Vox ha votado a favor de tres presupuestos del Gobierno de Moreno. Ahí es donde Juanma –así aparece en los carteles electorales– sonríe aun más fuerte para que se relaje y no piense en esas cosas.
Mientras tanto, Feijóo puede desentenderse de la candidatura de Macarena Olona y centrarse en Pedro Sánchez y en todos esos temas políticos de la semana que poco influirán en los votantes andaluces. Para ello, el sábado tuvo que hacer equilibrios con la situación económica. Las cosas en España van terriblemente mal, dijo, porque la economía española “está siendo la última en recuperarse”. Al mismo tiempo, se felicita de que la economía andaluza vaya genial, aunque sea difícil acompasar las dos realidades. Una comunidad como la de Andalucía depende mucho más de la marcha de la economía española que otras que cuentan con una mayor fortaleza industrial.
En Andalucía, Feijóo defendió que se ha producido el milagro de la multiplicación del pan y los peces. “¿Se puede bajar impuestos y crecer en ingresos? Sí, Andalucía lo ha demostrado”, dijo en el mitin. Lo cierto es que los ingresos fiscales de la Administración central también han crecido de forma significativa tras el aumento de la actividad económica con el fin de la pandemia y Feijóo no lo considera un mérito que haya que destacar.
La moral de victoria del PP en Andalucía es algo que no se había visto nunca, ni siquiera en las anteriores elecciones que llevaron a Moreno a la presidencia. Sus resultados fueron horribles, los peores en treinta años, pero la suma de las tres derechas sirvió para poner fin a décadas de Gobierno socialista. Desde entonces, los asesores de Moreno han insistido en que su jefe es “un tipo tranquilo”, tanto que ha hecho lo posible para que no se notara mucho la etapa de gobierno del PP. Nada que pareciera una revancha por tantos años de penar en la oposición.
Ahora son los socialistas los que sudan. “Los socialistas están muy nerviosos y se les nota”, presumió Feijóo. Ellos tampoco pueden cantar victoria antes de tiempo. Es un complicado equilibro el del PP. Arrogantes al tocar la victoria, una más convincente que la de Castilla y León, y también modestos para dar a entender que, si los votantes se van a la playa, Moreno Bonilla puede tener tantos quebraderos de cabeza como los de Mañueco en Valladolid.