Como un faro ubicado en el otro confín del continente, el Observatorio Eurasia lleva una década arrojando luz sobre Rusia y las demás ex repúblicas soviéticas desde la perspectiva de la historia, la propaganda, la política, la cultura y, sobre todo, los derechos humanos. Lo hace desde la Universidad de Sevilla, sin financiación y con libertad, intentando desentrañar lo que ocurre en aquel lejano ‘bosque’ sin que el árbol de la propaganda le oculte la verdad.
Para celebrar esos primeros diez años de vida, el observatorio ha organizado este jueves en la facultad de comunicación las jornadas 'Geopolítica, comunicación y conflicto en la Rusia actual', en las que sus investigadores analizan desde la crisis de Ucrania hasta el papel de las Pussy Riots, pasando por la violación de derechos humanos en Chechenia o el autoritarismo de Vladimir Putin.
Su director, el profesor Miguel Vázquez Liñán, experto en geopolítica y propaganda rusa, desglosa con su estilo didáctico y comprometido los cambios que ha sufrido la región durante esta última década. “Cuando empezamos en 2004, ya estábamos en la Rusia de Putin, un país claramente autoritario que no ha cambiado desde entonces. Lo que sí ha cambiado bastante ha sido la situación internacional, ya que Rusia ha ganado protagonismo gracias a la debilidad de Estados Unidos y la Unión Europea”. Rusia ha practicado “políticas imperialistas” en conflictos como el de Ucrania, tras “tomar nota” de que sus acciones militares en Georgia no tuvieron respuesta por parte de las grandes potencias.
El profesor Vázquez Liñán no duda en calificar la Rusia de Putin de “régimen muy autoritario, donde el sistema de medios de comunicación hace imposible la disidencia”. Al experto en propaganda le preocupan “las voces de apoyo a Putin que se escuchan desde la izquierda. No se le puede apoyar solo porque se oponga a las políticas de exterior de Europa o Estados Unidos. Rusia no ofrece una alternativa a las políticas imperiales de Europa y Estados Unidos, sino sus propias políticas imperiales”.
Nacionalista, autoritario y tradicionalista
Incide en que Rusia “no es un país como otro cualquiera. Desde el Kremlin escuchamos un discurso ultranacionalista basado en la idea de la exclusividad y la excepcionalidad rusa. Es una idea imperialista como la de Estados Unidos o Europa, pero con su propia esencia. Rusia es un país gigantesco que está en permanente contacto, a través de sus fronteras, con culturas tan diferentes como China, el Cáucaso o Japón. Su discurso nacionalista, autoritario y tradicionalista tiene que ver con el miedo a las secesiones y a que Europa intente arrancarle territorios y, por tanto, cuotas de poder”.
Sobre el conflicto de Ucrania es tajante: “lo que ha ocurrido ha sido de todo, menos limpio por parte de Occidente y Rusia. Han primado las luchas de poder entre grandes fortunas y la intervención de las grandes potencias. Los últimos en opinar han sido los ciudadanos de Ucrania que se levantaron contra el gobierno de un país con unos niveles de corrupción tremendos”.
En este sentido destaca que en los medios rusos no ha habido “resquicio para interpretaciones alternativas al mensaje propagandístico del Kremlin, que afirmaba que en Ucrania había tomado el poder una junta nazi, ultranacionalista y antisemita. Putin ha aprovechado el miedo del pueblo ruso haciendo comparaciones con la Segunda Guerra Mundial. Los medios de comunicación rusos hacen una apología permanente de lo militar, de la solución bélica como solución a los conflictos”.
“Rusia no nos va a bombardear”
¿Hay que tenerle miedo a Rusia? “No nos van a bombardear, pero ese discurso imperialista y reaccionario disfrazado de antiimperialismo puede tener muchos seguidores. Me parece muy peligroso”. A Vázquez Liñán le preocupa además “la unión entres esa clase oligárquica que está destrozando el país y la ideología tradicionalista. Putin combina de manera repulsiva los negocios con el ultranacionalismo”.
De puertas para dentro, la pluralidad se acalla con la propaganda de unos medios de comunicación en manos de “amigos del Kremlin” y la disidencia se golpea duramente en las calles, mientras la iglesia ortodoxa impone sus valores más conservadores. “La democracia brilla por su ausencia en Rusia”, resume. Así hay que entender, por ejemplo, los ataques contra los derechos de los homosexuales. “Se promociona un discurso moralista y en esa moral conservadora no entran ni los gais ni cualquiera que ponga en duda los valores de la iglesia ortodoxa y, por tanto, del autoritarismo oficial. Se condena todo lo que se salga de ahí”, añade.
Las Pussy Riots fueron víctimas de esa doctrina, cuando, hace más de dos años, quisieron llamar la atención sobre la falta de libertades subiéndose a la catedral de Cristo Salvador de Moscú y rezando contra Putin. “Es más espectacular que una conferencia sesuda. Se le llama artivismo y consiste en usar el arte para hacer activismo político. No lo han hecho mal, pero lo han pagado caro”. Tres de sus componentes fueron sentenciadas a dos años de prisión el 17 de agosto de 2012.
¿Nos interesa en España lo que ocurre en Rusia? “Las relaciones entre España y Rusia no son especialmente intensas. Tenemos relaciones comerciales y económicas, como el turismo, pero, más allá de eso, no hay ningún tipo de política. Si los negocios van bien, cerramos la boca. En cualquier caso, el veto ruso ha hecho mucho daño a los productores de hortalizas y frutas europeos. Mientras tanto, la propaganda rusa vendía que Rusia es un país que puede alimentarse con sus propios recursos con productos tan buenos o mejores que los que vienen de Grecia, Italia o España”.
Independentismo checheno
El independentismo cobra fuerza en lugares como Cataluña o Escocia, un problema al que Rusia tuvo que hacer frente en Chechenia. El profesor de periodismo espera que en el resto de Europa “aprendamos poco de ellos, porque fue la solución de la guerra. Tanto Yeltsin como Putin emplearon la fuerza en Chechenia y eso es precisamente lo que no hay que hacer”.
A pesar de sus críticas al gobierno y los medios de comunicación rusos, cree que Occidente ha favorecido esta situación, ya que, tras caer el Muro de Berlín, se les trató como “perdedores. Fue un error gigantesco. Se ha dado pie a que los discursos ultranacionalistas tengan el terreno abonado y se aprovechen de ese sentimiento de humillación. Putin está explotando la nostalgia del imperio y, en el caso de Ucrania, obligando a mucha gente a odiar a otra a través de la propaganda. Por suerte, en Rusia hay mucha gente salvable que no quiere odiar a nadie”, concluye.