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La ruta de Queipo para hacerse con Gambogaz: un dinero que no llegó, una hipoteca en el limbo y una roncha

Antonio Morente

11 de mayo de 2022 22:28 h

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El general Gonzalo Queipo de Llano se hizo con el cortijo de Gambogaz, en el término del municipio sevillano de Camas, mediante una serie de artimañas que tuvieron como gran perjudicado al propietario anterior, que no sólo nunca recibió el dinero de la finca, sino que además tuvo que hacer frente al impago de unas cantidades y, encima, realizó una generosa 'donación voluntaria'. Y a todo eso se le une un proceso de compraventa plagado de sombras, como una hipoteca que no se subrogó y que no consta que se cancelase, al menos por lo que se conoce a día de hoy.

Lo que sí se sabe ahora es cuál fue el precio que se le puso al cortijo, en el que se explotó a esclavos del franquismo: 1.590.000 pesetas. Así se apunta desde la Plataforma Gambogaz, que impulsa una investigación para reunir pruebas que permita reclamar el uso público de un complejo agrícola con 480 hectáreas que sigue en manos de los herederos de Queipo de Llano. Los trabajos en marcha también han arrojado luz sobre las desventuras del anterior propietario, Manuel Camacho, que murió en los años 80 jurando y perjurando que nunca recibió un duro y que a él lo que le hicieron fue expropiarle. La investigación apunta a que, en la práctica, habría sacrificado la finca con una venta simulada para salvar su vida tras pasar por prisión.

Tradicionalmente se creía que Queipo compró el cortijo en diciembre de 1937 (en plena Guerra Civil) a la familia Vázquez de la Lastra, pero en realidad en junio de 1936 –semanas antes del golpe de Estado– un empresario y ganadero gaditano, Manuel Camacho, había adquirido a la viuda de los Vázquez, María de la Lastra, el 86% de la propiedad. La finca estaba en régimen de proindiviso, con el 14% restante en manos de sus nueve hijos.

¿Qué pasó con la hipoteca?

Para hacer frente a la compra, Camacho pidió una hipoteca de 750.000 pesetas al Banco de España que avaló con una finca de su esposa en Morón de la Frontera. La entidad financiera, por cierto, juega un papel nada desdeñable en toda esta historia, ya que entregó dinero público a Queipo, que creó una fundación para adquirir el cortijo 'en diferido'. Además, otra reciente investigación ha sacado a la luz un documento público que demuestra que también contribuyó con 100.000 pesetas para poner en marcha su patronato “benéfico-patriótico”, una entidad benéfico-social-agraria que acabó derivando en la Fundación ProInfancia Gonzalo Queipo de Llano.

El caso es que cuando el militar golpista, responsable de unas 50.000 muertes en Andalucía, adquiere la finca tiene dos opciones, subrogarse a la hipoteca o anularla. “No se subrogó y todo apunta a que tampoco se canceló, todavía no hemos encontrado ningún documento que diga que lo hiciera”, señala Bonifacio Cañibano, coordinador del equipo de investigación de la Plataforma Gambogaz. De hecho, en los archivos del banco el expediente figura todavía como abierto y el crédito consta como no pagado.

Manuel Camacho, el vendedor, siempre insistió en que no recibió ninguna cantidad de Queipo, que tampoco asumió unos pagos pendientes (a un procurador en Madrid y otros gastos) por importe de 50.000 pesetas y a los que tuvo que hacer frente el anterior propietario. La cosa no quedó ahí, porque además en el mismo acto de venta del cortijo donó 150.000 pesetas a la fundación del general golpista, “se supone que porque quedó impresionado con la función social que iba a desarrollar”. ¿Conclusión? A Camacho no sólo no le pagaron, sino que además tuvo que soltar 200.000 pesetas adicionales.

La detención por tráfico de divisas

¿Y qué podría explicar tanta generosidad y esa predisposición a vender Gambogaz por parte de Camacho? En la plataforma lo tienen claro: fue el pago por salvar su vida. Aquí hay que remontarse a una rocambolesca historia que arranca en febrero de 1937, cuando Camacho es detenido junto a otras personas en La Línea de la Concepción por tráfico de divisas: iban a usar pesetas republicanas (estampilladas por las autoridades franquistas para darles validez en la zona invadida) para cambiarlas en Gibraltar por libras esterlinas. Hablamos de no mucho dinero, 109.000 pesetas, en una operación en la que Camacho se habría visto embarcado por amistad con otro de los implicados y por el hecho, no menor, de que era propietario de un buen coche.

El caso es que nada más conocerse el arresto llega un telegrama ordenando el traslado a Sevilla de los implicados, lo que no deja de sorprender al tratarse de un delito menor. Camacho pasa cuatro meses en prisión y, llegado el verano de 1937, es puesto en libertad previo pago de una multa de 5.000 pesetas. “A partir de ahí es un hombre acorralado”, interpreta Cañibano y, casualidad o no, poco después (el 24 de diciembre de 1937) traspasa Gambogaz a Queipo en una compraventa que se formaliza en el despacho de Fulgencio Echaíde Aguinaga, el notario de confianza del militar, sin que esté presente el vendedor.

La finca, por cierto, no pasa a ser propiedad del general golpista sino que sobre la marcha se la transfirió a su fundación, que no desarrolló ninguna labor benéfica (llegó a usar mano de obra esclava) y que pocos años después proclamaba que había fracasado en su labor social para ya en 1943 cambiar su condición a particular. A renglón seguido, le donó el cortijo a Queipo como persona jurídica, con lo que se cerró el círculo de esta operación de “ingeniería notarial” y que tuvo el coletazo añadido de hacerse con 150 hectáreas en Isla Mayor que hoy día siguen siendo propiedad de la famosa Fundación ProInfancia. En cuanto a Gambogaz, con el paso del tiempo Queipo adquirió las parcelas de siete de nueve de los hijos de la familia Vázquez de la Lastra.

La famosa recaudación popular

¿Y de dónde salió tanto dinero como para comprar el cortijo y, además, los arrozales? Pues esa es otra maraña por despejar. En la Plataforma Gambogaz creen que sí existió la famosa recaudación popular para hacer un regalo a Queipo en agradecimiento por librar a Sevilla del “peligro marxista”, otra cosa es que en muchos casos la participación no fue lo que se dice voluntaria (no hay constancia documental, pero sí testimonios orales, de que a los trabajadores del Ayuntamiento hispalense y de la Diputación se les habrían retenido cinco pesetas como 'donativo').

También está por ver cuánto se recaudó de verdad, porque en teoría se consiguieron nada menos que 2.147.291 pesetas. Y no sólo eso, sino que sólo habrían hecho falta ocho días para ello, unas cuentas bastante sorprendentes si se tiene en cuenta que la junta de recaudación que se constituyó para comprarle el Pazo de Meirás a Francisco Franco necesitó un año de cuestación para reunir 600.000 pesetas, una cantidad tan insuficiente que al final tuvo que pedir un crédito y todo. El historiador Paul Preston asegura por su parte en su última obra, Arquitectos del terror, que en realidad Queipo logró 100.000 pesetas.

Sea como sea, “es un dinero chicle que sirve para un roto y un descosido, son unos fondos que se convierten en la muletilla de todo lo que se hace a partir de ese momento”, subraya Bonifacio Cañibano, lo que le sirve a Queipo para mantener impoluta su fachada de héroe popular, “el general pobre que se hace con un cortijo para los pobres y poner en marcha un experimento de reforma agraria”. Desde luego, habría necesitado medio siglo de su sueldo íntegro para hacer frente a lo que en teoría le costó hacerse con estas propiedades.

Toda esta historia volverá a contarse ahora en unas jornadas que se celebrarán como antesala de la que será tercera marcha a Gambogaz para reclamar que sea patrimonio público, que se desarrollará el 21 de mayo. Y a falta de detalles, se considera que el expediente ya está suficientemente documentado como para trasladarlo a la Abogacía del Estado, con la aspiración de que sea la que litigue el caso como hizo en su día con el Pazo de Meirás. Mientras llega ese momento, el 21 de mayo se volverá a pedir en las puertas del cortijo que Gambogaz sea “para el pueblo”.

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