La sombra de un Gobierno PP-Vox en Castilla y León rompe la hoja de ruta de Moreno para las elecciones andaluzas

Daniel Cela

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La victoria de Alfonso Fernández Mañueco en las elecciones de Castilla y León de este domingo no alcanza esa “mayoría suficiente” que reclamaba el presidente y candidato popular para gobernar en solitario. Ese era el objetivo confesado de Mañueco, pero también el de su compañero y presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, siguiente en el calendario electoral de 2022. El resultado del 13F parece allanar el primer Gobierno de coalición PP-Vox. Los populares cambian a un socio moderado por otro de extrema derecha; cambian a un socio desgastado, al que han fagocitado, por otro socio en auge al que le disputan la derecha en todo el país.

Vox se ha convertido en un partido decisivo en las Cortes de Castilla y León y fundamental para la gobernabilidad de esta región. Está por ver si la formación de Santiago Abascal consigue entrar en el nuevo Ejecutivo de Mañueco, donde previsiblemente ocuparía varias carteras de responsabilidad, empezando por la vicepresidencia, ya anunciada por el líder nacional en la noche electoral. Esta foto fija era la “bestia negra” de Moreno Bonilla, la predicción que más temían en San Telmo —sede del Gobierno andaluz—, que tendrá un impacto decisivo en las próximas elecciones andaluzas. Castilla y León ha roto la hoja de ruta del presidente andaluz, que ha frenado en seco. El auge de la extrema derecha en este momento enfría el adelanto electoral, que Moreno barajó para junio, pero también para octubre.

Si se consuma una coalición de gobierno PP-Vox, la campaña electoral de las izquierdas en Andalucía “está prácticamente hecha”, admitían esta semana fuentes próximas al presidente de la Junta. La otra opción, la esperanza de los populares andaluces, es que Abascal apueste por un pacto de legislatura en Castilla y León para no hipotecar objetivos de más alcance, léase el Gobierno de Andalucía -8,5 millones de habitantes- y el Gobierno de España. Así ocurrió tras las últimas elecciones en Madrid, aunque allí el tirón de Isabel Díaz Ayuso (44,7% del escrutinio) limitó mucho el crecimiento de Vox, que se quedó cuarta fuerza con el 9% de votos. En Castilla y León, donde Mañueco representa un perfil mucho más moderado que el de Ayuso, Vox ha pasado de uno a 13 diputados, tercera fuerza y el 17,6% del escrutinio.

“No son datos extrapolables”

En el equipo del presidente andaluz se ha impuesto la cautela esta noche electoral, con un llamamiento a la calma hasta haber “estudiado bien los microdatos”. Moreno regresa de un viaje oficial en Abu Dhabi, donde ha pasado los tres últimos días, y este lunes a su equipo le toca rehacer el relato. “La realidad política de Castilla y León no tiene nada que ver con la de Andalucía, no son resultados extrapolables”, avanzan.

Pero la preocupación era palpable días atrás, lo ha sido desde que los sondeos empezaron a alejarse de la mayoría absoluta para el PP que todos esperaban cuando Mañueco rompió con Ciudadanos y adelantó los comicios. Lo ha verbalizado varias veces, sin tapujos, el propio presidente andaluz en campaña por León y por Salamanca. Ahora el resultado electoral de este domingo puede trastocar la tentación del presidente andaluz de disolver el Parlamento en febrero y adelantar las andaluzas, un escenario que él mismo lleva manifestando desde hace tres meses.

Mañueco adelantó las elecciones en Castilla y León con todos los sondeos situándole a un paso de la mayoría absoluta [41 diputados de 81], reabsorbiendo a Ciudadanos, y con una ventaja holgada sobre Vox. Una foto fija idéntica a la que pronostican las encuestas a Moreno en Andalucía. Con esas expectativas en mente, basta reproducir todas las intervenciones que el presidente andaluz ha dejado en sus visitas a Castilla y León las últimas semanas para calcular el impacto de la preocupación que se ha adueñado de San Telmo. “Por dios, por dios, sacad un buen resultado y que tengamos una mayoría suficiente, que lleguemos a las elecciones andaluzas con una mayoría suficiente”, dijo el 16 de enero en León, en el marco de una mesa redonda durante el XIV Congreso del PP de Castilla y León.

Una semana después, ya en un mitin de campaña en Salamanca, dio un paso más: “Estas elecciones no son cualquier cosa, tampoco para mí, que voy después. Ya que vas primero, lo importante es que vayas bien, a ver si me voy a encontrar con un susto el día 13 de febrero. Aunque sea por compañerismo, me tenéis que ayudar a mí”, bromeó Moreno, ante Mañueco y un nutrido grupo de militantes del PP salmantino.

A medida que avanzaba la campaña electoral castellano leonesa, las expectativas del PP menguaban y la preocupación en Andalucía crecía exponencialmente. “Si hay que repetir las elecciones se repiten antes que un Gobierno con Vox”, admitía un barón del PP a El Confidencial el pasado 31 de enero, seguro de que ese pacto con la extrema derecha les “mataría” a todos, porque reforzaría el relato de campaña de las izquierdas. Macarena Olona, diputada nacional de Vox, se postula como candidata a las andaluzas. El partido de Santiago Abascal irrumpió en las instituciones a través de Andalucía, en 2018, con casi 400.000 votos; en las generales de 2019, rebasó las 800.000 papeletas en esta comunidad. Con Ciudadanos en claro retroceso, esa horquilla se la van a disputar a codazos PP y Vox.

El pasado noviembre, el presidente de la Junta anunció por primera vez que “en febrero” convocaría elecciones anticipadas si percibía “un bloqueo sistemático” de la oposición en el Parlamento andaluz. Desde entonces, su Gobierno ha logrado sacar adelante seis leyes y dos decretos con un apoyo indistinto, a veces de Vox, a veces de las izquierdas. Tras el descanso de las Navidades (enero es un mes inhábil), la Cámara autonómica retomó sus sesiones ordinarias la semana pasada, sin atisbo del bloqueo de la oposición o la “pinza Vox-PSOE” con la que Moreno lleva jugando meses al adelanto electoral.

La extrema derecha mete prisa a Moreno

De ese Parlamento acaban de salir dos iniciativas legislativas que refuerzan su Gobierno: una proposición de ley de PP, Cs y Vox para indultar regadíos ilegales en Doñana, que ha contado con la abstención del PSOE; y la Ley de Economía Circular, que ha superado una enmienda a la totalidad de Vox, rechazada por el resto de partidos de la Cámara. El partido de extrema derecha le apremia a Moreno a convocar ya, y en la última sesión de control al Gobierno, su portavoz, Manuel Gavira, ya anticipaba que ellos estarán “en los sillones verdes” del Ejecutivo andaluz en la próxima legislatura. El PSOE de Juan Espadas, en cambio, cruza los dedos para que el mandato se estire aún unos meses. Espadas necesita tiempo para darse a conocer como candidato en gran parte de Andalucía oriental, donde todavía es un desconocido.

Todas las fuerzas del Parlamento consultadas la semana pasada coincidían en que el factor que determinaría la fecha de las elecciones andaluzas sería el resultado de Castilla y León. La victoria insuficiente de Mañueco y la fuerte dependencia que su futuro Gobierno tendrá de la extrema derecha tensa la precampaña de las andaluzas. Es una mala noticia para Moreno y una noticia excelente para unas izquierdas deshilachadas, divididas y enfrentadas, que podrían encontrar en el Gobierno PP-Vox de Castilla y León el mejor incentivo para movilizar a sus simpatizantes.

Tras las elecciones de 2018, Moreno se convirtió en el primer presidente andaluz no socialista, con el peor resultado electoral del PP de su historia, desangrándose en votos por el centro —del que nació Cs— y por la derecha —del que nació Vox—- La fractura de las derechas permitió el primer Gobierno de centro derecha en Andalucía, y para ello fue fundamental que alrededor de 700.000 votantes de izquierdas se quedaron en casa. Para movilizarles, haría falta un mensaje claro y directo, y las elecciones de Castilla y León se lo acaban de regalar.

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