El ganso ya no vive aquí: una década seca en Doñana reduce a mínimos históricos la presencia de su ave más emblemática
Pese a las lluvias de primavera, Doñana sigue atravesando un periodo seco (las precipitaciones están todavía por debajo de la media de un año normal) que viene prolongándose ya durante una década. Esto tiene consecuencias en la vegetación y en los animales, que en no pocos casos han dejado de ver este entorno como una buena opción para pasar el invierno. Es el caso del ganso, el ánsar común, la más emblemática de las aves de Doñana, cuya presencia se está reduciendo a la mínima expresión hasta el punto de que nunca ha habido tan pocos desde que existen registros.
¿Y por qué es tan representativo el ganso? Pues porque en su momento se convirtió hasta en la imagen para la recaudación de fondos en el norte y el centro de Europa que sirvió para comprar las tierras que fueron germen del parque nacional. Entonces eran decenas y decenas de miles de estas aves las que hacían de Doñana su refugio en los meses más crudos, una situación que contrasta con los datos de la pasada invernada: sólo se contabilizaron 4.377 ejemplares.
“El ganso está atravesando una mala racha en Doñana”, resume Javier Bustamante, vicedirector de la Estación Biológica de Doñana (EBD), responsable de la Infraestructura Científico-Técnica Singular de Doñana (ICTS-RBD) y experto en biología de la conservación. Eso sí, “no es una especie amenazada y su población mundial es bastante grande”, es decir, que su bajón en este espacio no implica que las cosas le vayan mal de manera general. Pero a Doñana sí es verdad que está dejando de venir.
Falta de agua y de alimento
“Históricamente éste ha sido un lugar de destino bastante importante, buena parte de las poblaciones de gansos de toda Europa pasaban aquí el invierno”, rememora. La causa del cambio es sencilla, y es que “Doñana no reúne condiciones” básicamente por falta de agua. “Los gansos buscan lagunas” y las castañuelas que crecen en estos entornos, su principal alimento en invierno. “Por eso Doñana siempre ha sido muy atractiva para invernar, pero para eso se necesita que la marisma se inunde”, lo que no es la imagen habitual de un tiempo a esta parte.
“La producción de castañuela ha bajado mucho tras varios años secos”, continúa Bustamante, fruto de que las inundaciones en las últimas temporadas han sido “muy pobres”. ¿El resultado? Pues que vienen menos de estas aves. “El parque no es importante desde la perspectiva de la conservación del ganso a nivel mundial, pero esto supone un daño simbólico para Doñana”.
Los datos corroboran esta situación. Los 4.377 ejemplares del pasado invierno suponen que se encadena la cuarta temporada con mínimos históricos, de hecho representan menos de la mitad de los 9.588 de 2023. De la última década, el pico más alto se registró en 2017 con 73.367 de estos pájaros, y desde entonces ha caído en picado: 40.000 en 2019, 29.000 en 2021, 12.000 en 2022... Los máximos históricos durante la invernada son los 80.000 que se contabilizaron en 1985 y 2008.
Números “alarmantemente bajos”
El propio informe de la Estación Biológica que analiza la situación en 2023 ya alertaba de que la situación ese año, con sus 9.588 individuos, era “muy preocupante”. “Cabe estar muy vigilantes de la evolución de esta especie, una de las más emblemáticas de Doñana”, apostilla el estudio, que define los números que se están cosechando como “alarmantemente bajos”.
La sequía es uno de los efectos del cambio climático, también asociado a un progresivo aumento de temperaturas que propicia que haya espacios que los usen como invernada diferentes especies al no alcanzar registros demasiado bajos el termómetro. “Ahora hay zonas con condiciones suaves para la invernada, y los gansos que llegan a Doñana la ven seca y tiran para otro lado”, apunta Bustamante.
¿Y las precipitaciones de esta primavera no pueden hacer que cambie la situación para la próxima temporada y que vengan más gansos? “Estas lluvias han sido una buena noticia pero han llegado tarde para la invernada”, además de que “este agua se va a evaporar, impepinablemente en verano se secará”, lo que implica que mejorar las condiciones para pasar el invierno dependerá de lo que pueda caer a partir del otoño.
Al margen de cruzar los dedos para que vuelva a llover, “lo único que está en nuestras manos es ser más cautelosos en el uso del agua subterránea”, que es el sustento de muchas de las lagunas de Doñana. “No se puede hacer otra cosa que preservar el acuífero, que está sobreexplotado”, lo que ha hecho que este paraje pierda parte de las condiciones que hicieron que clavaran sus ojos en él desde Noruega, Suecia, Finlandia, Alemania, los Países Bajos o el Báltico: “Atraía mucho la atención de estos países y por eso pusieron dinero, porque sabían que la mayoría de sus gansos pasaban aquí el invierno”.
2