La noche del 3 al 4 de agosto ocurrió algo extraordinario en la playa de Los Boliches de Fuengirola (Málaga). Una tortuga boba (caretta caretta) que pasaba por el Mar de Alborán decidió, luego veremos por qué, que aquel era un buen lugar para poner sus huevos. Así que salió del agua, recorrió unos metros playa arriba, quizá hasta tropezar con una tumbona, y desovó. Cubrió de arena los 72 huevos y se fue por donde había venido. Quién sabe lo lejos de la Costa del Sol que estará ahora.
Este hecho extraño activó todo un proceso que durante semanas involucró a más de 200 voluntarios, varias administraciones y un buen puñado de expertos científicos. Los expertos llaman la atención de la relevancia del acontecimiento: es capital para la especie, porque podría significar que está colonizando nuevas playas; y parece importante para el propio mar de Alborán, porque el aumento de la temperatura podría explicar por qué ahora sí, y nunca antes, una tortuga boba anidó en la Costa del Sol.
Una tortuga llega a la orilla
Las noches de agosto no son tranquilas en las playas de Fuengirola. Allí hay tumbonas, chiringuitos y un paseo marítimo atestado hasta altas horas. Sin embargo, la del 3 de agosto fue la mejor para la tortuga que allí desovó. Esa noche había luna llena y la temperatura del mar de Alborán marcó un máximo: 26 grados.
Era madrugada cuando varias personas vieron al animal. Cuando una tortuga entra a la playa, se nota. “Dejan camino de entrada y salida. Si antes de pasar la limpieza de playa alguien con cierto ojo lo ve, se identifica rápido”, comenta Jesús Bellido, investigador del Aula del Mar. Si alguien la hubiera visto antes de anidar probablemente hubiera huido. Pero el caso es que eso no ocurrió y la tortuga desovó.
Bellido explica el proceso: “La tortuga sale tranquilamente de noche. Buscan playas oscuras, hacen un agujero con las patas traseras y dejan caer los huevos. Luego los entierran. Se van y los huevos quedan a merced de la naturaleza”.
No hay constancia de anteriores anidamientos de tortuga boba en las playas del mar de Alborán. Estas tortugas, que pueden venir desde Cabo Verde o Florida, desovan generalmente en la cuenca oriental del Mediterráneo. Desde que se detectó el primer nido en España, en Vera (en el levante almeriense, en 2001), se vienen produciendo anidamientos desde el Golfo de León al Cabo de Gata, que marca el comienzo del mar de Alborán. A partir de ese punto, entran en juego las corrientes del Estrecho de Gibraltar, que enfrían el agua un par de grados, demasiado para la tortuga. La influencia atlántica era hasta ahora un elemento disuasorio.
Una mudanza discutida
Aunque se trata de un hecho extraordinario en Andalucía, hace años que hay documentos que marcan cómo se debe actuar. La primera alerta la recibió el 112 y pocas horas después la Consejería de Medio Ambiente ya había avisado a algunas entidades, entre ellas la Asociación Hombre y Territorio. “Teníamos que comprobar si había sido una salida falsa o si los huevos estaban muy cerca de la línea de marea”, relata Daniel González, biólogo marino de la asociación. Pronto quedó claro que la tortuga llegó hasta donde pudo: la línea de tumbonas. Eso no es mucho: había un evidente riesgo de inundación.
La decisión fue casi inmediata. Había que mover el nido, y rápido. “Hay un criterio que es no hacer nada, pero ese criterio entra en contradicción con la conservación de la biodiversidad. El sitio que eligió la hembra era nefasto: a tres metros de la marea, en zona plana y muy ocupado. Dicen que la naturaleza es sabia, pero eso es relativo. Aquí se habrían ahogado en tres días”, responde Adolfo Marco, el científico del CSIC especializado en tortugas marinas que ha supervisado el proceso.
Así que había que moverlo todo. Para eso hay ya una lista de playas con las condiciones adecuadas. Y se decidió que Cabopino (Marbella), unos kilómetros al oeste, era ideal por la granulometría de su arena, por contar con dunas elevadas, por la calidad de sus aguas freáticas y, sobre todo, por su temperatura. Además, la Consejería decidió trasladar doce de los huevos al Bioparc de Fuengirola para una incubación dirigida.
González dirigió la reubicación, que ha sido criticada después por Ecologistas en Acción. “Una tortuga eligió una playa para desovar. No la respetaron. Se llevaron sus huevos, los robaron…”, según los ecologistas. “Asumo las decisiones que se tomaron”, replica Adolfo Marco.
Un plantel de vigilantes voluntarios
El 5 de agosto se hizo la mudanza, y desde ese día los huevos quedaron al cuidado de unos 200 voluntarios reclutados por la asociación Pro Dunas, que lleva décadas luchando por mantener el entorno de las dunas de Cabopino. “Lanzamos una petición por la web y fue una cosa inusitada: nunca habíamos visto una avalancha así”, cuenta Susanne Stamm, que preside la asociación. Los voluntarios recibieron una misión refrendada jurídicamente por sendas resoluciones de la consejería: custodiar y vigilar el nido de tortugas de mar en Cabopino.
A todas horas, día y noche, bajo un sol de justicia y la lluvia esporádica, vigilaron un cuadrante de arena de dos por dos metros, delimitado por una cuerda. Stamm dice que se ha enterado estos días que hay furtivos que ambicionan los huevos de tortugas, a saber para qué. La Policía Local ha estado pendiente de los merodeadores, pero por si acaso los voluntarios no se han despegado del nido.
Cincuenta días después, a las 23.03 del 22 de septiembre, el voluntario Juanjo avisó de que la arena había empezado a temblar. La eclosión puede producirse en un margen que va de los 50 a los 70 días. Es la temperatura la que marca los tiempos. Los huevos de la playa y de Biopark eclosionaron a la vez, lo que sigue sorprendiendo a los expertos.
Eclosión y emergencia a superficie
Después de abrir el huevo, a las pequeñas tortugas les queda la tarea más difícil. Tienen que hacer fuerza para levantar la capa de arena que las cubre. Para eso necesitan una “masa crítica”, y por eso la primera eclosión suele ser la más numerosa. El primero de los tres días nacieron 37 tortugas. Al final, sobrevivieron 49 de 60 en la playa, y 11 de 12 en Biopark. “Es un éxito total”, valora González. Adolfo Marco, que lleva más de una década participando en los procesos de nidificación de España, está de acuerdo: “El nido de Málaga es un modelo porque se ha trabajado muy bien”.
Las tortugas están desde la semana pasada en el Centro de Gestión de Algeciras, dependiente de la Junta de Andalucía. Allí crecerán de los cuatro centímetros que miden ahora a los 25-30 que alcanzarán dentro de un año. Se trata también de que se les endurezca el caparazón. El objetivo es que cuando vuelvan al mar tengan más opciones de sobrevivir. Solo una de cada mil tortugas bobas llega a edad adulta. Cuando la población es de decenas de miles, esta selección natural es asumible. Pero cuando se trata de un evento único, no acompañarlo supondría tirar por la borda todo el esfuerzo realizado hasta ahora. No está decidido, pero puede que regresen al mar en el mismo punto por el que salió su madre. “Nosotros estamos insistiendo para que sea aquí”, cuenta Susanne Stamm.
Además, es posible que este sea el comienzo de una bonita relación. Las tortugas siguen un patrón de comportamiento llamado filopatria. “Se quedan con una impronta del lugar donde nacieron, en este caso la zona de Alborán”, explica González: “Si tienen que poner huevos, dentro de 20 o 25 años, es bastante probable que regresen”.
¿Qué hace una tortuga (boba) como tú en un sitio como este?
El episodio de la extraordinaria nidificación en el mar de Alborán tiene una lectura vinculada al cambio climático. “Este es el primer registro en la zona de Alborán y el más al oeste de anidación de una tortuga marina en Europa. Es un evento absolutamente excepcional”, explica Daniel González. Sin embargo, empieza a ser habitual que esto ocurra en otras playas del Mediterráneo español. “Está siendo un proceso lento, pero continuo”, explica Jesús Bellido. Un paper científico publicado en Nature y coordinado por el investigador de la Universidad de Barcelona Carlos Carreras ofrece una posible explicación: los eventos de anidación esporádica pueden responder a un fenómeno de colonización de la especie frente a un escenario de cambio climático.
Aunque los esfuerzos de conservación han mejorado la situación de la especie en las últimas décadas, la tortuga boba sigue en la lista roja de especies amenazadas de la UICN. Que encuentren nuevas playas para anidar es una buena noticia para la especie, que suele tener problemas para hallar nuevos territorios por su característica “filopatria”. Pero también podría ser otra señal de alarma del cambio climático: el mar se calienta y esto permite que a la tortuga ya le guste el mar de Alborán.
Adolfo Marco apunta que la previsión es que muchas especies se desplacen a zonas que antes eran demasiado frías, donde ahora van a encontrar condiciones óptimas. “Si es así, va a ir a más”, abunda. Y si va a más, habrá que estar preparados. “Hay muchas amenazas alrededor: la luminosidad de las farolas; la limpieza de las playas por la mañana; el aturdimiento de tanta gente alrededor”, comenta González.
“Habrá que aprender a vivir con esto. Puede que en los primeros años tengamos nidos dispersos, y algunos habrá que moverlos. Y es probable que con el tiempo la propia especie empiece a seleccionar”, vaticina Marco: “Para estas crías su lugar de nacimiento siempre será Andalucía. Por eso es importante darles la posibilidad de supervivencia”. Puede que una tortuga llegara a Los Boliches por error, pero sus descendientes volverán porque esta será para siempre su casa.