“Nuestro gran adversario político no es Ciudadanos ni Vox, sino la abstención. Y ese sí que es peligroso. Tenemos decenas de miles de votantes que se han quedado en casa, que no nos han sido infieles con Ciudadanos, pero que no han ido a votar. Eso sí que tenemos que arreglarlo, porque es un enemigo invisible que nos hace muchísimo daño”. Esta frase es del actual presidente del Gobierno andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla. La pronunció durante una entrevista con eldiario.es/andalucia en el ecuador de la campaña de las elecciones del 2 de diciembre, cuando sólo era el candidato del PP andaluz, el peor posicionado entonces, según las encuestas, para llegar a San Telmo. En realidad la frase debió pronunciarla Susana Díaz.
La abstención no se cebó tanto con el PP como la sangría de votos que sufrió hacia Ciudadanos y hacia Vox, irrumpió en el Parlamento andaluz con 12 diputados, gracias a 400.000 votos. Los populares, que hoy pilotan un Gobierno de coalición con Ciudadanos, perdieron siete escaños y hundieron aún más la pala en su suelo electoral. Con quien sí se cebó la abstención brutalmente fue con el PSOE de Díaz, según los datos que han aflorado en el informe postelectoral que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicó este martes, a partir de unas 2.900 entrevistas. El 22,7% de antiguos votantes socialistas se quedó en casa, más que del PP (5,3%), Ciudadanos (5,5%), Adelante Andalucía (5,5%) y Vox (2,6%) juntos. El 42,1% de los abstencionistas ya tenían decidido no ir a votar mucho antes de iniciarse la campaña electoral.
Según el recuerdo de voto, el 68,6% de los encuestados insiste en que habría votado por el mismo partido al que votó el 2D. Aunque, conociendo ahora el resultado electora, el 21% de los que no acudieron a las urnas declaran un mes después que habrían votado por un partido o coalición en vez de abstenerse. Y aquí está la clave que no sirve ya para corregir el resultado de las andaluzas, pero que los socialistas intentan desentrañar para comprender que a los suyos no les movía la ilusión por el PSOE, y que ahora les movería -más que la ilusión- el rechazo al Gobierno conservador que ha surgido del pacto PP, Ciudadanos y Vox. Este dato es clave más allá del escenario político andaluz, muy a tener en cuenta por los socialistas después de que Pedro Sánchez haya convocado las generales para el próximo 28 de abril.
Los datos del CIS arrojan una lectura muy distinta a la que hizo Susana Díaz el día después de las elecciones, al constatar que el bloque del voto conservador sumaba más que el bloque de izquierdas (PSOE y Adelante). En los comicios autonómicos, los socialistas y la confluencia entre Podemos e IU reunieron el 44,08% del sufragio, y las tres fuerzas conservadoras el 49,93%, propiciando el primer Gobierno de centro derecha de Andalucía. La ex presidenta de la Junta minimizó la autocrítica de su Ejecutivo en la derrota, eludió su responsabilidad por no haber movilizado a sus votantes, y no calculó la importancia que tendría el hartazgo del simpatizante socialista tras 36 años y medio de gobiernos ininterrumpidos del PSOE (los últimos ocho aplastados por la crisis y los recortes). Esto último fue uno de los leit motiv de sus rivales conservadores.
Pero Díaz hizo otra lectura antes, durante y después: Antes, diseñó una campaña hipotensa, confiada en la fragmentación de la derecha y convencida de que los comicios estaban ganados. Durante la campaña, apostó por llevar en solitario el peso de la candidatura, sin una presencia activa de Pedro Sánchez y sus ministros, superponiendo su nombre a la marca PSOE, mientras la dirección nacional de PP, Ciudadanos y Vox parecían multiplicar sus mítines por toda Andalucía. Después, finalmente, tras el descalabro electoral, Díaz valoró el resultado apelando al impacto del problema en Cataluña en el electorado andaluz, epicentro de la campaña de oposición de PP, Cs y Vox (el CIS no pregunta por este factor); denunció que la agenda nacional se había superpuesto al debate andaluz, y se quejó de que el diálogo del Gobierno de Sánchez con los independentistas catalanes había perjudicado sus expectativas.
¿Qué habría ocurrido con un PSOE hiperactivo desde el minuto uno? Según la encuesta, un 19% de los andaluces dudó entre votar a un partido o a otro, o votar en blanco, en nulo o abstenerse. El 14,5% dudó entre PP y Ciudadanos; el 13,5% entre PSOE y Ciudadanos; el 10,4% entre PSOE y Adelante; el 6,6% entre PP y Vox; y el 6,4% entre el PSOE y la abstención.
El último CIS, realizado una semana después de las andaluzas, reitera que Susana Díaz seguiría siendo la más votada, y que una hipotética coalición de izquierdas PSOE-Adelante sería preferida por los andaluces, antes que la opción que finalmente se ha instalado en la Junta: PP y Ciudadanos, sustentados por Vox. Si se repitieran hoy las andaluzas, el sondeo postelectoral reafirma la victoria de los socialistas con el 24% del voto directo (obtuvieron el 27,9%), seguido de Ciudadanos que sobrepasaría al PP con el 11,6% (lograron el 18,2%), dejando en tercera posición a los populares con el 10,3% (consiguieron el 20,7%). Adelante Andalucía sumaría el 8,8% del sufragio (obtuvo el 16,1%) y Vox el 4,4% (en vez del 10,9%)
Pero eso no es lo que ha ocurrido. La ex presidenta y secretaria general del PSOE andaluz no se siente concordia por la elevada abstención del 2D. En el mitin que compartió el sábado con Pedro Sánchez, tras el anuncio de elecciones generales para el 28 de abril, Díaz explicó a los suyos que la abstención se debió a que los fieles votantes socialistas pensaron que los comicios estaban ganados de antemano, y optaron por quedarse en casa. En el PSOE andaluz hay quien ha trasladado a la candidata que la primera mitad de su campaña electoral -“baja de tono, hipotensa y monótona”- no ayudó a movilizar a su electorado. “Cuando sacamos a relucir el miedo a que llegaba Vox, ya era tarde”, dicen.
Susana Díaz, que lleva prácticamente desaparecida de la escena pública desde hace dos meses, reapareció el martes para hacer una lectura muy optimista del CIS: “Una siente esa sensación que percibe en la calle. Lo que aparece con claridad [en el CIS] es un apoyo claro y nítido de los andaluces a los socialistas, al Gobierno de Andalucía y a mí como presidenta”, asegura. Y añade: “Esto me da fortaleza para seguir trabajando para que el PSOE haga una oposición firme y que cuanto antes volvamos al Gobierno de Andalucía”. La socialista no se ha detenido a analizar por qué la mitad de los abstensionistas eran simpatizantes del PSOE, no ha aclarado si el rechazo iba contra su partido -que llevaba más de tres décadas en el poder- o contra ella misma como candidata.
De este CIS postelectoral, los más próximos a la ex presidenta extraen la idea de que “si los andaluces hubieran sabido que la derecha podía gobernar, hoy seguiríamos gobernando nosotros”. Otros miembros del partido creen que este “enrocamiento no conduce a nada”, pero entienden que la consigna tiene que estar centrada ahora en “estar unidos para hacer una oposición firme al Ejecutivo de Moreno Bonilla” y en “llegar fuertes y tensionados a las generales y a las municipales”. En los dos meses posteriores al 2D, Díaz ha convocado tres veces al comité director del PSOE andaluz -máximo órgano de dirección entre congresos- y en los tres ha hecho un llamamiento a la unidad del partido “en Andalucía y en España”, y ha confirmado que permanecerá en su puesto para liderar la oposición y repetir como candidata en las próximas elecciones andaluzas.
El resto de formaciones tampoco ha dado mucha credibilidad al estudio del CIS, que consideran “una herramienta de manipulación política” desde que José Luis Tezanos, ex miembro de la ejecutiva federal de Sánchez, preside el centro de investigación. “Si la anterior encuesta del CIS hubiera acertado, hoy yo no estaría aquí”, ha dicho el consejero de la Presidencia y portavoz del Gobierno andaluz de PP y Cs, Elías Bendodo.