80 días. Ese era el tiempo que hacía falta en la imaginación de Julio Verne para darle la vuelta al mundo. Siglo y medio después, los periodistas José Pablo García y María José Morón han repetido la hazaña de Phileas Fogg tomándose 177 días más para cumplir este ancestral sueño de la humanidad.
Un presupuesto 'low cost' de 20 euros al día les ha bastado para sobrevolar los tres grandes océanos, recorrer América, Asia y Oceanía, atravesar desiertos, cruzar túneles de hielo glacial, probar brochetas de escorpión, nadar en aguas turquesas, caminar sobre el reflejo del cielo o desposarse en Bali.
Jóvenes periodistas, el desempleo les dio el pasado otoño el impulso final para lanzarse a la aventura. Hicieron cálculos y se dieron cuenta de que quedarse en Sevilla consumiendo el subsidio del paro les salía más caro que irse a descubrir todo un planeta. Así fue como decidieron irse “a tomar por mundo”, como reza su propia página web.
Pero… ¿cómo se prepara un viaje de estas dimensiones? “Llevaba mucho tiempo soñando con este viaje, pero la verdad es que es muy complicado romper con todo. Una vez que compras el billete, ya has dado el paso más difícil”, confiesa José Pablo. Dar la vuelta al mundo es hoy en día un poco más sencillo que en los tiempos de Julio Verne. En el caso de estos viajeros, les bastaron 2300 euros para comprar un billete 'Round the World' que les permitía tomar 12 vuelos internacionales durante un año enterobillete 'Round the World'.
Al billete añadieron los papeles en regla, la mente bien abierta y muchas ganas de comerse el mundo. Con esos ingredientes, la receta ya estaba lista para que todo saliera a pedir de boca en un viaje que exige tomar decisiones día a día y hacer cierta la expresión latina 'carpe diem'. “Hay que vivir el presente. Cada día había que organizar el alojamiento y el transporte, ya que no estábamos más de dos o tres días en cada ciudad”, cuenta el reportero de Andaluces por el Mundo y Andaluces por Europa.
Las dos caras de la vida
De Sevilla a Hong Kong, pasando antes por Reino Unido, Estados Unidos, México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Nueva Zelanda, las Islas Fiji, China, Vietnam, Laos, Camboya, Indonesia y Japón. Ese ha sido el itinerario completo, pero… ¿qué conservan en su retina después de visitar más países de los que pueden contar con sus propias manos? “Cuando viajas a este nivel, los monumentos y los museos están bien pero lo que perdura son las personas y las experiencias”, admite el portuense.
Su esposa confirma que lo mejor del viaje ha sido “toda esa gente que nos ha ayudado tantísimo sin pedir nada a cambio. Era más importante compartir momentos con ellos que, por ejemplo, visitar los millones de templos que hay en el sudeste asiático”. En sus mentes han quedado imborrables las dos caras de la vida: la alegría de los que compartieron con ellos mesa, techo y vivencias en América, Asia y Oceanía y la amargura de los mineros de Potosí (Bolivia) o del volcán Kahaw Ijen (Java, Indonesia). Personas que trabajan en condiciones infrahumanas y llenan de veneno sus pulmones a diario por un sueldo mísero. Amigos y desconocidos que han hecho de la suya una experiencia difícil de olvidar.
Después de las personas, la naturaleza es lo que más ha impactado a estos dos trotamundos. El Salar de Uyuni (Bolivia) es lo primero que se les viene a la cabeza cuando se les pide que escojan su lugar favorito. “Nos volvimos locos como un niño en el día de Reyes viendo esa extensión de sal sin fin, con dos palmos de agua y el reflejo de las nubes en ella. Hay sitios donde pierdes la cordura, te quitas los zapatos y te pones a correr”, cuenta José Pablo. Al Salar de Uyuni, unen en su memoria las cataratas de Iguazú (Argentina y Brasil), la magia de Machu Pichu (Perú) o el glaciar Viedma (Argentina), “una auténtica maravilla”, recuerda la reportera de Canal Sur.
“Ahora somos mejores personas”
“Lo peor son las fronteras, el peor invento del hombre. Es muy duro que una valla separe barrios, culturas… el bien y el mal. La frontera de Laos a Camboya, por ejemplo, es una frontera injusta, un lugar inhóspito donde te sientes desvalido”, reconocen. “No he pasado hambre, pero hemos dormido en sitios que no los voy ni a describir. Antes de llegar a Malasia estuvimos tres semanas durmiendo en el suelo. Tu cuerpo sabe que tienes que estar así nueve meses, así que lo asumes, te adaptas y no te quejas”, explica la sevillana.
Después de esos nueve meses recorriendo tanto países, “creces muchísimo como persona, porque conoces otras culturas donde no le dan importancia a lo material. Le dan valor a la familia, a hablar y compartir lo que tienen contigo… esas cosas las estamos perdiendo aquí en España”, reflexiona Morón. El ex monitor de la Ruta Quetzal confiesa también que: “ahora somos mejores personas. El mundo está lleno de buenas personas a las que tenemos la necesidad humana de devolver lo que nos han dado”.
Como buenos periodistas, su manera de agradecerle al mundo su generosidad ha sido con imágenes y palabras. Para ello han desarrollado una web en la que explican cómo organizar una vuelta al mundo ‘low cost’ y un blog donde han contado, día a día, todas sus aventuras. 120.000 visitas a lo largo de nueve meses y más de 6000 seguidores en YouTube, Facebook o Twitter son el fruto de su intenso trabajo. Para que las palabras no se las lleve el viento ni ningún virus informático, una editorial de viajes convertirá en un libro todos sus consejos, anécdotas y experiencias. Será a comienzos de 2015, época en la que ya estarán pensando en su próximo destino ‘low cost’: África, el continente no olvidado.