“¿Por qué él 'triunfa' y yo soy una guarra?”: desgranando las violencias machistas con jóvenes de un instituto de Sevilla

Mañana de viernes antes del recreo. Unos 80 jóvenes de 13 y 14 años de 3º de ESO empiezan a llenar la sala de audiovisuales del IES Albero de Alcalá de Guadaíra (Sevilla). Los pensamientos adolescentes se dirigen sólo ya al fin de semana. Un taller para la prevención de las violencias machistas, en el marco del 25N, es la excusa perfecta para estar más relajado si cabe. Antes de impartir la charla, Gema Otero, experta en género e igualdad, advierte de que la intención con este tipo de actividades es que los jóvenes “cambien la mirada” porque “muchos piensan que eso de la violencia de género es cosa solamente de los adultos”.

Nada más lejos de la realidad cotidiana de un instituto donde, quizás sin saberlo, protagonizan o son víctimas de comentarios o actitudes machistas, en los cambios de clase o a la hora del bocata. Crearse a sí mismos conciencia crítica sobre situaciones que observan dentro o fuera del aula les ayuda a “percibir de otra forma el machismo de su día a día” y convertirse en “agentes sociales de cambio” y en “activistas entres sus iguales”, apunta Otero.

Mientras, en Secretaría, la coordinadora de coeducación del centro, Eva Sánchez, se afana en preparar para el lunes carteles de colores con dibujos elaborados por alumnos de 2º de ESO. “Yo no soy menos ni tú eres más”, proclama uno de los materiales. Una tela morada cuelga desde la segunda planta. El centro tiene preparado también un libro de firmas pero con los nombres y las circunstancias de cada víctima mortal de violencia machista de este año. “Para que vean no es solo un número sino que lean que eran madres, trabajadoras, hijas, para que conozcan la realidad”. La coordinadora anuncia también que el coro de chicas de 1º de ESO cantarán el lunes 'Déjala que baile'. “Aquí tenemos de todo, desde la que ha sacado todos los libros de la sección de feminismo de la biblioteca hasta los chicos que vienen del colegio con una dinámica más infantil”, explica Sánchez.

“¿Sabéis que día es el lunes?”

Entramos al taller. “Hola, soy Gema Otero y me dedico a educar en igualdad”. ¿Sabéis que día es el lunes?“. Pocas respuestas. Nadie quiere romper el hielo. ”Es el Día Internacional Por la Eliminación de las Violencias hacia las Mujeres“, recuerda la educadora. ”El martes pasado fue el Día del Hombre y el lunes el Día de la Mujer“, susurra un estudiante a un compañero. Los alumnos no pueden evitar estar algo revueltos. ”Aunque vosotros muchas veces no os déis cuenta, la sociedad es absolutamente desigualitaria. ¿Vosotros percibís algunas actitudes machistas en vuestro entorno?“. Silencio y diversidad de opiniones ante la primera cuestión. ”Pues yo no conozco ninguna desigualdad de género“, comenta uno de los alumnos más lanzados. Risas inevitables ante el primer voluntario. La experta en igualdad trata de poner orden y de advertir de que están hablando de ”algo muy serio“.

La cosa se anima y ya hay varias manos levantadas. “Pues yo en los entrenamientos veo que algunos compañeros cuentan chistes machistas”, “siempre hay alguien que salta con algo y a veces me molesta más o a veces menos”, “en el gimnasio le daban más importancia a lo que hacían los niños y a mí no me prepraban para los campeonatos”, “no veo desigualdad pero sí que hay personas que tratan de ofender y a veces lo consiguen”, “noto comentarios machistas de algunos de mis amigos”. Son algunos de sus comentarios en voz alta. Apenas unos minutos después de inciarse el taller, el debate está en marcha y Gema Otero trata de que ellos y ellas se expresen abiertamente.

“Os voy a poner un ejemplo. Cuando llega el lunes y os enteráis de que un chico ha ligado el fin de semana, seguro que habéis dicho o escuhado que ha 'triunfado'. ¿Ocurre lo mismo cuando eso pasa en relación a una chica?”. No pasa un segundo hasta que una joven dice rápidamente: “Al chaval lo ponen de puto amo y a la chavala la ponen de puta o guarra”. Otero explica que ese es “un discurso instalado” en su entorno y que puede que no lo perciban como violento pero “es violencia”. “Daos cuenta de que los chicos pueden ejercer su libertad sexual de manera mucho más libre que una chica”, señala.

La experta les traslada que tienen que pensar qué pueden hacer en su día a día para cambiar esa percepción. “Si no haces nada, estás permitiendo que siga, porque el machismo lo tenemos dentro porque así nos han educado. ”Pues yo no he recibido ningún comentario machista“, comenta una joven. ”Puede que no lo hayas identificado, porque lo tenemos interiorizado“, responde la educadora, que va dando la palabra a quien quiere opinar.

“¡Ya no puedo ni mirar!”

El taller avanza entre comentarios del alumnado y explicaciones de la educadora, y también preguntas que invitan a la participación. “Las chicas tenemos instalada desde pequeñas una inseguridad cuando salimos a la calle, ¿sabéis por qué?”. “Por miedo a que las violen”, responde un chico. “Perdona, pero es algo más simple: es miedo a que una hombre mayor se pare y te diga cosas”, comenta una chica. “A veces sólo es mirar”, añade. “Sí, claro, ahora no voy a poder ni mirar”, protesta un joven. Otero explica que existen “violencias simbólicas en la calle” y que “hay que tratar de darle la vuelta a eso”.

“Pero, ¿vamos a esperar a que todas esas violencias acaben? Tienes que hacer cosas por ti misma. La sociedad no va a cambiar de un día para otro”, expone una joven que afirma saber técnicas de judo. “La sociedad ha cambiado mucho de unos años hasta ahora”, explica Otero. “Simplemente si cualquiera de vosotros, chicos, le para los pies a un amigo que hace un comentario machista, es un acto de disidencia, revolucionario”, comenta.

Las jóvenes, más lanzadas, siguen reflexionando y expresan sus propios pensamientos. “Por ejemplo, si me pongo un pantalón corto en verano, me critican que enseño mucho y me dicen de ”. “Que vas dando guerra”, añade una amiga. “Pero si yo te digo por la calle que vas muy guapa, eso no significa que sea ningún violador”, responde un chico. La educadora aporta otra palabra clave: respeto. “Es un acto violento si no te ha dado permiso para que opines, porque no se ha creado un clima de confianza previo, aunque no lo percibas así. Yo le hago sentir mal a ell. Es tan fácil como evitarlo, como respetar”. “¡Ya no puedo ni mirar!”, insiste el mismo chico de antes. “No le des la vuelta a la tortilla, se puede mirar pero con respeto”, le espeta una chica recriminándole. “Lo del vestir también nos pasa a nosotros”, comenta uno. “No de la misma manera”, le aclara la educadora. “¿No os dais cuenta de que a las chicas nos molesta?”, comenta la coordinadora de coeducación del instituto. Respeto.

El logo de Vox

Antes de dar por terminado el taller, la educadora les muestra el vídeo del proyecto 'Va de igualdad, pásalo!', dirigido por ella misma y promovido el pasado año por el centro provincial del Instituto Andaluz de la Mujer en Sevilla. Tiene un doble cometido, por un lado, invitar a la participación activa de la población más joven para que se convierta en agente social de cambio dentro de su propio municipio, y, por otro, documentar y visibilizar el proceso de transformación, individual y colectivo de toda la juventud participante a través de un trabajo formativo previo y de un proceso creativo conjunto que gira en torno a la toma de conciencia y la implicación social para la prevención de las desigualdades de género, especialmente en la adolescencia. Y con lenguaje y música que puedan ser atractivos para los jóvenes.

Gema Otero lamenta no poder profundizar más en los talleres de una hora y trabajar más personalmente con los chicos y las chicas, que aplauden al finalizar la actividad para seguir con sus planes para el fin de semana, “esperemos que con más conciencia crítica ante actitudes machistas”, indica la experta en igualdad. A su lado, un joven comenta a la salida a otra profesora: “Pues mi padre dice que todas las mujeres conducen mal, ¿eso es machista?”. “Hay mucho que trabajar”, confiesa Otero al periodista antes de abandonar el aula.

En otro taller, relata, vio cómo unos chichos estaban dibujando el logo de Vox mientras ella hablaba. “En los últimos años he notado cierto consenso social, con un discurso de la igualdad instalado en el aula, también entre el profesorado, pero en los dos últimos años ha entrado un discurso legitimado por la ultraderecha, que siempre ha estado pero que ahora se ha hecho visible por su entrada en las instituciones y demás, basado en mentiras muy fáciles de desmontar pero muy difícil de desaprender”.

“Hace cinco años, su discurso te lo podías encontrar, pero no tan instalado como ahora. Ser de Vox o seguir algunas cosas que dicen es como algo guay, algo que tiene algo de transgresor. Parecía que había consenso pero se ha abierto una grieta. Hay que volver a desmontar discursos que se han metido en la piel y que son difíciles de ser desarraigados. A esos chicos que bromeaban con Vox no les dije nada pero expliqué a todos que no valen las opiniones que vulneran derechos humanos o fundamentales, que eso puede ser delito de odio. Tienen que identificar esas cosas, porque no todo vale”.