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Un profesor de la UHU propone otro sistema electoral que compense a partidos minoritarios

Con números y con argumentos. El profesor titular de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad de Huelva (UHU) Juan Mora ha conseguido demostrar en su libro Calidad y democracia. Del sistema electoral a la rendición de cuentas que la actual estructura de los comicios generales en España beneficia a los partidos mayoritarios, Partido Popular (PP) y Partido Socialista (PSOE). Sólo con la voluntad de ambos se pueden corregir las deficiencias del sistema electoral, injusto actualmente, según el trabajo científico de este autor que acaba de ver la luz.

Juan Mora propone en su libro soluciones que abrirían nuevas perspectivas a formaciones de implantación nacional minoritarias en el Congreso de los Diputados pero emergentes. Son los casos, por ejemplo, de Izquierda Unida (IU) y Unión Progreso y Democracia (UPyD). Al mismo tiempo, ofrece involuntariamente una obra de culto para indignados y un caldo de cultivo ideal para la desconfianza hacia los dos grandes partidos, patente en todas las encuestas de popularidad recientes. Esta segunda utilidad de Calidad y democracia es, sin embargo, casual. Su publicación es el resultado de 10 años de trabajo. La inquietud es muy anterior al inicio de la crisis actual.

“Huyo del populismo. Es más, creo que no estamos tan mal como se dice. Gran parte de la crisis es consecuencia del clima de opinión catastrofista que se ha creado”, opina Mora, autor de innumerables artículos en publicaciones sobre teoría de la democracia, análisis electoral, filosofía del derecho, filosofía política, sociología del derecho y derechos humanos.

Al diagnóstico de los vicios del sistema electoral acompaña como aportación más atractiva una alternativa basada en la creación de una bolsa de 50 escaños, de los 350 que componen el hemiciclo nacional, para computar los votos de los partidos de implantación nacional que no alcancen representación en su circunscripción. Sería la forma de acabar con el voto útil que, a su juicio, limita la calidad de la democracia, y reducir la tasa de abstención. También aboga por la eliminación del voto en blanco, sin asignación pero con influencia en los porcentajes mínimos para que los grupos minoritarios obtengan representaciones.

Y, como punto de partida, destaca en su ensayo que el voto del ciudadano desemboque en un reparto proporcional en función de las poblaciones. En este sentido, comenta: “Las pasadas elecciones generales -20 de noviembre de 2011- volvieron a sacar a la luz los desajustes del sistema electoral porque se observan grados oscilantes de desproporcionalidad. No tenemos un sistema electoral, tenemos muchos distintos en función de las circunscripciones”.

La “utilidad territorial” es otro de los defectos del modelo actual. El libro recoge un ejemplo revelador: “(…) AMAIUR, con 333.628 votos, que representan el 1,37% del total nacional, conquista siete actas de diputado. Si comparamos su coste por diputado, 47.661, es muy inferior a los de IU-LV y UPyD. Esto entraña que IU-LV con 1.347.182 votos más sea compensada con 4 diputados más, mientras que UPyD, con un resto a su favor de 806.614 votos, se ve penalizada con 2 diputados menos”.

Calidad y democracia contiene dos propuestas de variación de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG). Con los resultados de las elecciones de 2011 pasados por ambos filtros, el PP mantendría la mayoría absoluta, IU y UPyD subirían en escaños y los nacionalistas se mantendrían en una situación similar. Muy distinto sería el reparto si se tienen en cuenta las encuestas más recientes.

La fragmentación del electorado se reflejaría fehacientemente en el Congreso según la tesis de Mora. “El coste del cambio sería cero y la aplicación podría ser inmediata desde un punto de vista técnico. No sería incompatible con la doctrina del Tribunal Constitucional y sólo exigiría modificaciones en muy pocos pero decisivos artículos de la LOREG”, explica.

A juicio de Juan Mora, “el sistema se muere si no se cuida”. “Tenemos que intentar que la acción de votar sirva para algo”, apostilla. El profesor de la Universidad de Huelva, por otro lado, apuesta por “una transición moderada”. “Se pueden hacer más variaciones. Apenas se ha tocado la Ley desde 1977, pero no se puede cambiar todo de golpe. Hay que ir paso a paso”.

Calidad y democracia. Del sistema electoral a la rendición de cuentas también hace una gran aportación a la comunidad académica, ya que recopila los métodos de medición de calidad democrática existentes en todo el mundo. La democracia española “logra una valoración desigual” en función del barómetro elegido, pero todos advierten de los peligros de su “especial vulnerabilidad de nuestro sistema al impacto de las externalidades económicas en el tejido social”.

En algunas clasificaciones sorprende su baja clasificación, por detrás de países que en España no se consideran plenamente democráticos. “¿Por qué reducir la participación a la competencia electoral?, ¿por qué no democratizar los partidos políticos limitando el poder de los aparatos?, ¿por qué no buscar fórmulas de representación locales e intermedias, instaurando una ”democracia de cercanía“?, ¿por qué no potenciar las nuevas tecnologías para la planear múltiples modos de e-participación?, ¿por qué no extender la capacidad de legislar a la ciudadanía, de manera efectiva, óptima y accesible? (…)”. Todas estas preguntas se hace Juan Mora. Y asegura que no es un indignado.