Recatadas. Que la ropa tape la forma femenina. Y discretas en público. Así quería el franquismo a las mujeres. Sumisas. Asexuadas. Porque la vida cotidiana fue cincelada por el nuevo orden social que nacía de la victoria de Franco en la guerra civil española, obligando a la mujer a un obediente segundo plano.
Los primeros años de posguerra sirvieron de ensayo para esta moral nacional católica, como cuenta la profesora de la Universidad de Málaga (UMA) Lucía Prieto en el artículo final del monográfico ‘1 de abril de 1939. La guerra ha terminado’, de la revista Andalucía en la Historia.
Al terminar la guerra, la sociedad ya estaba dominada por “el silencio y el miedo”. Las normas morales servirán al régimen franquista para controlar cada plano: familia, formación, trabajo y ocio. Y ese discurso estaba ordenado por dos mandamientos: caridad y religión.
El dosier de Andalucía en la Historia está publicado con motivo de los 80 años del final de la guerra civil española. El trabajo se centra en los primeros años tras el conflicto bélico, marcados por el hambre, la represión y la miseria. La revista, editada desde 2003 por el Centro de Estudios Andaluces, incluye textos de otros especialistas sobre una etapa que convive con la construcción del Nuevo Estado.
Ocultar “la piel y las formas femeninas”
“El atuendo femenino debía ser reflejo de la mujer virtuosa y modesta”, escribe Lucía Prieto. La jerarquía eclesiástica marcaba las reglas. “Los vestidos no debían ceñirse al cuerpo, debían quedar por debajo de las rodillas y cubrir los brazos. Un modelo que ocultaba la piel y las formas femeninas dando una apariencia asexuada que alejara de las miradas masculinas el cuerpo de la mujer”, cuenta.
El comportamiento público: “con recato”. El Patronato de Protección a la Mujer indagó (del año 42 al 44) sobre “el estado de la salud moral de la población”. Bailes y romerías eran vistas casi como eventos de perversión popular, mientras las élites hacían uso de “salas de fiesta”.
Con ello, el sexo era el gran tabú. La castidad aparece como virtud, la virginidad como “garantía de su culminación en el matrimonio”. “Sabes que existen los vicios, que existen las pasiones, que existen los amores prohibidos: pero todo, todo ello, es lo más triste, feo y pecaminoso de la humanidad”, aleccionaba la Sección Femenina de Falange Española.
Pero todo eran máximas que en la sociedad andaluza, de carácter abierto, costó inocular. En Almería, “las jóvenes van sin pudor a los cafés”, apuntan las autoridades de la dictadura. Córdoba tiene grupos de “modernistas”. Y tratan a los chicos “con libertad”. Algunas parejas salen solas de excursión en bicicleta. Otras “pasean cogidas del brazo”.
“El retrato de la vida cotidiana realizado de manera oficial resultó totalmente opuesto al proyecto de la Nueva España”, cita la profesora de la UMA. El franquismo, en todo caso, no cesó hasta cincelar el ocio y el comportamiento de posguerra. “Además de mecanismos represivos, el Régimen impuso un conjunto de valores cristianos que debían ser asumidos como norma social”, relata Lucía Prieto en Andalucía en la Historia.
La España de los ‘años del hambre’
Un locutor de Radio Nacional emitía el último parte de guerra el 1 de abril del 39. La contienda terminaba de forma oficial, pero con este final no llega la paz sino la victoria. La guerra suma 8.143 andaluces asesinados por los republicanos. Y al menos 50.093 víctimas de los franquistas entre 1936 y 1945, según los datos aportados por el Centro de Estudios Andaluces.
La revista Andalucía en la Historia se detiene en los primeros años de posguerra de desgarro continuado por la represión, la miseria y el hambre. Los derrotados quedan expuestos a ejecuciones, cárcel y campos de trabajo y concentración, depuraciones o exilio, como reseña la profesora de Historia Contemporánea de la UMA, Encarnación Barranquero, coordinadora del dosier.
Otros resisten agrupados en guerrillas rurales y urbanas que las fuerzas gubernamentales persiguen implacables, según explica el historiador Luis Miguel Sánchez. Era la España de los ‘años del hambre’, del racionamiento, la autarquía, las enfermedades y la crisis alimenticia, cuenta Gloria Román, de la Universidad de Granada (UGR).
El análisis de la nueva organización social y política del franquismo, y de cómo marca la vida cotidiana de Andalucía, también se detiene en las políticas de construcción simbólica y discursiva del franquismo, como desarrollan los profesores Francisco Cobo y Teresa Ortega. Y cómo las “nuevas élites” copan los puestos de poder político y control social, según relata Cristian Cerón (UMA).