Aragón vive uno de los veranos con menos incendios forestales a pesar del riesgo extremo

Antonio Ibáñez

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Con todo Aragón, salvo la parte más septentrional del Pirineo, en alerta roja por riesgo de incendios forestales, este verano está siendo especialmente benigno en cuanto a la superficie quemada en la comunidad autónoma. Tal es así que se encuentra muy por debajo de la media de los últimos 20 años. En los últimos dos meses tan solo han ardido 22 hectáreas, según el Avance Estadístico de Incendios Forestales del Gobierno de Aragón, en los 42 pequeños incendios que se han producido durante julio y agosto. 38 de ellos fueron un conato de incendio, al no superar la hectárea de extensión. De hecho, en todo el verano ningún incendio ha superado las cinco hectáreas de extensión, a pesar de que hay 682 de los 731 municipios de la comunidad autónoma en riesgo extremo de sufrir un incendio.

El dato de este verano es particularmente bueno dado que todas las condiciones son propicias para un incendio forestal de gran magnitud, al superarse la célebre regla 30-30-30 un buen número de días de este verano (más de 30 grados de temperatura, menos de 30% de humedad relativa y un viento superior a 30 kilómetros por hora). El verano pasado, tan solo en los meses de julio y agosto, ardieron más de 17.000 hectáreas y se produjeron graves incendios forestales, como el que destruyó más de 11.000 en Ateca y Moros y más de 5.000 en Añón de Moncayo. Aunque no existe una razón objetiva que explique los motivos por los que este año está siendo tan positivo y con tan pocos siniestros, se pueden apuntar varias razones, como la intensa pluviosidad de los meses de mayo y junio, que han dejado el monte con menos material combustible, la detección temprana por parte de los operativos antiincendios y también por una mayor racionalidad en el desempeño de las labores realizadas en zonas de riesgo, y que el año pasado fueron las causantes de algunos de los incendios más virulentos.

El buen dato del verano es extensible al resto del año, ya que la superficie total que ha ardido a lo largo de 2023 es de 1.464 hectáreas, menos de la mitad del dato medio desde el año 2005, que es de 3.615 hectáreas. El peor fuego registrado durante este año se produjo en marzo en la localidad de San Agustín, cuando apenas había riesgo, y ardieron 800 hectáreas. Al mes siguiente se produjo el segundo peor del año, en Mequinenza, con 320 hectáreas, provocado por un accidente, que es la principal causa por la que se producen los siniestros forestales. El 52%, de hecho, se producen por accidentes o negligencias, y un 16% son provocados. Tan solo el 20% de los incendios se debe a causas naturales.

Los extraordinarios datos de este año, tan solo equiparables a los de 2008, 2011 o 2013, no impiden que se tenga que seguir extremando todas las precauciones, ya que el riesgo es extremo y se siguen dando todas las condiciones favorables para que se pueda producir un incendio de gran magnitud como los del año pasado o los del dramático 2009, cuando ardieron en todo Aragón unas 20.000 hectáreas, en uno de los peores años que se recuerdan. De hecho, el servicio de Gestión de los Incendios Forestales y Coordinación del Gobierno de Aragón alertan de la posibilidad de que se pueda producir durante todo el mes de agosto una catástrofe parecida, por lo que piden extremar todas las precauciones: “Durante los próximos días se esperan incendios relacionados con causas antrópicas, así como por rayos (tormentas secas) debido a la disponibilidad de los combustibles finos y medios muertos en la mayor parte de la región, así como la del grueso muerto en algunas zonas y la del vivo, debido a las altas temperaturas registradas y a la ausencia de lluvia durante bastantes días. En estos casos, se espera una propagación de superficie, que lugares con alineación de topografía y/o viento y más estresados hídricamente podría ser de alta intensidad y con antorcheos e incluso podría darse incendio convectivo dada la inestabilidad de la atmósfera y sequía del combustible”.