Un restaurante. Un bar. Un café. Tres establecimientos que, cuando se les añade su nombre completo, evocan mucho más para toda una generación de zaragozanos. Casa Emilio, Bar Bonanza y Café Levante fueron tres puntos de reunión clave en la década de 1970, cuando el cambio se atisbaba, pero aún había mucho trabajo por delante. La exposición Una ciudad en la crisálida. Zaragoza y sus espacios-proyección (1969-1979), que podrá visitarse hasta el 10 de junio en el Centro de Historias, narra lo que ocurrió entre las paredes de estos locales en los que aún resuena el eco de algunas de las principales voces de la Transición aragonesa.
La muestra, comisariada por Carlos Serrano Lacarra, quiere mostrar aquella Zaragoza en la que convivían signos de modernidad y de reivindicación con estampas en blanco y negro: “la coca-cola, con el botijo”. Pero las cosas estaban cambiando y se oían nuevas voces, como la del profesor José Antonio Labordeta, que musicaba sus poemas, influido por un hermano, el poeta Miguel Labordeta, fallecido en 1969. En esos años, muchos espacios fueron escenario de acciones de rebeldía y acogieron voluntades de cambio en lo estético, en lo ideológico, en lo vivencial… La exposición centra el foco en tres establecimientos diferentes entre sí pero complementarios.
Cultura, política... y “bohemia”
A lo largo del recorrido expositivo, la muestra repasa la década de 1970 en una ciudad en la que, tras un crecimiento desmesurado, conviven presunta modernidad y notable sustrato rural. Las calles y bares de Zaragoza son escenario de contestación a la dictadura por parte del movimiento obrero y vecinal, y también universitario y cultural, con especial preocupación por recuperar los signos de identidad de Aragón. Ahí tiene un papel destacado Casa Emilio, lugar de reunión para muchos de los protagonistas de la agitación política, social y cultural.
Profundizando en al idea de la cultura transformadora, la exposición pone el acento en lo que significó el Centro Pignatelli y refleja, a través de la creación artística de la época, la progresiva ocupación de espacios tradicionalmente asignados a las clases dominantes. En este proceso también fue importante la “bohemia”, para el que el bar Bonanza fue un santuario. Por último, la muestra adentra al visitante en el Café Levante, lugar de tertulia que propició la “tranquilidad precisa para la creación y la acción”.
El relato que ofrece Una ciudad en la crisálida se completa con objetos tan variopintos como mesas, sillas y cuadros de los tres establecimientos protagonistas. Además, hay piezas de gran valor histórico y sentimental, como la primera guitarra de José Antonio Labordeta, esbozos manuscritos de Emilio Gastón o la primera obra que pintó Jorge Gay, propiedad del Café Levante.