“El deterioro de los medios de comunicación es uno de los elementos que más ha contribuido a la corrupción del país”

Desde 1988, Gregorio Morán (Oviedo, 1947) firma semanalmente sus Sabatinas intempestivas en La Vanguardia. A pesar de llevar tanto tiempo colaborando con esta centenaria cabecera, y ya de vuelta si no de todo, de mucho, reconoce que “no he visto en mi vida al Conde de Godó, ni si quiera hemos hablado por teléfono”. Este veterano periodista, autor de Adolfo Suárez. Historia de una ambición (1979), biografía del por entonces recién reelegido presidente del Gobierno, vio como en 2014 su libro El cura y los mandarines, un análisis de la cultura española entre 1962 y 1996, casi se queda en un cajón por el veto de la editorial Planeta a un capítulo considerado polémico. Morán, agudo observador de las entretelas hispánicas, asiste al Congreso de Periodismo Digital de Huesca para impartir la conferencia El deterioro de los medios de comunicación.

¿Cómo de mal está el periodismo?

Estamos mal, otra cosa es cuánto. Lo virtual, que parecía una salida libertaria, se ha convertido en un recurso donde un montón de descerebrados pueden escribir las cosas más tontas del mundo. El deterioro de los medios de comunicación ha sido progresivo... Las esperanzas que había en cuanto a lo que supuso la libertad de prensa y todo lo que esto llevaba parejo se fueron al demonio. Esto se acabó. Nuestra decadencia es otro producto de la ingenuidad de la Transición, cuando pensábamos que los medios de comunicación estaban, precisamente, para comunicar, pero el problema ha sido el qué se comunica. En este momento hay que analizar, y es lo que voy a hacerlo en el Congreso de Periodismo Digital con cierto descaro, la importancia del papel, que todavía es fundamental, porque sigue siendo lo más importante para las clases altas y la gente que toma decisiones. En el otro extremo están las televisiones, que solo están para adocenar a la gente. Los informativos españoles salen muy mal parados incluso si se comparan con los italianos, que no son precisamente un modelo de escrupulosidad. Y en cuanto al periodismo virtual, lo importante es el titular. Es algo que me recuerda a Francisco Fernández Ordoñez, un buen tipo, un político profesional en un mundo de amateurs. Cuando era ministro, lo único que les pedía a los periodistas que le entrevistaban, si estos le ofrecían revisar el texto, era conocer el titular antes de que se publicara. Le daba igual lo demás, tenía muy claro que lo que queda es el titular. Era un adelantado.

Ahora los periodistas digitales son esclavos del titular, en busca de la mayor cantidad de clics.

Y no solo del titular... Hay un problema de estilo. Es muy difícil que en un diario digital te termines un artículo. Primero, y perdón por la expresión, porque están escritos como el culo. Son como las notas de agencia de hace años, pero entonces había en los periódicos un corrector de teletipos para arreglarlas. Al ritmo que vamos, va a ser necesario que vuelva esta figura para poder entender lo que pone en muchos artículos. Pero más allá de esto, hay otros problemas. Tenemos la peor prensa de Europa, sin discusión. Sin ir más lejos, en Portugal se hacen unos periódicos y unas revistas que merecen mucho la pena; aquí, en cuanto a revistas, apenas quedan los restos del naufragio.

Usted, con las presiones de aquel momento, pudo publicar una biografía de Suárez en 1979. Hace dos años, con la misma editorial, le tumbaron la edición de El cura y los mandarines. ¿Qué había cambiado?El cura y los mandarines

Han cambiado los intereses de las empresas y también la sociedad. A la gente le interesa un comino todo, se enchufan a los aparatos y listo. Ha habido un deterioro notable. Solo hay que ver que los quioscos están llamados a morir, como está ocurriendo con los de Barcelona. Los domingos tengo que andar un kilómetro y medio hasta que encuentro dónde comprar los periódicos... Entre el Franquismo y la Transición, sumadas, hubo un proceso de castración social evidente, y esto es lo que ahora estamos pagando. El Franquismo fue un fenómeno único en Europa occidental: lo corrompió todo y dejó una sociedad con el miedo en el cuerpo, que aún se mantiene, aunque las nuevas generaciones lo van perdiendo, como se ve en fenómenos como Podemos (otra cosa es que funcione o no). Son reacciones ante una sociedad que acepta todo, capaz de comprar las motos más increíbles. ¡Si hasta hemos tenido hipotecas falsas! Estamos en el país más corrupto de Europa. Incluso en Rumanía ha habido un levantamiento masivo contra la corrupción. ¿Por qué eso no es posible aquí? En España, como explicaré en mi ponencia, tuvimos unos años interesantes, desde la muerte de Franco, en 1975 hasta las elecciones de 1977. Pero luego llegó el PSOE, y entonces la foto quedó fija, ya no se movió nadie.

Otro signo del deterioro: mentir sale cada vez más barato.

¡Y encima se enfadan si se lo dices! Aquí tenemos un fenómeno hispánico único: el tertuliano. La invención del tertuliano, en España, ha sido más importante que la del periodismo digital. El periodismo, salvo en la radio, nunca vivió de la lengua; con los tertulianos, en cambio, decir una buena cantidad de tonterías sirve para ganarse la vida. Sería digno de analizar cómo se montan los sistemas de tertulianos, cómo se buscan equilibrios para que parezca que hay pluralidad... Pero a la gente le gustan. ¿Por qué? Porque te evitan leer y te enteras de “noticias” acojonantes. Y si les acusas de mentir, como si fuera un juego de niños, dicen que es verdad y punto. Es una desvergüenza. Yo apenas veo la televisión: un par de informativos, y a los 10 minutos me cabreo y los apago. El deterioro de los medios de comunicación en España es uno de los elementos que más ha contribuido a la corrupción del país, tanto o más que los tribunales.

En este contexto, ¿puede un periodista asumir el precio de llegar al fondo de un asunto?

No tiene ninguna posibilidad, ni siquiera de iniciar las investigaciones... A menos que la operación que esté investigando tenga interés para la empresa en la que está. Y hay que hacer aquí una apreciación importante: en España las empresas periodísticas están en quiebra. ¿Cómo ha reducido el grupo Prisa su deuda a la mitad? Pues eso habría que explicarlo, pero no será usted quien lo haga, y si lo hace, le dirán que se lo guarde en un cajón. El periodismo grandilocuente, del que se hablaba al principio de la Transición, se acabó radicalmente, por lo menos mientras no cambie el estatus... Pero no hay que olvidar que este país está gobernado por el partido más corrupto de España, que no solo gana las elecciones, sino que asciende. Es un fenómeno netamente español. Y solo hay que ver que en Italia, si vas a un quiosco, encontrarás 12 o 15 periódicos, y aquí solo tenemos sota, caballo y rey.

¿Tiene el periodista la obligación de contarlo todo? En España se dejan de publicar muchas cosas.

Ocurre en todas partes. Las informaciones, antes de publicarse, pasan por muchos tamices. En lo que sí me gustaría insistir es en una invención de 1981 que para los periodistas españoles es una auténtica espada de Damocles. Hablo de la Ley de Defensa del Honor, que permite que los mafiosos aparezcan en los periódicos por sus siglas en lugar de con sus nombres completos, algo que no pasa en ningún otro lugar del mundo. Esta ley la inventó Leopodo Calvo Sotelo para que los periodistas fuéramos castrados frente al proceso de los militares del 23-F, y desde entonces ha permanecido sin que apenas se cuestione. Y a estas cosas se han unido ahora tonterías como lo de pixelar a los niños o el uso indiscriminado del “presunto”... El mundo de la prensa tiene unos abogados más corruptos que decentes, no me da rubor decirlo, pero los mafiosos tienen unos abogados cumplidores, que a la mínima amenazan con meterte un puro.

Entonces... ¿Queda espacio para la esperanza?

A mí me quedan dos meses para cumplir los 70 años... La esperanza es un estado inherente a los jóvenes.