La inacabada sábana de Regina, el legado de la joven fusilada durante la Guerra Civil que ahora descansa en el Museo de Teruel
Cuando Regina fue asesinada, el 7 de octubre de 1936, tenía 20 años, edad a la que muchas jóvenes preparaban con ilusión el ajuar de su futura casa. El suyo jamás llegaría a estrenarse, ni si quiera fue terminado. La funda de la almohada quedó incompleta como reflejo de una vida que también se vio interrumpida bruscamente.
“Es curioso porque a pesar de lo trágico de la historia, el momento en el que se borda esta sábana es un momento de felicidad, de como una joven se prepara para empezar una nueva etapa y compartir su vida con alguien más”, señala Emern García, historiadora del arte y amiga de la familia. “A veces los objetos son algo más que simples formas, tienen una
historia y pueden ser testimonio de nuestro pasado y de nuestro presente“, señala.
La historia de esta sábana es también la historia de la brutal represión que sufrieron las mujeres en la guerra y, al mismo tiempo, de los últimos meses de Regina. Imaginarla a ella, a sus veinte años, bordando la tela que formaría parte de su vida adulta resulta casi poético.
Sentada junto a la ventana en la sala de estar del hogar familiar de Villarquemado, donde vivía con sus padres y sus dos hermanos y dos hermanas. Probablemente compartiendo espacio y labor con estas últimas, pues según recoge García en la ficha descriptiva de la sábana, las tres mujeres tenían un talento especial para la costura y el bordado.
La de Regina era una familia humilde, su padre, Julio Cruzado era carpintero y su madre, Modesta Salesa, tenía varias ocupaciones, entre ellas la de carnicera. Sus dos hermanos aprendieron el oficio del progenitor, y las hermanas trabajaban en turnos semanales en el casino de Villarquemado, acompañadas siempre por su madre. Tanto Regina como sus hermanos tuvieron acceso a la educación durante los años de la II República, “lo que les debió servir de base para abrazar ideas sociales, cercanas al movimiento libertario”, apunta García. Junto a otras jóvenes del pueblo, Regina bordó la que fue la primera bandera republicana que hubo en Villarquemado.
El historiador, Serafín Aldecoa señala que durante los años de la II República en Villarquemado calaron algunas ideas anarquistas y anarcosindicalistas, y que para julio de 1936, se estaba constituyendo en el pueblo la organización de Juventudes Libertarias “en la que pudieron participar Regina y sus hermanos”. Así mismo, hace referencia a la represión que los militares rebeldes ejercieron, una vez estalla la guerra, contra los integrantes de dicha organización. “En especial contra las mujeres, porque no aceptaban que se formasen culturalmente y participasen en actividades públicas y políticas”, explica.
Regina fue asesinada el 7 de octubre junto a su padre de 58 años y unas treinta personas más de Villarquemado en un fusilamiento masivo fuera del pueblo. Sus cuerpos se arrojaron a una fosa común, la conocida como la de los Pozos de Caudé, situada a pocos kilómetros de Teruel. Poco antes, el hermano menor, Andrés, fue detenido cuando trabajaba en las obras de la carretera de Navarrete. Tenía 17 años y nunca se volvió a saber de él.
El resto de la familia también sufrió las represalias del régimen franquista. Julio, el hermano mayor, así como su hermana Mónica y su cuñado Ángel Gómez Esteban pasaron varios años en la cárcel después de la guerra y posteriormente muchos más de destierro. En cuanto a su madre, Modesta Salesa, estuvo confinada por un tiempo en Torrijo del Campo y forzada al estraperlo en Valencia tras la guerra civil. Falleció en una de las calles de la capital y a día de hoy se desconoce dónde fue enterrado su cuerpo. Solo Ester, hermana mayor de Regina, logró salvarse por estar en aquellos primeros momentos de la guerra civil en Barcelona.
A lo largo de la guerra, 13 mujeres de Villarquemado fueron ejecutadas, entre ellas Regina Cruzado. A día de hoy, todavía no se ha recuperado su cuerpo.
Que no caiga en el olvido
Durante todo este tiempo, los descendientes de Regina han atesorado el último recuerdo material de su familiar. Hasta hace solo unos meses su propietaria fue Regina Salesa
Izquierdo, sobrina de la fallecida. Fue ella quien trasladó a Emeren García su preocupación por el futuro de la sábana.
“Depositar esta sábana en el Museo de Teruel era la última salida para proteger y para seguir cuidando de la memoria de una mujer como tantas otras que fueron injustamente asesinadas”, explica García, que se encargó de redactar una ficha descriptiva sobre la sábana y presentarla al museo.
Finalmente la donación se llevó a cabo el pasado mes de abril. “A nosotros nos pareció s estupendo, primero porque tenía esa capacidad de mostrar una actividad femenina generalmente poco valorada como es el bordado, pero también el papel de la mujer en las sociedades tradicionales y el papel de esa mujer que empieza a tomar conciencia y que se manifiesta y las consecuencias que eso tuvo, que fueron su asesinato”, explica Jaime
Vicente, director del Museo Provincial de Teruel.
La sábana ha pasado a formar parte de las colecciones del museo, incluida toda la información que se ha recogido sobre ella. Era el deseo de Regina, que el único testimonio que quedaba de su tía pudiera conservarse en un lugar seguro en honor a su memoria. “Yo
ya me quedo tranquila“ señala, y añade que no quiere hablar más sobre el tema.
En mayo, con motivo del día mundial de los museos y aprovechando que la temática de este año estaba relacionada con la capacidad de los museos de, a través de objetos, recuperar memoria, se llevó a cabo una exposición en torno a esta sábana. “Vimos que era idónea para mostrar como una pieza que integra el museo no es solo una pieza material, sino que hay un conjunto de significados, de información sobre la vida social, sobre la situación política, sobre la historia reciente en cada una de ellas”, explica Jaime Vicente.
En ella recrearon un espacio similar al que pudo ocupar Regina cuando se encontrara n inmersa en su labor, aunque con una silla vacía haciendo alusión a su ausencia. Expusieron la sábana junto a la funda de almohada que nunca terminó de bordarse y la artista y escritora Isabel González recitó el poema, El silencio bordado.
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