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Leciñena homenajea a sus once vecinos deportados al campo de Mauthausen: “Que los fascismos no vuelvan”

Monolitos en recuerdo a los deportados de Leciñena

Candela Canales

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Once vecinos de Leciñena fueron deportados entre 1940 y 1941 al campo de concentración de Mauthausen. Cinco de ellos fallecieron entre sus muros y nunca pudieron regresar a su localidad ni con sus familias, tampoco volvieron los seis supervivientes. 80 años después de la liberación de este campo de exterminio, Leciñena ha homenajeado a sus vecinos con un memorial.

Decenas de personas han acudido hasta el Parque Europa de esta localidad zaragozana para recordar a estos once vecinos. Elsa Osaba Bailo, nieta de Francisco Bailo, ha reclamado durante el acto “que los fascismos no vuelvan nunca más”: “Durante la dictadura no se podía hablar. Ahora en democracia no nos quieren escuchar”.

La historiadora Concha Soro, que ha participado en la organización de este homenaje, explica que la búsqueda de los familiares no ha sido sencilla, debido a la dispersión territorial de estos leciñenenses. Sin embargo, al final se ha logrado que todos los homenajeados tengan desdendientes presentes en este homenaje, familias que se han desplazado desde Nueva York, Frankfurt, Colonia, Francia y Zaragoza para reivindicar la figura de estos republicanos.

Son once monolitos, uno por cada persona que fue internada en contra de su voluntad en ese campo de concentración. Soro reproduce las palabras de Osaba, descendiente de uno de los deportados, cuando explicaba la importancia del homenaje: “Justicia ya no habrá. Es una reparación para las familias”. Francisco Bailo Mata; Francisco Franco Escanero; Carlos Maza Albero; Joaquín Maza Letosa; los hermanos Juan y Pascual Orús Murillo; Pedro Sancho Marcén; Félix Sieso Pisa; Antonio Solanas Franco y los también hermanos Antonio y Pablo Solanas Escartín se refugiaron en Francia al finalizar la Guerra Civil española.

En el país vecino fueron capturados y trasladados al campo de Mauthausen en diferentes momentos, los once no estuvieron a la vez en el complejo.

Cinco de ellos,  Pascual Orús Murillo, Juan Orús Murillo, Antonio Solanas Escartín, Carlos Maza Albero y Francisco Franco Escanero, fallecieron en el subcampo de Gunsen, donde las SS alemanas torturaban a los prisioneros, y en el castillo de Hartheim. Los otros seis sobrevivieron, aunque nunca regresaron a Leciñena, según explica Concha Soro, nieta de Carlos Maza y estudiante de historia.

La idea surgió hace dos años cuando algunos familiares comenzaron a investigar, y fueron encontrando familiares y descendientes repartidos por España y por otros países, como Francia, Alemania o EE.UU. Al acto, en el que se ha descubierto una placa y un monolito con el juramento de Mauthausen, también han asistido historiadores como José Luis Ledesma, Carmina Gustrán o Víctor Pardo.

Tras mostrar los monolitos, se ha cantado el Himno a la Libertad de Labordeta y se ha procedido a la lectura de un manifiesto que hicieron los españoles que estaban recluidos en el campo de concentración. Este texto, firmado el 16 de mayo de 1945, comienza con un “a las puertas de uno de los campos más terribles y más sangrientos” y destaca que los allí prisioneros “volvemos libres a nuestros países liberados del fascismo”: “Los prisioneros, a quienes todavía ayer amenazaba la muerte de la mano bestial del verdugo fascista, expresan su reconocimiento desde lo más profundo de su corazón, a las naciones aliadas victoriosas y liberadoras y saludan a todos los pueblos en su libertad reconquistada”.

Tras una estancia de varios años en el campo, “comprendemos mucho mejor el valor de la fraternidad de los pueblos. Fieles a este ideal, juramos mantener nuestro espíritu de solidaridad y unión para continuar la lucha contra el imperialismo y el fanatismo nacional. El mundo fue liberado de la amenaza hitleriana gracias al esfuerzo común de todos los pueblos y merced a este mismo esfuerzo nos ha sido devuelta nuestra amada libertad, tan deseada por todas las naciones”.

En este manifiesto se aboga por la “paz y la libertad” como “garantía de la felicidad de los pueblos”: “Recogida tan sabia enseñanza, queremos marchar por un camino común, el camino de la libertad indivisible de todos los pueblos, el camino de la mutua comprensión, el camino de la colaboración en la gran obra de construcción de un mundo nuevo, justo y libre”.

Sin embargo, los deportados españoles no encontraron ese escenario de libertad en su país de origen. Pocos regresaron y, los que lo hicieron, no pudieron expresar sus vivencias debido al régimen franquista. En 1962, un grupo de deportados y familiares fundaron en la clandestinidad la Amical Mauthausen, que no fue reconocida oficialmente hasta el año 1978.

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