“El caos de las librerías se parece mucho al caos de los recuerdos. Sus pasillos, sus anaqueles, sus umbrales son espacios habitados por la memoria colectiva y por las memorias individuales”. Estas palabras las podemos encontrar en ‘El infinito en un junco’, el best seller de la escritora zaragozana Irene Vallejo. Una oda al libro a través de diferentes épocas y donde, por supuesto, las librerías presentan un papel muy especial. Estos espacios no solo forman parte del escenario, sino que se convierten en personajes vivos de la historia.
Vallejo en su vademécum literario hace también mención a algunas de las librerías de su ciudad. Las mismas que este Día de San Jorge, Día de Aragón, Día del Libro o 23 de abril trabajan sin cesar en sus puestos del paseo de la Independencia de la capital aragonesa. Es para ellas la jornada más importante del año.
“El Día del Libro solo es noticia por Sant Jordi en Barcelona. Pero aquí, en Aragón, en concreto en Zaragoza, es una fiesta muy importante. Y cada año más”; señala Esther Muñío de la librería París. Esta importancia también la comparte Beatriz Barbero de El Armadillo Ilustrado: “El Día de San Jorge es un poco tópico. Pero es que, hasta la persona que no lee, se compra un libro”.
Para Ana Moure de La Pantera Rossa se trata de una jornada “apabullante”, ya que según ella “hay alegría y se compra con desenfado”. Julia Millán de Antígona explica que “aparte del descuento, que es un acicate para que la gente compre más, todo el mundo se lanza a la calle (y de todas las edades)”. Por su parte, Paco Goyanes de Cálamo subraya el rol del sector literario para su consolidación: “Esto se ha conseguido con muchísimo trabajo de editoriales y librerías aragonesas, con el apoyo también de las instituciones, pero sobre todo con el trabajo del sector privado. Creo que realmente es una fiesta muy importante en la comunidad”.
Tradición lectora
De acuerdo con el Ministerio de Cultura, en 2024, el 68% de los adultos españoles lee. Unas cifras que se incrementaron tras la pandemia. Y unos datos que comparten la mayoría de estas libreras: a los aragoneses nos gusta leer.
“Lo hemos percibido, efectivamente. Ese incremento se calcula en un 4% más o menos y es muy importante”, afirma Goyanes. Misma visión que comparte Millán: “Los aragoneses que leen, leen muchísimo. Y cada vez se lee más. Y, a pesar de lo que se dice, los jóvenes leen bastante”. Muñío también destaca ese poso literario, fruto del confinamiento, pero a su juicio insuficiente: “Son menos de los que me gustaría. La verdad es que te decimos que son pocos lectores que leen mucho y muchos que leen poco”.
En cambio, Moure considera que esos datos no son reales: “Me parece que exageran. Quizás haya repuntado un poco la cantidad de libros que se leen, pero desde luego no un 60%. Sí hubo mucho movimiento justo después de la pandemia, pero creo que más que por el aumento de la lectura; porque empezaron a valorarse más los comercios de proximidad”.
De nuevo, Barbero ratifica este índice lector, pero sí apunta que “tengo la sensación de que los eventos culturales que se programan no llegan a tanta gente como nos gustaría”.
Centros culturales
Estas librerías en Zaragoza no solo son un lugar de venta de libros, sino que se convierten en auténticos centros de cultura para la ciudad. Espacios donde fluyen todo tipo de exposiciones, charlas, presentaciones, jornadas, festivales, actividades infantiles, galardones, seminarios… Cultura pública para el público.
Por eso, no es de extrañar que la unión entre librera y cliente vaya más allá del momento transaccional. “Intercambio”, “confianza”, “bienestar”, “amistad” e, incluso, “familia” son algunos de los términos que todas ellas comparten a la hora de definir este tipo de relación tan especial. Un fuerte nexo donde los libros y el placer de su lectura es mutuo.
Por ello, qué mejor que preguntarles a ellas el porqué de regalar un libro en el Día del Libro (valga la redundancia).“Es una tradición y un regalo muy especial. La gente lo aprecia mucho, incluso los menos lectores”, responde Millán. Moure insiste también en “mantener la tradición”, puesto que “es bonito salir a la calle, encontrarte a tus conciudadanos, mirar los libros…”.
Y de la tradición a un sinfín de razones más. Muñío, por ejemplo, apunta que “puede ser una declaración de amor, un toque de atención -si es un libro de psicología- y decir necesito que me hagas más caso… muchas cosas. Detrás de un libro hay todo un mundo que el lector tiene que apreciar”. Por otro lado, Goyanes dictamina que un libro es “una buena vacuna contra el absolutismo y el autoritarismo”.
“Yo creo que regalar un libro cualquier día del año es un acierto”, resalta Barbero. Y, por tanto, “que ese regalo especial del Día del Libro no se convierta solo en un librito al año, que sea algo que tenga continuidad”. En definitiva, que leer se convierta en un hábito. Y es que ya lo decía Cervantes, uno de los motivos de la celebración de este 23 de abril: “El que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho”.