La mirada de Antonio Alaiz Canalís interpela al visitante desde la misma entrada de la exposición 'Los últimos', abierta en el Centro de Historias de Zaragoza hasta el próximo 15 de septiembre. Sus vecinos de Belver de Cinca (Huesca) lo conocían perfectamente, pues era habitual verle tomar el fresco en la puerta de su casa, pero quizás no todos sabían la historia que había tras esos ojos vidriosos. Que un 9 de marzo de 1938 marchó voluntario con la brigada Roja y Negra a combatir a Franco, que pegó tiros en el frente, que pasó por un campo de concentración en Madrid y que volvió al pueblo, donde fue obligado a pasar lista todos los domingos (según recoge el historiador Germán Ferrer Marzola en su libro 'Entre la historia y la memoria'). El retrato de Alaiz es uno de los 44 que componen la muestra del fotógrafo Luis Areñas, que entre 2015 y 2017 se propuso salvar el testimonio de los supervivientes de la Guerra Civil.
Areñas, francés de origen español, se propuso emprender este trabajo como un homenaje a su abuelo, Luis Pellicena, asesinado durante el conflicto. Combatiente voluntario del bando nacional, fue fusilado; justo antes de caer, como recordó emocionado su nieto en la presentación de la exposición, “sacó del bolsillo una foto de sus hijos, de mi madre y mi tío, y la besó”. “Nunca pude escuchar a mi abuelo, por eso quise buscar a los supervivientes que quedaban y rendirles homenaje dándoles voz”, explicó. “Es un proyecto que no habla de ideología, sino que muestra el fondo: gente corriente que se vio arrastrada a la barbarie, que vieron sus vidas quebradas”.
Ancianos que fueron jóvenes
En la muestra predominan los rostros ajados de ancianos y ancianas, pero hay excepciones simbólicas. Del techo de la primera sala cuelga el retrato juvenil de Juan Arévalo, al que se puede ver pasados los años en el retrato de Areñas: “He querido destacar que aquí los vemos mayores, pero cuando vivieron la guerra tenían 16, 17, 18 años; fueron estos jóvenes quienes combatieron”, señaló el autor. Entre los inmortalizados, nombres muy conocidos, como José Iranzo, el Pastor de Andorra -de quien Areñas recordó que le contó que “pasó mucho miedo” durante la guerra- o Marcos Ana, pero en su mayoría son gentes anónimas.
Las historias de estos veteranos se plasman en fotos de gran formato, en una decena de casos acompañadas de enlaces a audios donde son los propios protagonistas quienes explican su historia. “Originalmente quería hacer solo retratos, pero me di cuenta de que estas personas querían que les preguntara, así que el trabajo incluyó la grabación de voces y la filmación”, relató Areñas, quien apuntó que “no soy historiador, soy reportero, tengo una visión humanista, y creo que eso ayudó a crear un ambiente de confianza para que me contaran sus historias”. La exposición se completa con un documental de 45 minutos con esos testimonios, que para el autor suponen “un momento único, porque es gente en los últimos días de su vida que te cuentan lo que nunca antes habían contado”.
Incluso en ese momento final, sin nada ya que ganar o perder, sobrevoló la sombra del temor. “La mayoría quisieron hablar, pero muchas veces las familias se oponían con la excusa de que eran mayores. Hubo quien me pidió intimidad para hablar, porque aún tenía el miedo en el cuerpo”, apuntó Areñas.