El 27 de marzo de 1970, el accidente de un tren francés de mercancías provocó el hundimiento del puente de L'Estanguet, en el valle de Aspe, y su consecuencia inmediata fue el cierre de la línea internacional que unía Zaragoza y Pau a través de Canfranc, y la emblemática estación de esta localidad pirenaica. También para los pasajeros. 50 años después, tan redonda efeméride anticipa la deseada y futura reapertura de esta conexión ferroviaria con la aquiescencia de los gobiernos y de Europa. Solo la sombra del coronavirus ha eclipsado una celebración que se repuso a lo que su día supuso un drama todavía con interrogantes.
La historia de esta ruta, demandada desde mediados del siglo XIX, no está exenta de infortunios. Se inauguró en 1928, solo unos meses antes del Crack del 29, que lastró su rendimiento. Después llegarían la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, en la que se empleó como parte de la estrategia de guerra, la autarquía provocada por la dictadura franquista y el accidente que acabó con todo. El tráfico de mercancías nunca fue demasiado intenso, pero desde Aragón se ha persistido con cabezonería en reclamar su reactivación ya desde mediados de la década de los 70.
En junio de 1975 el Sindicato de Iniciativas y Propaganda de Aragón (SIPA) organizó un “tren memorial”, primera manifestación realizada con este fin. Dos años después, el recién legalizado sindicato Comisiones Obreras se presentó públicamente en otro tren especial que viajó hasta Canfranc para simbolizar la adhesión de los trabajadores a la demanda de reapertura. En 1986 se constituyó en Bedous (Francia) el ‘Comité pour la réouverture de la ligne Oloron-Canfranc’ (Créloc) que desde entonces ha encabezado el movimiento reivindicativo en dicho país. Su homónima en España, la Crefco, nació en 1993.
Accidente sin investigación
Dos viejas máquinas de 1922 tiraban del convoy aquella jornada con dirección a Canfranc. Las ruedas patinaron sobre unos raíles cubiertos de hielo. Los maquinistas se apearon para echar piedras sobre las vías para mitigar el deslizamiento, pero los frenos fallaron y el convoy, con nueve vagones de maíz, descendió fuera de control y se abalanzó sobre el puente de L’Estanguet, un paso metálico que ni siquiera se reparó en su momento y languideció hasta ser inservible y desaparecer.
El accidente se ha analizado desde todos los puntos de vista y durante mucho tiempo cobró auge la versión del sabotaje llegado desde el lado francés, pues al otro lado de los Pirineos se consideraba que esta línea ferroviaria era costosa e ineficaz. No ha habido ni investigación ni existen pruebas al respecto; sí, del desinterés galo. Según datos de la Dirección General de Aduanas, en 1970 habían descendido significativamente las exportaciones, y la media de viajeros era de menos de sesenta al día.
Ahora, el día de la reapertura está cerca y los trabajos de reacondicionamiento de la estación de Canfranc y del trazado representan más que una declaración de buenas intenciones. “En Francia, el tren llega a Bedous y Europa está apoyando este proyecto con dinero, ya no sólo para estudios, sino también para las obras de la nueva estación de Canfranc y el haz de vías”, explica el alcalde, Fernando Sánchez.
La explanada de la estación se está reestructurando con una doble función: la primera, dar uso a la antigua estación de tren con un hotel; y la segunda, preparar el nuevo haz de vías y la nueva estación de cara a la reapertura de la línea internacional. “Las obras avanzan a buen ritmo. Cada vez estamos más concienciados de que los cambios en el transporte y el cuidado del medio ambiente deben ser claves en nuestro futuro. El Canfranc reúne estos dos requisitos, es una línea ya hecha y el ferrocarril es mucho menos contaminante que otros medios de transporte. Así lo está viendo Europa y, de ahí, su apoyo”, añade Sánchez.
Gérard Lopez, vicepresidente encargado de relaciones transfronterizas del Créloc, resalta la necesidad de reabrir esta línea y trasladar allí el transporte de mercancías, “ya que las condiciones de vida de los habitantes de los valles de Aspe y Aragón corren el riesgo de deteriorarse considerablemente si, como pensamos, un mayor número de camiones cruzaran esta ruta cuando las dos autopistas se encuentren en Jaca. Nuestros valles se volverán más contaminados y los turistas no vendrán a respirar el aire fresco de nuestras montañas”. Ahora faltaría “motivar a los gobiernos centrales de Francia y España”, para establecer una fecha concreta.