El aeropuerto de Huesca-Pirineos no tiene, un año más, datos que justifiquen su funcionamiento. En el cierre de 2023 continuará siendo el que presenta un menor trasiego de pasajeros de todo el país, y no hay perspectivas de mejora. Se buscan usos alternativos sin que haya fructificado ninguna apuesta por el camino y tampoco con otra opción sólida en el horizonte. Una lenta agonía durante la que, sin embargo, se descarta su cierre. El futuro parece adscrito a la formación de pilotos, experiencia que se vivió ya en el pasado reciente y se cerró con sonados fracasos.
Los últimos datos disponibles, referidos al mes de noviembre, reflejan que solo cuatro pasajeros pisaron el aeropuerto oscense en aquellos 30 días. De promedio, uno a la semana. Y muy por debajo de otros como el de Burgos (108), Albacete (112) o Madrid-Cuatro Vientos (129), el decano de los aeropuertos españoles y utilizado sobre todo como escuela de pilotos y tripulantes de cabinas de pasajeros. El total de estos once meses ha sido de 178 personas, una cada dos días, lo que supone una reducción de un 44% respecto a los datos de 2022, que en total arrojó 324 pasajeros.
El número de operaciones comerciales también camina a la baja, con 1.235 en lo que va de año y solo por encima de Albacete, con 654. El balance anual presenta acusados altibajos, con un solo pasajero en el mes de abril y 24 en el de mayo. La actividad deportiva, con clubes de fútbol que lo utilizan en sus desplazamientos para jugar contra la Sociedad Deportiva Huesca, tampoco ha supuesto ningún alivio desde el descenso del club a la Segunda División. Ni se le da un uso turístico que sí se contempló años atrás y sigue representando una de las vías para garantizar un precario futuro.
La primera operación comercial reflejada, el 14 de abril de 2007, supuso un punto de partida hacia ninguna parte. En octubre de 2000, el aeródromo de Huesca pasó a calificarse “aeropuerto de interés general”. Era el primer paso para convertirse en otro ejemplo de los excesos cometidos en la red aeroporturia de España. Supuso una inversión de 45 millones de euros que se ampliaron a 60 con la adecuación de las carreteras anexas entre otros conceptos. Las previsiones apuntaban a 160.000 pasajeros al año. Pronto se demostraron exageradas. En su primer ejercicio sumó 1.386 pasajeros, y el año de mayor afluencia hasta entonces (2009) alcanzó los 6.200.
En 2011, tras el cese de operaciones de Pyrenair, una compañía construida para operar en esta instalación con un perfil turístico que quebró por falta de liquidez, el aeropuerto dejó de tener actividad comercial. La llegada de Airways Aviation, escuela de pilotos con base en el Reino Unido, tampoco acabó bien. Un nuevo fiasco que además terminó judicializado. La Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Aragón (TSJA) declaró nulo el despido colectivo de los 18 trabajadores de la escuela, que deberán ser ahora indemnizados por esta compañía.
La cancelación por impagos del contrato con el Gobierno libio para formar a pilotos de aquel país en la capital oscense, lo que sumado a la inactividad acrecentada por la pandemia en 2020 terminaron por enterrar la esperanza de dar un uso continuado a la infraestructura. La falta de ingresos en Airways Aviation se esgrimió como principal argumento por parte de la empresa para justificar el cierre, y las conversaciones con la administraciones públicas para la búsqueda de una solución no fructificaron.
Antes, Top Fly tampoco sacó adelante su proyecto, una escuela de pilotos que se topó con los problemas económicos de la empresa. 2009 y 2010 fueron los mejores años del aeropuerto de Huesca-Pirineos, con 6.228 y 5.906 pasajeros, respectivamente, y destinos como La Coruña, Madrid, Londres, Palma de Mallorca o Santiago de Compostela. Menos de una década más tarde llegaron las flojísimas cifras de 2016 (95 pasajeros) y 2015 (111). Ahora la actividad se limita, según la descripción de Aena, a operaciones de aviación general (privada y ejecutiva), escuelas de pilotos, aeroclubes y de Estado, además del helicóptero de montaña de la Guardia Civil.
El futuro pasa por la posibilidad de que se instale alguna otra escuela de pilotos, aunque por el momento no hay opciones sólidas. Al menos, su mantenimiento no es gravoso para las arcas públicas, pues se aplican programas de eficiencia específicos con servicios que se ofrecen conjuntamente con el resto de aeropuertos. No caben las comparaciones con el floreciente aeropuerto de Teruel, gestionado por el Gobierno de Aragón a diferencia del oscense. No han sido pocas las voces que han pedido su clausura definitiva. El proyecto de campus aeronáutico Barbatus y el Centro de Excelencia para Pilotos de Ryanair, que también se habían valorado, duermen de momento sin fecha para su
reactivación.