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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

La capitana abandona el barco

María Galindo

Portavoz del Consejo Ciudadano de Podemos Teruel —

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A los que aún tengan alma de niño y disfruten de las historias de piratas, ésta les va a encantar. Sin parche en el ojo, ni pata de palo (como mucho, unos buenos tacones), y la caverna mediática haciendo de loro en el hombro, Esperanza Aguirre se yergue como la corsaria más reconocible de la España actual. Qué antisistema más romántica, la que lucha contra  la jefatura de su partido y contra la buenista de Carmena, a la vez que enarbola los valores de la España del futuro: liberalismo, privatizaciones y el capitalismo “sanote” sin la corrupción que la rodea y que, según palabras textuales suyas: “Nos está matando”.

Tras numerosas aventuras como la construcción de la Ciudad Judicial, que dilapidó 105 millones de dinero público, y botines innumerables, aunque actualmente los jueces están trabajando duro para poder enumerarlos, Esperanza Aguirre decide abandonar el timón del barco del PP madrileño.

Siempre se ha dicho que las ratas son las primeras en abandonar un barco que se hunde, pero en este caso la capitana es la que se escapa ante la mirada atónita de su tripulación, que ya se quedó sin segundo al mando quince meses antes cuando Granados ingresó en la cárcel que él mismo inauguró, ironías de la vida. Según las propias palabras de la llamada “marquesa de la corrupción”, esta dimisión se debe a la responsabilidad política que, de repente, le ha entrado en el cuerpo. Es curioso que en el momento en el que se destapara el asunto de la corrupción de Granados su responsabilidad solamente le llevara a disculparse en público por su inocencia al confiar en alguien que, evidentemente, no era digno de la confianza de nadie.  Sin embargo, más de un año después disfraza de valentía su espantada y huye de un barco que se hunde, acelerando este hundimiento. Un barco inundado de mugre, con las maderas podridas a cargo de un jefe de marina, Rajoy, al que las vendettas internas de su partido le empiezan a pesar demasiado.

No es casualidad que en un momento extremadamente delicado para la cúpula nacional del PP, en el que tienen que decidir entre enfrentarse a unas nuevas elecciones, recabar apoyos para su investidura o rendirse y salvar los muebles apoyando un pacto PSOE-C's, la capitana envíe un mensaje muy poco críptico a Rajoy: “No es momento de personalismos, sino de sacrificios y cesiones”.

Tampoco es casual que dimita de su cargo de presidenta, pero se mantenga bien situada como concejala y portavoz del PP en el Ayuntamiento de Madrid, con un micro bien cerca en todo momento. Cuando Rajoy, agotado en medio de semejante marejada, por fin se aparte para facilitar “los entendimientos” de los pactos. Esperanza habrá saltado de un barco para subirse a uno nuevo más vistoso, no es la primera vez que oímos la palabra “dimisión” en sus labios (ésta se trata de la segunda en los últimos tres años).

Una no se hace con el control de los mares sin cierta táctica, ahora sólo queda esperar a ver cómo se estrellan contra las rocas los fieles a Rajoy y la llegada de un nuevo PP más del gusto de nuestra marquesa-corsaria y mejor preparado para la batalla mediática.

A los que aún tengan alma de niño y disfruten de las historias de piratas, ésta les va a encantar. Sin parche en el ojo, ni pata de palo (como mucho, unos buenos tacones), y la caverna mediática haciendo de loro en el hombro, Esperanza Aguirre se yergue como la corsaria más reconocible de la España actual. Qué antisistema más romántica, la que lucha contra  la jefatura de su partido y contra la buenista de Carmena, a la vez que enarbola los valores de la España del futuro: liberalismo, privatizaciones y el capitalismo “sanote” sin la corrupción que la rodea y que, según palabras textuales suyas: “Nos está matando”.

Tras numerosas aventuras como la construcción de la Ciudad Judicial, que dilapidó 105 millones de dinero público, y botines innumerables, aunque actualmente los jueces están trabajando duro para poder enumerarlos, Esperanza Aguirre decide abandonar el timón del barco del PP madrileño.