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La crisis de la fruticultura radica en lo más profundo de la mediocridad humana, en la codicia, en la avaricia... En aquella actitud que describía a la perfección la novela de Dickens 'Cuento de navidad'.
Esa actitud que hace que, del productor en adelante, nadie esté dispuesto a perder dinero ni ajustar sus beneficios, aunque eso suponga la destrucción de las economías familiares de toda una zona productiva y del modelo económico y repartidor de riqueza de un territorio.
Buscamos, entre tanto, soluciones que no están al alcance de quien tiene el problema: que si concentración de oferta, que si transformación a ecológico, que si promociones publicitarias… Quizás todos estos que controlan el sector y siguen haciendo de él un negocio (en el que el producto “no tiene precio”) y algunos de los que desde las Administraciones Públicas ven pasar el tiempo deberían recibir la visita de “los fantasmas” que van dejando en el sector frutícola.
Si esos fantasmas les hicieran volver la vista atrás, se darían cuenta de que, a base de mucho trabajo y pocas concesiones al ocio, y produciendo para vender “sin precio”, han hecho del sector la potencia exportadora que es hoy.
Fantasmas como José, fallecido tras una rápida enfermedad, a quien el almacenista dejó un impago fruto de la confianza de “toda la vida”...
Como Antonio, a punto de la jubilación, trabajador, buena persona, noble, sincero… quien se pregunta cómo incomprensiblemente le han dejado dos campañas sin pagar…
Como José María, que apostó por el sector, por su trabajo, que creía con ilusión en él, y ha tenido que dejarlo y vender su patrimonio.
Como Blas, luchador revolucionario, con valores, joven, reivindicativo, que cansado, harto y nervioso lo quiere dejar.
Como Jonathan, como Edu, como Octavio…
Y como la cantidad de inmigrantes temporeros sin futuro, dando tumbos, con sus familias lejos y sueldos que dan para subsistir y poco más.
Quizás después de la visita de todos estos fantasmas, descubramos que el sector frutícola no necesita crecer más, ni más fincas productivas, ni más centrales hortofrutícolas, ni más coches nuevos… que lo que necesita es dignificar la agricultura como forma de ganarse la vida, de reparto de riqueza, y la valoración del producto.
'Cuento de Navidad' acaba bien, su protagonista recapacita y abandona la avaricia y la codicia. Pero en el cuento de la fruticultura, hay muchos protagonistas a quienes deberían visitar los fantasmas para que recapacitasen y el cuento acabase bien... Quizás los primeros personajes a visitar fuesen las Administraciones Públicas, por aquello tan europeo de la defensa del “Desarrollo Rural”.
¡¡¡Feliz Navidad!!!
La crisis de la fruticultura radica en lo más profundo de la mediocridad humana, en la codicia, en la avaricia... En aquella actitud que describía a la perfección la novela de Dickens 'Cuento de navidad'.
Esa actitud que hace que, del productor en adelante, nadie esté dispuesto a perder dinero ni ajustar sus beneficios, aunque eso suponga la destrucción de las economías familiares de toda una zona productiva y del modelo económico y repartidor de riqueza de un territorio.