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Josefina Musulén: “Las mujeres han sido las grandes olvidadas en la historia de la República”

Josefina Musulén es nieta de represaliados y desaparecidos republicanos y sobrina de una niña robada. En el juicio a Baltasar Garzón por investigar los crímenes del franquismo relató, como testigo de la defensa, cómo el 13 de agosto de 1936, un falangista se llevó a su abuelo, miembro de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), y a su abuela embarazada. Le dijeron que a esta, en el tiro de gracia, le habían reventado la tripa. En 1978 comenzó la búsqueda y consiguió encontrar a varios amigos de su padre. Uno de sus familiares había estado en el Hospital Provincial cuando su abuela dio a luz. “Nació su hija, se la llevaron las monjas y ella fue fusilada en Torrero. Del paritorio al paredón”, relata.

Desde la Asociación de Mujeres Amparo Poch, de la que es presidenta, trabaja por la igualdad y la participación de las mujeres en la vida política y cultural. Mantiene vivo el recuerdo de las víctimas del franquismo y presta su apoyo a las familias como miembro de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Aragón (Armha).

Cada 14 de abril, Día de la República, se echa la vista atrás, ¿qué es lo que vemos?

Que seguimos luchando por encontrar a los familiares desaparecidos, con dignidad y sin miedo, porque sabemos que es nuestro derecho. Y lo que no vemos. Que ha habido mujeres protagonistas de la historia de la República que han sido las grandes olvidadas, que hubieran ocupado el lugar que se merecían si hubieran nacido hombres. En 1933, en el marco de la huelga general que llevó a la mitad de los ciudadanos de Zaragoza a la cárcel, se creó el comité revolucionario de la CNT con seis hombres y tres mujeres (Pilar Bretón, María Castaneda y Dolores Lerín). De los hombres hay muchas referencias en Google y de ellas, nada.

Ese es el trato histórico que se le ha dado a multitud de mujeres como Amparo Poch, médica, activista y antifranquista, o a Antonia Maymon, anarquista, feminista y la primera naturista, quien en su época ya tuvo planteamientos que hoy en día continúan siendo revolucionarios. Es lo mismo que ocurrió con la dirigente anarcosindicalista Teresa Claramunt o con la primera mujer alcaldesa de la Segunda República Española (en Gallur, en 1932), María Domínguez Remón. Y así, decenas y decenas de ellas.

Desde la asociación también recordáis a otras mujeres que sin estar en la lucha antifranquista sufrieron las injusticias del régimen.

Sí, los centenares de embarazadas a las que les arrebataron sus bebés por motivos ideológicos.  A pesar de que este tema se haya deslindado del franquismo, las redes de robos de niños comenzaron con la guerra. Un punto de partida fue la puesta en marcha, en Madrid, en 1936, del laboratorio de investigaciones psicológicas, encargado de estudiar las raíces psíquicas del marxismo. El médico y militar Antonio Vallejo-Nájera, jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares de la dictadura, elaboró un estudio cuyo objetivo era demostrar la inferioridad mental de las personas con esa ideología, buscaba el gen rojo para determinar dónde estaba esa malformación ideológica. Con los años, las redes de tráfico de niños se fueron perfeccionando a través de clínicas y órdenes religiosas que robaban a los bebés de aquellos que perdían la guerra, lo hacían por razones políticas.

Y de eso habla precisamente “Sonrisas robadas: los niños robados del franquismo”, una de las últimas charlas que realizáis desde la asociación.

Con ella pretendemos recordar que hubo un gran número de casos de bebés robados durante la dictadura, una práctica que se prolongó durante el tardofranquismo y que hoy alcanza la cifra de unos 300.000 niños en España.  Pero el objetivo también es explicar que ese mismo tráfico de bebés continuó en los años 60, 70 y 80 y que no fueron robos aislados que nada tienen que ver unos con otros. En 2010, algunos de estos casos salieron a la luz. Hasta entonces nadie hablaba de esto, pero muchas familias ya habíamos denunciado y no nos habían hecho caso.

¿Han servido las redes de apoyo y de búsqueda que se desarrollaron desde ese momento?

Es cierto que con Internet y la creación de nuevas plataformas mejoró la comunicación entre aquellos que intentábamos localizar a familiares desaparecidos, y lo mismo con las personas que sospechaban que podían haber vivido en primera persona o de cerca uno de estos robos. También se ha intentado trabajar en bancos de ADN, poner en común las investigaciones, pero la realidad es que hay miles de personas en España que desconocen que ellos mismos fueron uno de esos niños robados, y la ley de protección de datos junto a la inactividad de las instituciones sirve de excusa y de escollo para no dejarnos continuar avanzando.

¿Confían en que eso cambie con otro Gobierno en el poder?

Sabemos que tendremos que seguir luchando por cada dato para encontrar a los nuestros. No esperamos que las dificultades sean menores después de las elecciones.  La esperanza está en la búsqueda de las familias y la querella argentina, desde la que asociaciones de memoria histórica y familiares tratamos de encontrar las vías para dar con ellos.

 

Josefina Musulén es nieta de represaliados y desaparecidos republicanos y sobrina de una niña robada. En el juicio a Baltasar Garzón por investigar los crímenes del franquismo relató, como testigo de la defensa, cómo el 13 de agosto de 1936, un falangista se llevó a su abuelo, miembro de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), y a su abuela embarazada. Le dijeron que a esta, en el tiro de gracia, le habían reventado la tripa. En 1978 comenzó la búsqueda y consiguió encontrar a varios amigos de su padre. Uno de sus familiares había estado en el Hospital Provincial cuando su abuela dio a luz. “Nació su hija, se la llevaron las monjas y ella fue fusilada en Torrero. Del paritorio al paredón”, relata.

Desde la Asociación de Mujeres Amparo Poch, de la que es presidenta, trabaja por la igualdad y la participación de las mujeres en la vida política y cultural. Mantiene vivo el recuerdo de las víctimas del franquismo y presta su apoyo a las familias como miembro de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Aragón (Armha).