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Como en la mayoría de los pequeños pueblos aragoneses, en Fuentes Claras, con poco más de 400 empadronados, este fin de semana habrá programación navideña centrada en los más pequeños.
Recuerdo de niño, en la década de los sesenta, la extraordinaria ilusión que nos hacía ir a buscar piedras porosas y musgo por los rincones húmedos para montar el belén en la iglesia, con el portal, el río, los pastores y el resto de figuritas. Y también cómo esperábamos expectantes a que llegaran la nieve, las cartas de la familia y el sorteo de la Lotería Nacional.
Este sábado 21 el programa incluye la llegada de Papá Noel, la representación de “La vendedora de cuentos” por el Teatro Arbolé, dulces navideños y una charla sobre “El castillo de Fuentes Claras, la fortaleza olvidada”, una ciudadela que mandó construir Jaime II a principios del siglo XIV como defensa frente a las invasiones castellanas.
El programa se completa con la quinta edición de la “Andada del frío”, y el consiguiente almuerzo, para conmemorar el 61 aniversario de que el 17 de diciembre de 1963 en el observatorio meteorológico que tenía el entonces Ministerio del Aire en el término municipal se registró la temperatura más baja en zona poblada desde que hay datos oficiales (finales del XIX): 30 grados bajo cero, certificados por la Agencia Española de Meteorología (Aemet).
La resistencia frente a la adversidad, y en particular la meteorológica, es una de las señas de identidad de los vecinos y de todos los vinculados a este municipio de la comarca del Jiloca que está en un valle abierto en altura, a casi mil metros de altitud flanqueado por medias montañas.
Veintiséis años antes, a finales de diciembre de 1937, otra masa de aire polar con temperaturas de hasta 20 grados bajo cero se ensañó con los contendientes de una de las batallas más encarnizadas de alcance histórico para España e incluso para Europa: la batalla de Teruel.
En una ciudad que no llegaba a 14.000 habitantes, en sus alrededores y en las orillas del río Alfambra, se produjo un gigantesco y terrible enfrentamiento bélico que adelantó el desenlace de la guerra civil, con decenas de miles de soldados y miles de muertos, con los generales más relevantes de los dos Ejércitos, con la Legión Cóndor, con los mejores corresponsales de guerra como Hemingway, Matthews y Cappa.
Teruel fue la única capital de provincia que durante un mes y medio reconquistó el Ejército republicano, desde el 7 de enero hasta el 22 de febrero de 1938.
La maniobra del Estado mayor republicano de iniciar un ataque preventivo en Teruel, una ciudad próxima al Mediterráneo, para obstaculizar la inminente ofensiva del Ejército franquista desde Guadalajara hacia Madrid, provocó que Teruel se convirtiera en el Stalingrado español: “Luego, por las noches, se mezclan en las casas inadvertidamente soldados de ambos bandos que acaban matándose a la luz del alba, a golpes de bayoneta. Stalingrado no va a ser mucho peor” (Antony Beevor, “La guerra civil española”).
Ochenta y siete años después de la batalla de Teruel, el mito del frío pervive generación tras generación en el bautizado como triángulo de hielo (Calamocha/Fuentes Claras, Teruel y Molina de Aragón) por el escritor y divulgador meteorológico Vicente Aupí.
El triángulo de hielo responde a que desde que hay registros oficiales se han alcanzado al menos un centenar de mediciones de 20 grados bajo cero. Ni siquiera el cambio climático está consiguiendo iniciar el deshielo en la memoria de las gentes.
El frío mezcla bien con las fiestas navideñas que se revisten de autenticidad en los pequeños pueblos aragoneses en los que, como sucede en Fuentes Claras, hay un potente tejido asociativo: asociación cultural, deportiva, de jubilados, de mujeres, de cazadores, de cofrades y club de lectura.
No debemos olvidar que el niño Jesús nació en un pesebre, no en un centro comercial. La alegría navideña llega oscurecida este año por el cierre del horno del pueblo el próximo 1 de enero. Desaparecerá el primer encuentro de los más madrugadores y se perderá el evocador olor a pan y a magdalenas, que, como le sucedía a Marcel Proust, ilumina las primeras horas del día. Será otro autónomo que tira la toalla en los municipios de menos de 500 habitantes de la provincia de Teruel.
Como en la mayoría de los pequeños pueblos aragoneses, en Fuentes Claras, con poco más de 400 empadronados, este fin de semana habrá programación navideña centrada en los más pequeños.
Recuerdo de niño, en la década de los sesenta, la extraordinaria ilusión que nos hacía ir a buscar piedras porosas y musgo por los rincones húmedos para montar el belén en la iglesia, con el portal, el río, los pastores y el resto de figuritas. Y también cómo esperábamos expectantes a que llegaran la nieve, las cartas de la familia y el sorteo de la Lotería Nacional.