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Cuando se proyectaba la Expo 2008 de Zaragoza sus promotores incluyeron en el diseño un río de caudal estable y surcado por grandes barcos, al estilo centroeuropeo.
Luego se dieron cuenta de que nuestro Ebro es un río de régimen mediterráneo, con avenidas en invierno y primavera y, en la época estival en que se desarrollaba el evento expositivo, con fuertes estiajes. Nada que ver con un río centroeuropeo.
Para remediarlo, se procedió a una serie de reformas. La principal, retomar un proyecto que no era nuevo, la construcción de un gran azud, o pequeño pantano, en Zaragoza, y llevarlo a la práctica. Junto a la construcción del azud se procedió a otras reformas: un programa de continuos dragados en el río para mantener artificialmente un canal de navegación para barcos de calado y se llegó incluso a retirar parte de la solera del Puente de Piedra para permitir su paso.
De este modo, el azud de Zaragoza tenía como funciones el mantenimiento de una lámina estable de agua que diera la sensación estética de un río centroeuropeo y ayudar a la navegación de barcos de calado.
Todo este proceso llevó ya desde su planteamiento una fuerte oposición social. Parecía más normal –decían sus críticos- adaptar los barcos al río que no tener que adaptar nuestro río a los barcos. Una oposición que con el paso del tiempo no hizo más que aumentar, ante la demostración de lo absurdo de la medida: unos barcos que apenas podían navegar, con un elevado coste económico para la ciudad y ambiental para el río y sus habitantes.
Fruto de ello, recientemente se ha puesto fin a este sinsentido y el gobierno de Zaragoza ha decidido dejar de dañar al río y a las arcas municipales con los continuos dragados, lo que conlleva de facto el final de la navegación de barcos de calado.
Ante este hecho, se plantea en estos momentos la pregunta que abre el texto: ¿es necesario el azud de Zaragoza?
La función de mantener una lámina estable para el evento expositivo, acabado éste, se perdió. Y no tiene sentido mantenerla, no es una cuestión de estética –subjetiva- sino de cultura –objetiva-. No se trata de si me gusta más un río con estiaje o no, de si me gusta más un río mediterráneo o centroeuropeo. Se trata de que el Ebro, nuestro río, es mediterráneo. Repudiar su aspecto sería como repudiarnos a nosotros mismos. Si alguien planteara que le gusta más el estilo arquitectónico de la catedral de Burgos y que deberíamos de derribar el Pilar para levantar algo que imitara a la catedral de Burgos nos llevaríamos las manos a la cabeza. Pues esa misma cultura es la que nos une a nuestro Ebro, un río mediterráneo.
Y la función de ayudar a la navegación de grandes barcos ya no tiene sentido, suspendida dicha navegación.
Se une a ello que en estos momentos la sociedad pública que gestionaba el azud “Zaragoza @Desarrolo Expo” está en proceso de disolución y hay que decidir por tanto qué se hace con esa gestión, que supone un importante gasto anual para las arcas municipales en mantenimiento de las compuertas.
Ante ello, tenemos un azud que ha perdido las funciones para las que fue creado y con un coste económico elevado para todos los zaragozanos.
Cierto es que, como efecto indirecto, es usado –el azud y las instalaciones del puerto aledaño- para la práctica de algunas modalidades deportivas, como el piragüismo. Pero no es menos cierto que nuestra ciudad sin necesidad del azud ha sido un referente en piragüismo con campeones nacionales y medallas olímpicas. O que al eliminar la solera del Puente de Piedra al tiempo que se construía el azud, aparte del daño cultural, también se eliminó el efecto estabilizador que producía y que facilitaba la práctica del piragüismo. O que instalaciones que deberían haber servido para la práctica del piragüismo, han terminado destinadas a otros usos, como el actual restaurante Aura, con su inservible rampa para piraguas como testigo.
A este análisis se suma que el azud le provoca una importante afección al Ebro. Un río es por definición una corriente de agua, lo peor que le puede pasar es que esa corriente se detenga, y eso es lo que hace el azud. Eso conlleva la pérdida de “salud” del río: aguas estancadas, aumento de la temperatura…
Y esa pérdida de salud trae una serie de consecuencias indirectas. Favorece una serie de factores. Insisto, favorece, no los produce, pero sí los ayuda. Favorece la presencia de macrófitos (las “algas”), que a su vez ayudan al aumento de la mosca negra. Favorece la presencia de especies invasoras como mejillón cebra o siluro… no es casualidad que estos elementos hayan disparado su presencia tras la construcción del azud.
Así pues ¿qué hacemos? ¿Mantenemos el azud de Zaragoza tal y como está? ¿Nos planteamos recuperar nuestro Ebro a su paso por la ciudad? No son preguntas para responder ahora mismo. Son para hacérnoslas, recabar la información, pensarlas con todas las partes implicadas y tomar una decisión. Pero eso sí, son preguntas para formular, nuestro Ebro se lo merece.
Cuando se proyectaba la Expo 2008 de Zaragoza sus promotores incluyeron en el diseño un río de caudal estable y surcado por grandes barcos, al estilo centroeuropeo.
Luego se dieron cuenta de que nuestro Ebro es un río de régimen mediterráneo, con avenidas en invierno y primavera y, en la época estival en que se desarrollaba el evento expositivo, con fuertes estiajes. Nada que ver con un río centroeuropeo.