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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Desde la Plaza, en ayuno

Pedro Arrojo

Diputado de Podemos por Zaragoza —

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Ciertamente serán días duros, sin comer, durante una semana; pero mucho más dura es la vida de quienes huyen de la guerra y son bloqueados y rechazados cruelmente en las puertas de esta Europa que nos avergüenza cada día.

¡Qué pronto hemos olvidado a nuestros abuelos, que también tuvieron que huir para salvar la vida y fueron refugiados en Francia, en Méjico o en otros países!

Con esta huelga de hambre de una semana sólo pretendemos hacer un llamamiento a los miles de indignados que aún se conmueven por esos 10.000 niños desaparecidos, al perder a sus padres en su intento por llegar al pretendido refugio europeo.

Desgraciadamente, de momento, el lado oscuro de esta vieja Europa está ganando la partida. Y está ganando haciendo valer la insolidaridad para culpar de nuestras desgracias al más débil, y no al poderoso que esconde su botín en paraísos fiscales, mientras exige austeridad a los demás en nombre del interés general.

Europa se desmorona, y no tanto por la crisis económica, sino por la crisis moral y política que se deriva de las mal llamadas estrategias de “austeridad” y de la corrupción galopante, que se consagra en los paraísos fiscales, ya sea la City londinense, Luxemburgo, Suiza, Jersey, Andorra o Gibraltar…

Estaremos toda la semana sin comer, la mayoría en la Plaza de España, y Jorge Luis (el diputado de Podemos-Alto Aragón en Común) y yo en nuestra escaño, en las Cortes de Madrid, con un solo objetivo: reforzar el llamamiento de los movimientos sociales a esa vigilia de 24 horas, que empezará en la Plaza San Bruno el próximo viernes 22 a las seis de la tarde. Una jornada de acción y convivencia contra el vergonzoso acuerdo de la UE con Turquía y en defensa de la legalidad internacional y del derecho de asilo para los refugiados.

El reto, desde mi punto de vista, es tan claro como urgente: levantar la conciencia de humanidad y el espíritu democrático que existe en nuestros barrios y en nuestros pueblos para revertir, antes de que sea tarde, esta oleada de racismo y de corrupción que amenaza el futuro y el presente de la democracia en España y en nuestra vieja Europa.

Hace pocos días, se me encogía el alma mientras escuchaba el clamoroso ejercicio de cinismo que hizo el Sr. Rajoy en su comparecencia ante el Parlamento, afirmando que el Gobierno hacia todo lo posible para defender la dignidad y la seguridad de los refugiados … ¿Cómo es posible que desde el Gobierno, en sintonía con la mayor parte de Gobiernos Europeos, se defienda como la mejor solución pagar unos miles de millones para que sea el régimen turco quien garantice los derechos humanos de esos refugiados que llaman a nuestra puerta? Me cuesta tanto entenderlo … Y me cuesta porque, cuando intento entenderlo, me asalta la sospecha, por no decir la convicción, de que la derecha albergue expectativas, probablemente fundadas, de que esa posición pueda mejorar sus perspectivas de voto, desde su sistemática apelación al miedo y al egoísmo puro y duro.

Como me cuesta entender que las encuestas sigan dando esas proporciones de voto a un Partido Popular que no para de ofrecer nuevos casos de corrupción. Y es que, ciertamente, más allá de la ideología, afrontamos una crisis moral de una profundidad sin precedentes.

Creo que habrá valido la pena pasar un poco de hambre durante una semana, si con ello se ayuda, siquiera un poco, a que reaccionemos, en primera persona del plural. Porque, si no reaccionamos, esta degradación moral, vertebrada con la degradación política en marcha, nos arrastrará a un futuro muy oscuro.

Ciertamente serán días duros, sin comer, durante una semana; pero mucho más dura es la vida de quienes huyen de la guerra y son bloqueados y rechazados cruelmente en las puertas de esta Europa que nos avergüenza cada día.

¡Qué pronto hemos olvidado a nuestros abuelos, que también tuvieron que huir para salvar la vida y fueron refugiados en Francia, en Méjico o en otros países!