El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
He participado como portavoz socialista en la Comisión de Igualdad del Congreso en varios actos del Día Internacional de la Mujer en Melilla. He podido escuchar algunas de las demandas y preocupaciones de las mujeres de una ciudad con una sociedad diversa y heterogénea, compleja por una diversidad que a su vez no hace más que enriquecerla.
Melilla es además la puerta de entrada a una Europa que estamos intentando blindar sin buscar otras soluciones al drama que viven miles de refugiados que huyen de la guerra y la miseria. De estos, una gran mayoría son mujeres. Y, por tanto, doblemente víctimas. Por su condición de refugiadas y por ser mujeres con un futuro incierto, muchas de ellas condenadas a la explotación laboral o sexual. Impresiona la valla que separa dos mundos, dos realidades. Por eso mismo, la labor que tenemos por delante es ardua. Para estar alerta ante los abusos y para aplicar políticas que traten de reparar la catástrofe humanitaria que estamos viviendo aquí al lado.
No parece que esta sea la política que, una vez más, esté aplicando la Unión Europea más liberal. El ultimo acuerdo para blindar fronteras está mal visto incluso por la ONU. Y lejos de tratar de atajar el conflicto lo que hace es poner parches que saltarán pronto y dejarán mas abierta una herida que hay que atajar.
No hay solución sencilla a un problema global. Pero de lo que estoy segura es que esta no pasa por poner vallas más altas o con más cuchillas para cercenar un poco más la dignidad humana.
He participado como portavoz socialista en la Comisión de Igualdad del Congreso en varios actos del Día Internacional de la Mujer en Melilla. He podido escuchar algunas de las demandas y preocupaciones de las mujeres de una ciudad con una sociedad diversa y heterogénea, compleja por una diversidad que a su vez no hace más que enriquecerla.
Melilla es además la puerta de entrada a una Europa que estamos intentando blindar sin buscar otras soluciones al drama que viven miles de refugiados que huyen de la guerra y la miseria. De estos, una gran mayoría son mujeres. Y, por tanto, doblemente víctimas. Por su condición de refugiadas y por ser mujeres con un futuro incierto, muchas de ellas condenadas a la explotación laboral o sexual. Impresiona la valla que separa dos mundos, dos realidades. Por eso mismo, la labor que tenemos por delante es ardua. Para estar alerta ante los abusos y para aplicar políticas que traten de reparar la catástrofe humanitaria que estamos viviendo aquí al lado.