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De rotundo fracaso se pudo considerar no solo la sesión inaugural sino cada una de las tres mesas redondas que se celebraron para debatir no se sabe muy bien el qué. Si alguien se pregunta el sentido de tal despliegue de medios y en qué dirección iban encaminados los esfuerzos en llevar a parte de la primera plana del gobierno español a semejante evento, no encontrará fácil respuesta.
Si hubiera o hubiese alguna, sería rebatida de inmediato con los pobres datos de asistencia. Es decir, el poco o nulo interés que demuestra actualmente en nuestra sociedad algo tan primitivo como el mundo de los toros. Desde muchos foros, no solo antitaurinos, se viene denunciando el empeño de algunos en sujetar un cadáver muerto de cara a la galería. Albacete, tierra de toros, le dio la espalda al evento con una asistencia irrisoria. El Teatro Circo dispone de una capacidad de mil doscientas personas, mientras que la media de asistencia a las mesas redondas, que debían de ser como el fútbol de interés general, fue de trescientas. En las taquillas de la corrida, acto estelar del Congreso, se colgó el cartel de Agotadas. Eso sí, la asistencia fue floja. ¿Por qué? La respuesta está en el acto solidario del evento. El dinero recaudado iba destinado a asociaciones benéficas, con lo cual, muchas de las personas se inclinaron por hacer un donativo a instituciones como Cáritas o a un colectivo de religiosas que trabajan para desfavorecidos.
El señor Wert dilapidó un valioso fin de semana de su trabajo en un acto irrelevante. Visto lo visto, parece que los frentes que tiene abiertos con la sociedad española, con todo el arco estudiantil en pie de guerra y con una baja valoración como ministro, no le importan y/o no le interesan.
El señor Wet dijo, en una de sus frases que serán más recordadas, que le gustaría españolizar a los alumnos catalanes. Parece ser que también estaba dispuesto a “torear” a toda la sociedad española.
Tres meses después y tras las primeras citas electorales de este año, tanto Wert como Cospedal entre otros, han recibido un mensaje claro de los españoles y se tambalean en la cuerda floja política. Está claro que aferrarse a prácticas más propias de otra era no les ha traído más que disgustos. Próximos a un nuevo capítulo electoral es de esperar que los partidos abran los ojos a la realidad social y terminen de posicionarse firmemente a favor del respeto a los intereses y valores de los ciudadanos, que ya están hartos de este pseudonegocio sanguinario y que son al fin y al cabo, los que deben marcar el camino.
De rotundo fracaso se pudo considerar no solo la sesión inaugural sino cada una de las tres mesas redondas que se celebraron para debatir no se sabe muy bien el qué. Si alguien se pregunta el sentido de tal despliegue de medios y en qué dirección iban encaminados los esfuerzos en llevar a parte de la primera plana del gobierno español a semejante evento, no encontrará fácil respuesta.
Si hubiera o hubiese alguna, sería rebatida de inmediato con los pobres datos de asistencia. Es decir, el poco o nulo interés que demuestra actualmente en nuestra sociedad algo tan primitivo como el mundo de los toros. Desde muchos foros, no solo antitaurinos, se viene denunciando el empeño de algunos en sujetar un cadáver muerto de cara a la galería. Albacete, tierra de toros, le dio la espalda al evento con una asistencia irrisoria. El Teatro Circo dispone de una capacidad de mil doscientas personas, mientras que la media de asistencia a las mesas redondas, que debían de ser como el fútbol de interés general, fue de trescientas. En las taquillas de la corrida, acto estelar del Congreso, se colgó el cartel de Agotadas. Eso sí, la asistencia fue floja. ¿Por qué? La respuesta está en el acto solidario del evento. El dinero recaudado iba destinado a asociaciones benéficas, con lo cual, muchas de las personas se inclinaron por hacer un donativo a instituciones como Cáritas o a un colectivo de religiosas que trabajan para desfavorecidos.