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El Gobierno de coalición, como consecuencia de la reducción de penas tras la aplicación de la Ley Integral de Garantías de la Libertad Sexual, está pasando por una importante crisis. Es cierto que no es la única en lo que llevamos de legislatura, pero la crispación y descalificación pública del socio, así como la duración del enfrentamiento, han alcanzado niveles bastante preocupantes.
Es normal que, en las coaliciones, como en cualquier colectivo, aparezcan diferentes formas de enfocar las cosas, distintas maneras de afrontar los problemas a los que se enfrentan, pero si no se es capaz de encontrar una propuesta consensuada o, al menos, pactar los desacuerdos, la convivencia resulta muy complicada. Especialmente cuando se dedican más energías a descalificar al “aliado” que a explicar las alternativas.
Creo que la ley de solo sí es sí es una buena ley: contempla la prevención, sensibilización, protección y ayudas a las mujeres y, sin disminuir el castigo en los casos más graves, evita la idea -desmentida por numerosos estudios- de que, a mayores penas, menos delincuentes. Pero, por la interpretación de algunos jueces, la demagogia de la derecha y la división en el seno del Gobierno, corre el riesgo de convertirse en una ley maldita: crea alarma social, divide al movimiento feminista y desmoviliza a los votantes progresistas.
El problema está en el origen, el Gobierno tenía que haber sido consciente de las repercusiones de la ley en cuanto a reducción de penas y haber explicado desde el principio los desajustes que se podían producir inicialmente, haciendo hincapié en los beneficios que en el futuro iba a tener para las mujeres. Pero no solo no lo hicieron, sino que han sido incapaces de reaccionar de forma serena y coordinada al proceso de reducción de penas. Podemos, enrocándose en la “perfección” de la ley elaborada por el Ministerio de Igualdad y el PSOE, desdiciéndose del acuerdo que permitió presentar la ley al Congreso.
Es difícil de entender el enfrentamiento entre UP y el PSOE. En la práctica, no parece que las repercusiones, al menos a corto plazo, tengan entidad suficiente como para justificar el choque entre los dos socios. Por parte del PSOE, porque la modificación que pretende no va a acabar con la reducción de penas, solo será efectiva para los futuros delitos y de éstos, los de mayor gravedad, ya están suficientemente castigados en la ley. En el caso de Podemos porque si no se demuestra la violencia -en algunos casos evidente- porque la mujer agredida no quiere pasar por el trance de tener que demostrar cuánto y cómo se resistió, la aplicación de las penas será la prevista en la propuesta del Ministerio de Igualdad.
La pugna por el relato en la Ley Integral de Garantías de la Libertad Sexual, solo tiene explicación si tenemos en cuenta el periodo electoral en el que hemos entrado y en el que podemitas y socialistas quieren marcar perfil propio y consolidar o mejorar sus expectativas electorales de cara a las elecciones de mayo.
Creo que es un error, que los estrategas de los dos partidos se han equivocado. En el PSOE porque hasta mayo no va a haber ningún cambio significativo en la aplicación de la ley y sus barones, tendrán que aguantar en la campaña las críticas de las derechas, porque seguirán las rebajas de penas a algunos condenados. Tampoco lo tiene mejor Podemos, con su estrategia puede que movilice al segmento más ideologizado, pero difícilmente va a ensanchar su base social en unas elecciones centradas en dar alternativas a los problemas locales.
Lo peor de esta apuesta tacticista, en mi opinión poco rentable, son las repercusiones negativas que puede tener en las elecciones generales. Todo apunta a que la repetición de un gobierno progresista solo será posible si el electorado de izquierdas se moviliza y se presentan listas unitarias para que no se desperdicien sus votos. La crispación y el ruido no favorece ni lo uno ni lo otro. Además, las descalificaciones personales minan la confianza entre quienes tienen que negociar los acuerdos poselectorales, sean estos de gobierno, de legislatura o puntuales.
En la ley de solo sí es sí, PSOE y Podemos han decidido jugar a la chica. Esperemos que acabe pronto la estrategia de confrontación y lleguen a un acuerdo o, al menos, sean capaces de pactar el desacuerdo, aún están a tiempo. Sería lamentable que se cumpliese el dicho de “Jugador de chica, perdedor de mus”.
El Gobierno de coalición, como consecuencia de la reducción de penas tras la aplicación de la Ley Integral de Garantías de la Libertad Sexual, está pasando por una importante crisis. Es cierto que no es la única en lo que llevamos de legislatura, pero la crispación y descalificación pública del socio, así como la duración del enfrentamiento, han alcanzado niveles bastante preocupantes.
Es normal que, en las coaliciones, como en cualquier colectivo, aparezcan diferentes formas de enfocar las cosas, distintas maneras de afrontar los problemas a los que se enfrentan, pero si no se es capaz de encontrar una propuesta consensuada o, al menos, pactar los desacuerdos, la convivencia resulta muy complicada. Especialmente cuando se dedican más energías a descalificar al “aliado” que a explicar las alternativas.