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La muerte en Salou de un mantero de origen senegalés durante un registro domiciliario llevado a cabo por la policía autonómica catalana la madrugada del pasado martes pone de relieve, una vez más, el carácter profundamente racista de nuestras sociedades.
Muchos hemos pensado en la obra del premio nobel de literatura Dario Fo al escuchar por primera vez la noticia de la muerte de Mor Sylla y la versión oficial ofrecida por los responsables policiales acerca de lo acontecido. Tras la investigación la policía concluye: Muerte accidental. Ha debido ser un tropiezo. El hombre se puso nervioso. Son cosas que pasan. Como el tiempo o las tormentas de verano.
Son cosas que pasan. Sí. A veces. Como aquel 20 de enero de 2011. Ese día fallecía en Barcelona Mohamed Reda, de 16 años. Su accidente tuvo lugar unos días antes. El 8 de enero. Él no saltó desde un tercero sino desde un quinto. También voló al estilo Pinelli. Pero, a diferencia de lo que le ocurrió al anarquista de Fo, a él nadie le dedicó una obra de teatro. Apenas sí, gracias a los pequeños disturbios que tuvieron lugar tras su muerte, en los periódicos alguna página. Probablemente pocos se acuerden de aquello. Sus amigos, tal vez. O su familia, si la tenía. La policía local dijo entonces lo mismo que ahora dicen los Mossos d'Esquadra. Que los accidentes pasan. Como la primavera o la infancia.
Black girl dangerous, un popular blog estadounidense de feminismo negro, hace tiempo colgó un post en el que se establecía un cierto catálogo de experiencias a partir de las cuales dirimir si uno es blanco o no. A la cuestión de cómo saber si eres blanco preguntaba, en primer lugar, si te ha dado alguna vez el alto un policía y, en caso de que haya ocurrido, si se te hizo salir del vehículo y tumbarte en el suelo, si se te humilló en algún sentido, si te pegaron, si te apuntaron con pistolas, si sentiste miedo por tu vida. Si nada de eso te ha ocurrido, respondía el fragmento, puede que seas blanco.
La cuestión de la raza no depende tanto de una problemática natural o biológica, ni siquiera de una problemática dermatológica o pigmentaria, cuanto de un reparto desigual de los privilegios, de un tipo concreto de organización social, en definitiva, de una cuestión política: qué vidas importan, qué vidas son respetadas, cuáles deben ser lloradas. En eso no parece haber mucha diferencia cultural entre Cataluña y España. Al fin y al cabo, ambos son Europa y, en Europa, a veces ocurre que los hombres negros salen muertos de sus encuentros con la policía. En Estados Unidos, la comunidad afroamericana viene repitiendo sin descanso una consigna clara y contundente: “las vidas de los negros importan”. También aquí, donde hasta hace dos días el 12 de octubre no se celebraba el día de la Hispanidad, ni el de la Virgen del Pilar, sino el día de la Raza, debiéramos repetirnos, una y otra vez eso de #BlackLivesMatter.
La muerte en Salou de un mantero de origen senegalés durante un registro domiciliario llevado a cabo por la policía autonómica catalana la madrugada del pasado martes pone de relieve, una vez más, el carácter profundamente racista de nuestras sociedades.
Muchos hemos pensado en la obra del premio nobel de literatura Dario Fo al escuchar por primera vez la noticia de la muerte de Mor Sylla y la versión oficial ofrecida por los responsables policiales acerca de lo acontecido. Tras la investigación la policía concluye: Muerte accidental. Ha debido ser un tropiezo. El hombre se puso nervioso. Son cosas que pasan. Como el tiempo o las tormentas de verano.