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Violencia machista (3). Indiferencia y privilegios masculinos

Esther Moreno

Miembro del Consejo Ciudadano Autonómico de Podemos Aragón —

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En tan solo tres días desde la multitudinaria Marcha contra las Violencias Machistas al menos 7 mujeres han sido asesinadas por hombres, quizás más, he perdido la cuenta. El machismo está en crisis, se revuelve y reacciona al rechazo social. Pero este rechazo no es suficiente. Si los asesinados fueran políticos, policías, militares, funcionarios, hombres… habría en los medios de comunicación oficiales un clamor de mil demonios, portadas de informativos de TV y de periódicos, convocatorias institucionales multitudinarias, banderas a media asta, luto nacional. Pero no sucede nada parecido, hay una denuncia de los hechos “de baja intensidad”, porque para los que mandan las cuestiones importantes son otras.

¿A qué se debe esto? A un desigual reparto de poder entre mujeres y hombres. No es cierto que vivamos en una situación de igualdad. Ni lxs adultxs, ni lxs jóvenes. Lo que sí existe es una cantidad importante de mujeres con una energía tremenda para cambiar sus vidas y conquistar espacios de libertad e independencia, y pocos hombres dispuestos a renunciar a sus privilegios.

Los crímenes machistas son la punta del iceberg de un sistema de organización de la sociedad denominado Patriarcado que no respeta a las mujeres de igual manera que a los hombres, que, en realidad, se basa en la discriminación de las mujeres, en su trabajo gratis e invisible, imprescindible para que todo funcione. Esa punta del iceberg sangrienta descansa sobre una enorme y sumergida masa: en medio se encuentran esas otras violencias que ya no se condenan tan claramente pese a ser gravísimas: maltrato, agresión sexual, violación, acoso sexual en el trabajo... y debajo, en la base del iceberg, lo que llamamos Micromachismos, prácticas organizadas en torno a la indiferencia hacia la situación de las mujeres. ¿Con qué objetivo? Con el de mantener los privilegios masculinos: indiferencia hacia el salario inferior de las mujeres, o hacia el lugar secundario al que se las dirige en el trabajo o en la política.

Una de las pancartas aragonesas que viajaron el pasado domingo a la marcha de Madrid decía: “No queremos un futuro, queremos un presente”. Necesitamos ya medidas concretas efectivas: desde garantía de vivienda para las mujeres en riesgo hasta unos medios de comunicación que hablen de mujeres asesinadas y no de “mujeres que mueren”, pasando por profesionales con formación feminista en judicatura, policía o servicios sociales. Más recursos económicos, más poder para las mujeres y menos para los hombres. Si nuestrxs hijxs son educadxs, de forma integral, en otra relación de poder diferente, podrán ejercerla de forma igualitaria. Si no, será imposible. Con machismo no hay democracia.

 

En tan solo tres días desde la multitudinaria Marcha contra las Violencias Machistas al menos 7 mujeres han sido asesinadas por hombres, quizás más, he perdido la cuenta. El machismo está en crisis, se revuelve y reacciona al rechazo social. Pero este rechazo no es suficiente. Si los asesinados fueran políticos, policías, militares, funcionarios, hombres… habría en los medios de comunicación oficiales un clamor de mil demonios, portadas de informativos de TV y de periódicos, convocatorias institucionales multitudinarias, banderas a media asta, luto nacional. Pero no sucede nada parecido, hay una denuncia de los hechos “de baja intensidad”, porque para los que mandan las cuestiones importantes son otras.

¿A qué se debe esto? A un desigual reparto de poder entre mujeres y hombres. No es cierto que vivamos en una situación de igualdad. Ni lxs adultxs, ni lxs jóvenes. Lo que sí existe es una cantidad importante de mujeres con una energía tremenda para cambiar sus vidas y conquistar espacios de libertad e independencia, y pocos hombres dispuestos a renunciar a sus privilegios.