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El pasado día 8, Yolanda Díaz presento en Madrid su proyecto, Sumar. Pero, ¿sumar qué? Lo que muchas personas, con militancia partidista y sin ella, esperaba de Díaz era que empezase a trabajar en la formación de una coalición electoral de izquierdas, que sumase siglas de partidos políticos. Pero afortunadamente -la brecha existente entre buena parte de la ciudadanía y las opciones de izquierdas o progresistas no se cierra sumando siglas- el proyecto de la ministra de Trabajo no es ese. Ya lo anunciaba cuando hablaba de escuchar a la gente; cuando decía que no quería verse limitada al rincón de la izquierda, sino ocupar el mayor espacio posible del tablero político. Y esto solo se consigue cambiando la manera de intervenir en política.
Finalmente, ya sabemos lo que pretende: impulsar un movimiento ciudadano capaz de elaborar un nuevo contrato social, elaborar un programa, basado en la participación de diferentes colectivos sociales, que sirva de guía para la intervención política de los próximos años.
Hay quienes critican a la dirigente gallega por no seguir la liturgia tradicional de la izquierda y apostar por un frente de partidos “capaz” de parar a la derecha, quienes dudan de su firmeza ideológica por buscar la trasversalidad, mayorías amplias. Es cierto que en sus intervenciones no utiliza los grandes titulares “ideológicos”, pero tanto los pilares sobre los que se va a asentar el programa de Sumar -derechos laborales, fiscalidad, feminismo, transición ecológica, profundización democrática, derechos humanos, recuperación de los servicios públicos…- como el trabajo realizado por la ministra de Trabajo en estos años, son elementos suficientes como para no dudar de cuáles son sus prioridades y qué colectivos van a ser objeto de su preocupación política.
Díaz se toma “en serio las cosas importantes, que son las del comer, pero también las de soñar”; habla de generosidad y ternura en política -qué diferencia con quienes defienden que en política vale todo, que hay que salir ya llorado de casa- de esperanza y de no resignación. Me recuerda a las trabajadoras del textil de Lawrence, Massachussets, que, en su huelga de principios de 1912, luchaban por el pan y las rosas. No me parece mala forma de llegar a gran parte de la ciudadanía, que necesitamos resolver los problemas materiales del día a día, pero también ilusiones.
La promotora de Sumar no lo tiene fácil. De momento se plantea la elaboración de un programa, un proyecto de país, pero un proyecto de país no tiene sentido si no se ponen los medios para que la teoría se ponga en práctica incidiendo tanto en los ámbitos legislativos como en los ejecutivos. Y para esto es necesario participar en los procesos electorales, con la mayor unidad posible entre las opciones a la izquierda del PSOE, y organizar a los defensores del proyecto en ciudades, comarcas y pueblos. Esta será la etapa más complicada.
No es la primera vez que se intenta diseñar un espacio común para esa parte del espectro político y, por la estrategia seguida hasta ahora, no me cabe duda de que la vicepresidenta las ha tenido en cuenta. Sin embargo, el éxito del proyecto requiere de la implicación en él de las estructuras políticas ya existentes, y no parece que buena parte de sus dirigentes estén en sintonía con el diseño de Yolanda Diaz, según el cual, su participación no va a ser estelar. Más bien dan la impresión de estar anclados en los esquemas tradicionales de acuerdos entre las direcciones sobre programa, listas y diseño de campaña.
El momento de estructurar organizativamente el nuevo instrumento político será especialmente crítico, a la lucha de los partidos por ocupar puestos de poder habrá que sumar la llegada de oportunistas, resentidos y rebotados de distintos sitios que también querrán hacer valer sus “méritos”. Ya conozco a más de una persona que se autoproclama portavoz de Sumar en Aragón.
Todos estos riesgos se minimizarán si el equipo de Díaz es capaz de, a la vez que se desarrolla el proceso de escucha, ir asentando, en el mayor número de sitios posibles, núcleos de apoyos de gente con una gran sintonía con el proyecto. Y si en estos núcleos hay personas con experiencia organizativa -en esto las organizaciones sociales pueden ser excelentes viveros- tanto mejor.
Quizás la propuesta de la ministra de Trabajo pueda parecer utópica, pero, ¿no es la utopía ese punto en el horizonte que nos guía para transformar la sociedad? Yolanda Díaz nos presenta una nueva forma de entender la política en la que merece la pena participar, aunque, como decía Labordeta “También será posible que esa hermosa mañana, ni tú ni yo ni el otro la lleguemos a ver…”
El pasado día 8, Yolanda Díaz presento en Madrid su proyecto, Sumar. Pero, ¿sumar qué? Lo que muchas personas, con militancia partidista y sin ella, esperaba de Díaz era que empezase a trabajar en la formación de una coalición electoral de izquierdas, que sumase siglas de partidos políticos. Pero afortunadamente -la brecha existente entre buena parte de la ciudadanía y las opciones de izquierdas o progresistas no se cierra sumando siglas- el proyecto de la ministra de Trabajo no es ese. Ya lo anunciaba cuando hablaba de escuchar a la gente; cuando decía que no quería verse limitada al rincón de la izquierda, sino ocupar el mayor espacio posible del tablero político. Y esto solo se consigue cambiando la manera de intervenir en política.
Finalmente, ya sabemos lo que pretende: impulsar un movimiento ciudadano capaz de elaborar un nuevo contrato social, elaborar un programa, basado en la participación de diferentes colectivos sociales, que sirva de guía para la intervención política de los próximos años.