La tienda es Callejón Zaragozon (sin acento) que suele tener largas colas y vende cosas de Harry Potter, aquella saga de Rowling de niños magos que ahora son personas enormes. Antes había un sexshop o tienda de objetos sexuales. También abrió en Alfonso I este verano un “Normal” donde estuvo Almacenes Gay (las Rebajas de don Julio) y que ahora, sede de Forcén y oficinas, luce las fachadas de luz de Santiago Arranz, que hizo las del Centro de historias y mil cosas más.
La segunda foto, desde Valle de Broto, enseña desde El Pilar hasta Kasán: el Parque del Tío Jorge, que se va a remodelar, el capirucho enfundado tipo Christo del B. Santander (Banco Aragón) y la torre de San Pablo, entre las entrañables moles y adefesios ladrilleros de todas las décadas.
Antes de cerrarse la vista en las manzanas de Kasán, pioneras de la expansión urbana al norte del Ebro en los setenta, se ve el torreón de nunca acabar junto al Puente de la Almozara, célebre por tapar un trozo del Moncayo si se mira desde el Puente de Piedra, celebridad inversa.
De esta estampa me seduce que, si la miras a bulto, sin ver, destaca abajo a la derecha, una escultura casual formada por dos cipreses de Silos coronados por un coche: podría ser algo de Ángel Orensanz (que inundó la ciudad con sus artilugios antes de irse a NY); podría ser un dolmen robado del Pirineo, o podría ser el símbolo un poco estirado al modo del Greco del número Pi, 3.14159 (…), que es el infinito, parecido a Zgz, la inmortal.