Los mapas de peligrosidad de inundación constituyen una herramienta fundamental para la prevención de tragedias como la de Valencia. La Confederación Hidrográfica del Ebro añadió el pasado mes de septiembre 700 kilómetros a los más de 3.000 con los que ya contaba en los mapas de peligrosidad, 200 de ellos en Aragón. El conocimiento de las áreas y zonas que pueden inundarse ante una crecida del río es fundamental para planificar el urbanismo y minorar el riesgo de estos fenómenos naturales.
Según explican en los propios mapas elaborados por la CHE, para disponer de una herramienta “eficaz de información” y una base para establecer las prioridades “y la toma de decisiones de índole técnica, económica y política relativas a la gestión del riesgo de inundación, es necesario estipular la elaboración de mapas de peligrosidad por inundaciones y de mapas de riesgo”. Estos muestran las “consecuencias adversas asociadas con diversos escenarios de inundación, incluida la información sobre fuentes potenciales de contaminación del medio ambiente a consecuencia de las inundaciones”.
Los mapas de peligrosidad incluyen láminas de inundación y mapas de calado, y los de riesgo recogen el número indicativo de habitantes que pueden verse afectados; la actividad económica en la zona inundable; las instalaciones industriales que pueden ocasionar contaminación accidental en caso de inundación, como las estaciones depuradoras; las zonas protegidas para la captación de agua destinadas a uso humano o masas de agua de uso recreativo y zonas para la protección de hábitats y especies.
En estos nuevos mapas se han añadido tramos que antes no estaban considerados peligrosos y se han modificado los niveles de peligrosidad en otros. Estos cambios pueden afectar hasta un 10% de la cuenca y tienen en cuenta las variaciones que se han registrado en los últimos seis años en cuanto a la laminación de las aguas, los informes de Protección Civil, la mejora de la modelación hidráulica o la experiencia de riadas precedentes.
El tramo medio del Ebro es una zona catalogada como de alta probabilidad de inundación y está declarado, en su mayor parte, como área de riesgo alto significativo. Esto significa que las inundaciones son frecuentes y, además, originan cuantiosos daños.
Las zonas que se incluyeron en septiembre como de riesgo por inundación en la provincia de Zaragoza fueron: Río Ebro, desde Tudela hasta Sástago, que afecta también a Navarra; al igual que el Río Huecha y barrancos, desde Ambel hasta Cortes; Río Ginel, desde Mediana de Aragón hasta Fuentes de Ebro; Río Segre, desde Corbins hasta la Granja D’escarp, que afecta a Lleida y Zaragoza; Río Arba de Biel, aguas arriba de Ejea de los Caballeros; Río Aguas Vivas, en Moneva; Río Moyuela (afluente del río Aguas Vivas), en Moyuela; Barranco de Herrera (afluente del río Aguas Vivas), en Herrera de los Navarros; Barrancos del Olivar y San Capraiso, en Farlete; Arroyos del Lugar e innominado, en Montón; Ramblas de Orera y Ruesca (afluentes del río Perejiles), en Orera y Ruesca; y el Río Ebro y río Martín, en Escatrón.
En Huesca se han registrado como zonas inundables el Río Vero, desde Pozán de Vero hasta Barbastro; Barranco de la Clamor, en San Miguel - Pomar de Cinca; Río Gállego, en Sallent de Gállego; Barranco de Sía y Barranco Dos Lucas, en Yésero, Gavin y Orós; Ríos Gállego y Sotón, de Lupiñen-Ortilla a Gúrrea de Gállego; y los Ríos Matarraña y Ulldemó, en Beceite y Valderrobres en Teruel.
La elaboración de estos mapas es la segunda fase de la Directiva de Inundaciones. Una vez establecidos, se llevan a cabo los Planes de Gestión de Riesgo de Inundación (PGRIs), cuyo contenido esencial es el plan de medidas. Estas tienen diversos ámbitos territoriales, desde el nacional (legislación estatal, con la Ley del Suelo o los sistemas de alerta de la Agencia Estatal de Meteorología), al autonómico (ordenación del territorio, urbanismo, planes de Protección Civil...), pasando por la Demarcación Hidrográfica (medidas de carácter hidrológico; explotación de embalses para la laminación de avenidas y mantenimiento de cauces y del litoral), hasta el ámbito local de cada ARPSI (medidas en un tramo determinado de río o de costa). Además, deben estar coordinadas y deben ser solidarias, es decir, las medidas de protección contra las inundaciones no deben afectar negativamente a otras demarcaciones hidrográficas o a la parte no española de las demarcaciones hidrográficas internacionales.
Proyecto LIFE Ebro Resilience
Las inundaciones son fenómenos inevitables y son el evento extremo que más daños económicos causa en España y en Europa. Desde mediados del SXX las inundaciones se han gestionado “bajo la visión de protección total y lucha contra el río, mediante la ejecución de importantes obras civiles: dragados periódicos, diques de defensa, encauzamientos, muros, escolleras, eliminación de vegetación, etc., y no considerando los aspectos ambientales y ecológicos del cauce. Este tipo de gestión no ha conseguido los objetivos perseguidos, necesita grandes costes de conservación y, en la mayoría de los casos, ha provocado un aumento de los daños por inundación”, explican desde el proyecto Ebro Resilience.
Los investigadores de este proyecto consideran que cualquier acción destinada a reducir los efectos negativos de una inundación debe basarse en la adaptación y en la reducción del riesgo, entendiendo como tal, evitar la exposición (personal y material) a la inundación.
A comienzos del siglo XXI se produce un cambio de enfoque en la gestión del riesgo de inundación que ha desembocado en la Estrategia Ebro Resilience y el Proyecto LIFE Ebro Resilience P1. La propuesta es afrontar el fenómeno de las inundaciones en el tramo medio del Ebro, con un objetivo claro a futuro: “que la población y las actividades económicas convivan con un Ebro en buen estado de conservación sin que las inevitables crecidas produzcan daños importantes”, explican en su página web.
Se plantea el cambio en la gestión de las inundaciones, estableciendo un nuevo modelo fluvial basado en la adaptación a la inundación y la conservación de los ecosistemas fluviales. Se propone la implicación de la población, la coordinación administrativa y cooperación institucional. También se establece la apuesta por la tecnología para el diseño de las acciones de adaptación y mitigación, con modelos digitales del terreno de gran precisión. La última clave de este proyecto es la replicación de las soluciones propuestas para casos similares en otros ríos de la cuenca del Ebro y de otras cuencas españolas y europeas.