El pasado 8 de mayo se celebró la tradicional romería a la ermita de San Gregorio. Fue una edición marcada por la lluvia y porque el Ayuntamiento de Zaragoza (Zaragoza en Común) no financió el autobús que traslada a los vecinos del barrio del Arrabal hasta dicha ermita. Desde 1979, el Consistorio (a través de la subcontrata del transporte urbano) se hacía cargo de estos costes que, en 2015, ascendieron a 944 euros.
La decisión, tomada días antes por el Área de Servicios Públicos del Ayuntamiento de Zaragoza, tenía como objetivo no detraer recursos de las partidas municipales para eventos que no están contemplados en el plan presupuestario, tal y como se aseguró desde el Gobierno municipal. Seguir financiándolo, explicaron, sería un “agravio comparativo” respecto a otros barrios que también realizan actividades y han de pagarlas con su presupuesto para fiestas. Fuentes municipales aseguran, por añadidura, que no tiene nada que ver con el carácter religioso de la fiesta.
No son de la misma opinión en el PP. Su concejal en el Consistorio zaragozano Reyes Campillo lo calificó como un “nuevo ataque sectario” del alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve; y Zaragoza en Común. Acusó al regidor municipal de mantener un “permanente boicot a los actos tradicionales de la ciudad”. Provocado, según la concejala, “por la ceguera de un alcalde cuya obsesión por la iglesia católica le ha convertido en un inquisidor de actos tradicionales”
El autobús, finalmente, fue sufragado por la Comisión de Fiestas del Barrio del Arrabal. No sin antes mostrar su indignación por una medida que tildaron de “falta de respeto al vecindario del barrio y de la ciudad de Zaragoza”. El argumento del agravio comparativo esgrimido desde el Consistorio se desmonta, según los responsables de la Comisión, porque se trata de “una singularidad única, ya que es la última romería urbana que queda en la ciudad, con más de cuatro siglos de existencia”.