Roberto Bermúdez de Castro, una discreta mano izquierda para el 155

A Roberto Bermúdez de Castro (Huesca, 1971) cada ascenso le coloca ante una nueva complicación. La última, por razón del cargo, consiste en coordinar, como Secretario de Estado de Administraciones Territoriales y hombre de confianza de la vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría, el equipo que va a gestionar, por delegación de los distintos ministerios, la Generalitat hasta la toma de posesión del Govern que salga de las urnas el 21-D.

“Es el secretario de Estado de la materia, y ese es el motivo por el que va a coordinar el trabajo”, apuntan fuentes del Gobierno, en una tarea similar a la que desarrolla la vicepresidenta al frente de la Comisión de Subsecretarios previa a los consejos de ministros. Bermúdez estará, hasta la celebración de los comicios, a caballo entre Madrid y Barcelona, donde pasará unos dos o tres días por semana. En cualquier caso, las decisiones de calado llegan desde Madrid a un equipo que trabaja sin sede fija. “No tienen oficina”, señalan las mismas fuentes. No habrá foto en el despacho de Carles Puigdemont ni en el de Oriol Junqueras. 

Bermúdez, uno de los discretos valores emergentes del entorno de la vicepresidenta, se ha caracterizado a lo largo de su carrera política por un sentido práctico, por su discreción y por su capacidad para negociar y para dinamizar equipos. Y también por la claridad en los mensajes: “Vergüenza”, “rabia”, “asco” y “mala gana” eran algunas de las reacciones que le provocaban las andanzas de sus compañeros de partido implicados en tramas corruptas como Gürtel y Púnica, mientras llegaba a calificar de “cuatreros” a miembros de las tramas levantinas. “Me da vergüenza lo que está ocurriendo en la política”, aseguró hace unos meses, al tiempo que reclamaba a la dirección estatal que depurara responsabilidades dentro de la organización conservadora.

Coordinar al equipo del 155 no va a ser la primera labor sin referencias previas que le toca a asumir a Bermúdez de Castro, seguidor de una Sociedad Deportiva Huesca que cada semana tiene más pinta de Girona FC, recién licenciado en ADE  (Administración y Dirección de Empresas) por la Universitat Oberta de Catalunya y habituado a escuchar el catalán en la intimidad desde antes de que José María Aznar hiciera la mili, ya que su familia materna procede de Laguarres, una pequeña localidad de la Ribagorza oscense cuya parroquia estuvo siete siglos adscrita al obispado de Lleida.

Como consejero de Presidencia y portavoz del Gobierno de Aragón PP-PAR de Luisa Fernanda Rudi, le tocó dulcificar la imagen, y aplacar algunos impulsos, de uno de los ejecutivos más austericidas (¿el que más?) de la promoción autonómica conservadora de 2011. Cuando este cayó, y la lideresa optó por la espantada institucional en vísperas de la orgánica, tuvo que hacerse cargo de un grupo parlamentario tan desorientado como el partido y con las tensiones internas en aumento ante la inminente sucesión.

Antes había sido concejal en Huesca, diputado provincial y, durante dos legislaturas, senador, etapas en las que su ascenso a la secretaría provincial de los conservadores en Huesca coincidió con el tormentoso final de la larga transición del PP aragonés entre el asesinato de Manuel Giménez Abad, en 2001, y el regreso de Rudi a finales de 2008.

Año y medio después de pasar a la oposición en Aragón, con la licenciatura recién terminada y mientras dudaba sobre si seguir en la política o volver a la actividad privada (la pasada década había fundado una asesoría y explorado el sector de las renovables), la vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría lo reclamaba para que fuera su ‘número dos’ en uno de los puestos clave en el organigrama del nuevo ejecutivo: la Secretaría de Estado de Administraciones Territoriales, el órgano que lleva las relaciones del Estado con las comunidades autónomas y con los entes locales.

Desde allí debía afrontar dos tareas fundamentales. Una, secundaria, si no pospuesta a la vista de los acontecimientos, estaba relacionada con el nuevo sistema de financiación autonómica. La prioritaria se centraba en las tensas relaciones de La Moncloa con Catalunya, que han derivado en la resolución del 29 de octubre y la aplicación del artículo 155 de la Constitución, en el que Bermúdez va a tener un papel destacado como coordinador de la Comisión de subsecretarios en la que, en la práctica, los ministros han delegado el control de la Administración catalana.

Bermúdez presidió el pasado sábado la primera sesión de esa subcomisión y se convirtió este lunes en el primer secretario de Estado enviado a Barcelona para coordinar el ‘desembarco’ estatal en Catalunya, una comunidad que visitó de manera asidua el pasado invierno, junto con la vicepresidenta, dentro de las rondas de contactos que mantuvieron, con el conocido nivel de desencuentro, los ejecutivos central y autonómico.