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Ana Cortés, portavoz de la Plataforma en Defensa de los Paisajes de Teruel: “Queremos renovables. El problema es el modelo”

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —
4 de junio de 2022 22:55 h

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La Red de Economía Alternativa y Solidaria de Aragón ha organizado para esta próxima semana sus XXVII Jornadas de Economía Solidaria. Una de las mesas de debate, que tratará sobre el activismo por una revolución energética, contará con la participación de la portavoz de la Plataforma en Defensa de los Paisajes de Teruel Ana Cortés, (Más de las Matas, 1967).

¿Cuántos macroproyectos de energías renovables hay ahora mismo diseñados para Teruel? 

Muchos de los proyectos que se están presentando de menos de 50 megavatios son, en realidad, uno macro, porque los presentan divididos. Por eso, más que hablar de la cifra, del número de proyectos presentados, hemos elaborado unas tablas que recogen casi todos y que reflejan que vienen a ocupar aproximadamente el 10% de la provincia de Teruel. Es un dato de un estudio de Jesús Villamón a principios de este año. Y esto, sin contar los que se están planteando ahora para el nudo mudéjar, que es el espacio que deja libre la Central Térmica de Andorra, a la que van a optar proyectos por un total de 1.200 megavatios. Para ese nudo se están presentando hasta once proyectos; ahora están en concurso en el Ministerio, seguramente aprobarán uno o más.

¿Rechazan esa acumulación de proyectos? ¿O hay más motivos para oponerse?

No rechazamos las renovables; en eso hemos insistido mucho desde que empezamos. Muchas de las personas que estamos en la Plataforma vienen del área ambiental, hay empresarios turísticos, agricultores o gente que tiene contacto con el medio natural. No se rechazan las renovables, al revés, se estaba pidiendo desde hace tiempo que, en lugar de otras energías más sucias, desarrollásemos renovables. El problema es cómo han venido y con qué modelo. Las renovables podrían acomodarse al espacio donde se pueden instalar. Habría que hacer una planificación de todo el territorio sabiendo qué espacios pueden soportar ciertos impactos y qué territorios no. En Teruel, en Aragón, tenemos espacios naturales, espacios que se han humanizado y en los que se está viviendo gracias a la agricultura o a algún otro desarrollo del medio rural y hay también espacios más degradados, preindustriales, de polígonos, otros con poco valor natural, rural o paisajístico. Entonces, nuestra propuesta era que se hiciera una planificación; no sólo para saber dónde se puede soportar una instalación de este tipo, que en realidad son fábricas de generar electricidad. Además, lo que se pedía desde el principio era que se aplicara una de las prioridades marcadas desde la Unión Europea: desarrollar las energías de forma que los mismos que producen puedan ser los consumidores. Es decir, vamos a abastecer a los espacios más cercanos. ¿Por qué no se genera la energía en el punto donde se va a consumir? ¿Por qué no hacemos pequeñas instalaciones en las que los pueblos, las ciudades puedan ser sus propios productores y consumidores? De alguna manera, se trata de acercar la generación de la electricidad a la ciudadanía. También, romper con el oligopolio, porque se está viendo que hay un abuso del control que quieren tener las grandes empresas, las grandes corporaciones, sobre esos fondos de inversión; hay más de 200.000 millones de euros. Esos fondos de inversión tienen una visión de negocio puro y duro. La queja es esa: no deberíamos aplicar sólo una visión de negocio, de producir por producir. El problema es el cambio climático y para resolverlo estamos dejando la solución en los mismos modelos que generaron y están generando ese problema del cambio climático y otros, como la pérdida de la biodiversidad, la perdida de la riqueza de las tierras agrícolas, la pérdida de acceso a los recursos... Entonces, la orientación de la plataforma no es decir “no” a las renovables, sino pedir que no nos aplasten con sus modelos, que no vengan a pisar la tierra en la que estamos viviendo y en la que hay una convivencia con el medio natural y con la biodiversidad. Que nos permitan implantar unas renovables que faciliten el desarrollo de los pueblos.

¿Cuáles son los espacios naturales más valiosos que están en peligro?

Hay zonas del Matarraña, del Maestrazgo, de Gúdar-Javalambre, Serranía de Albarracín... También hay varias ZEPAS; todas las zonas de la red Natura 2000 que están recogidas como figuras de protección natural dentro de la normativa aragonesa deberían estar protegidas y no lo están. Hay proyectos que están afectando directamente a esas zonas o que están bordeando estos parques. Algunos proyectos rodean una ZEPA, por ejemplo, en las Hoces del Guadalope, de forma que cualquier ave que quisiera moverse por el territorio -porque no entienden de los límites que se establecen desde los despachos- van a tener que toparse con unos aerogeneradores de 200 metros de altura. Además, una de las orientaciones europeas sobre los espacios naturales es que deben establecerse corredores naturales entre unas zonas protegidas y otras, para que no exista pérdida de biodiversidad.

Por contra, ¿en qué zonas sí verían razonable que se instalaran estos proyectos?

En primer lugar, no vemos razonables este tipo de proyectos, porque responden a empresas que quieren generar gran cantidad de energía, que están dirigidas a generar mucha oferta. En realidad, el problema energético tiene que empezar por el ahorro, por la eficiencia y por las pequeñas instalaciones, no tan grandes. Sí vemos que hay posibilidad de hacerlos en otro tamaño y en espacios semi degradados o que ya estén humanizados. Hay polígonos industriales, hay muchísimos tejados... Ya sabemos que con los tejados no es suficiente, pero se tenía que haber empezado por ahí. Hay una reflexión: el agua la tienen todos los pueblos y lo único que se hace es instalar depuración de agua para abastecer a su población. Pues bien, el sol, el aire también está al alcance de todas las personas; lo que pasa es que no disponemos de la tecnología y de esa ayuda para poder auto abastecer a la población. Al revés, estamos dando dinero a grandes corporaciones para que instalen grandes macroproyectos y que exporten la energía fuera; todo el diseño está centralizado para que se produzca mucho para la exportación y que tengamos que conectarnos a esas grandes redes para abastecernos. En 2019, con la Dana, aquella gran nevada, se dio la paradoja de que muchos pueblos de Teruel se quedaron sin electricidad, cuando alrededor había grandes líneas de alta tensión, rodeando esos municipios. Fue una demostración de cómo es un terreno que produce para exportar. No se trata de no querer ser solidarios o responder al problema del cambio climático. Pero se está defendiendo un modelo extractivista; no quiero parecer radical con esta expresión, pero se está abusando de que son zonas con poca población. También podríamos hablar de los métodos de estas empresas. Es un colonialismo. El “colonialismo energético” es un término que ya se acuñó para explicar lo que estaba pasando en zonas despobladas en las que grandes empresas acuden y provocan que las personas del territorio se sientan indefensas y no sepan qué respuesta pueden dar ante las propuestas que les hacen estas empresas. Hay gente que quiere rechazar, vender o firmar. Podríamos enseñar los contratos que Forestalia, que es la empresa que está operando en Aragón y se está acercando a muchos pueblos, pone encima de la mesa a las personas que tienen un terreno donde se proyecta colocar un molino o una línea. Ese contrato no obliga a nada a la empresa Forestalia pero sí obliga a la persona que está alquilando el uso del terreno. De alguna forma, es un contrato en blanco: no pueden hacer nada y tienen que responder ante los daños y los impactos que hay en ese terreno. Nos parece un abuso de poder. Mucha gente siente que aquí no tenemos nada y que, para una vez que vienen a ofrecernos algo... se ven coaccionados.

¿En la Plataforma tienen la impresión de que les están escuchando? 

Nos constituimos en enero de 2020 y al mes siguiente ya hicimos una primera jornada donde invitamos a todos los políticos, a las empresas, a alcaldes de la zona... a todos los agentes que pensábamos que podían estar implicados. Con mucha ingenuidad, pensábamos que podíamos facilitar un diálogo, una conversación. Con el paso del tiempo, hemos visto que ha sido complicado. Nos han atendido en la secretaria de estado de Medio Natural, pero no tenemos la sensación de que se haya recogido nuestra reflexión ni de que se haya incorporado en las políticas. Ahora mismo, se están planteando espacios de conversación para llegar a consensos, pero ya parten de que ese consenso tiene que ser sobre cuántos de estos macroproyectos van a instalarse y con qué velocidad, porque tenemos urgencia. La excusa de la urgencia, que nos parece tan importante a todo el mundo, la están utilizando para hipotecar para siempre el territorio y para no dejar desarrollar alternativas más sostenibles. No nos sentimos realmente escuchados. Los medios de comunicación más importantes tampoco están reflejando el gran movimiento ciudadano que hay en Aragón: no somos sólo la plataforma de Teruel, hay más de 14 en todo Aragón que están inquietas por este mismo motivo, porque están viendo que el espacio rural y el espacio natural están amenazados por este tipo de desarrollos. Hay miedo y preocupación entre la gente que vive allí. Son muy pocas las personas que realmente viven en los pueblos y ven un negocio en esto. Los que apoyan esto muchas veces son gente que no vive aquí y que son propietarios de unos terrenos, pero no desarrollan su vida en estos espacios.