Una de las exigencias que Vox ha impuesto al gobierno PP-Ciudadanos del Ayuntamiento de Zaragoza para aprobar esta semana los presupuestos municipales para 2021 ha sido recortar las partidas dedicadas a la cooperación al desarrollo. Ricardo Álvarez (Zaragoza, 1945) es un histórico en los movimientos asociativos de la ciudad. Actualmente es vocal de la Junta de la Federación Aragonesa de Solidaridad.
¿Cuánto supone el recorte en cooperación al desarrollo que aplica este año el Ayuntamiento de Zaragoza en sus presupuestos?
Prácticamente 900.000 euros. Se habló de unos 400.000 euros inicialmente, pero se añadieron otros 400.000 y hay una serie de pequeñas partidas que prácticamente suman otros 100.000: son diversos convenios con la Universidad, con la propia Federación Aragonesa de Solidaridad, con alguna institución, la partida de funcionamiento de la Oficina municipal… En total, son unos 900.000 euros.
¿Duele especialmente en una ciudad como Zaragoza?
Creo que nunca se había hablado tanto de cooperación, aunque sea para mal. El recorte sí ha levantado una repulsa generalizada, sobre todo, por ser una cosa tan absolutamente salida de tono. ¿A qué va ese dinero? No se está esgrimiendo la razón fundamental del recorte, que es la que la formación que está proponiendo estas reformas tiene en su proyecto estatal la desaparición de lo que llamamos cooperación descentralizada, es decir, la cooperación impulsada desde los ayuntamientos. Es su programa estatal, lo tienen que cumplir, no tienen autonomía para reivindicar que Zaragoza, sin ser la primera ciudad, era puntera en cooperación hasta ahora, con una historia de 30 años. Se está intentando penetrar en la conciencia el típico populismo de decir que con la que está cayendo aquí, no se puede dedicar ese dinero a cooperación. No son los primeros en usar ese argumento. La que está cayendo aquí no se arregla con el 0,3% o el 0,7% del presupuesto. Eso no es tanto dinero. La que está cayendo se arregla con ese 99% del presupuesto que dedica aquí. Esa es la parte del presupuesto que hay repartir adecuadamente. Pero que no subsane a costa del 0,4% que teníamos para cooperación, que ya era una cifra a la baja. Es el típico argumento populista. Al que le están tocando el bolsillo o le están echando de su casa, le suena bien que se diga que le van a atender. Por supuesto que sí, habrá que atender a esas personas, pero sin desatender a los que posiblemente estén mucho peor.
Ya lo ha apuntado... ¿ese 0'4% del presupuesto del Ayuntamiento de Zaragoza ya suponía un retroceso con respecto a años anteriores?
En 2017, se firmó un pacto con todos los partidos que en ese momento estaban en la corporación, que era una reedición de uno que inicialmente se había firmado en 2007. Por aquel entonces, en 2017, estábamos en el 0’43% de aporte de los presupuestos municipales para cooperación. En 2010, habíamos estado en el 0,53%. El pacto era que linealmente se iba a ir subiendo hasta el 0,7%, que se iba a alcanzar precisamente en 2021. En 2017 sí se cumplió más o menos el pacto. En 2018 se subió, se pasó al 0,48%. En 2019, también se subió, pasamos al 0,5%, pero en 2020 empezaron los recortes y se volvió al 0,4%. Y ahora, en 2021, con el borrador de presupuestos, estaríamos en el 0,34%. En vez de cumplir los pactos firmados, se utiliza la cooperación como moneda de cambio. Y no olvidemos otros recortes que se están imponiendo: en juventud o en género, cantidad de proyectos de las entidades de la Federación Aragonesa de Solidaridad son en defensa de la mujer víctima de violencia. También hay un recorte al asociacionismo vecinal, que tiene una historia desde 1978, cuando se crea la Federación de Asociaciones de Barrios de Zaragoza y ahora se la deja al descubierto. Son una serie de cuestiones que nos hace plantearnos por a qué obedecen.
¿Y a qué obedecen?
A que son recortes ideologizados; se dice claramente en el caso de la mujer o en el de la cooperación, como he comentado antes. Es una política deliberada y, además, errónea. El argumento que utilizan es que la cooperación descentralizada es más costosa, que el incremento de fondos que hay que dedicar al proliferar estamentos y entidades se ahorraría si la cooperación fuera estatal. Eso es una equivocación. La cooperación descentralizada se basa muy significativamente en el voluntariado, que es gratis; incluso tiene un valor importante de creación de conciencia en la sociedad, que es más igualitaria, más horizontal. En cuanto a la cuestión de los costes, hay estudios del Real Instituto Elcano que evalúa los costes indirectos de la cooperación descentralizada y la centralizada. La descentralizada suele conllevar un 17% y la centralizada estatal, un 6%.
De todas formas, cuando se habla de “la que está cayendo aquí”, quizá habría que pensar en la que estará cayendo en los países receptores de estas ayudas...
Sí, ahí está. Evidentemente no voy a negar que aquí hay personas en circunstancias penosas, que hay gente que lo está pasando mal; pero no son precisamente los que peor lo están pasando los que más gritan, sin negar que los que gritan lo hagan con razón y que hay que repartir de otra manera. Son los típicos grupos muy cortoplacistas. ¡Si lo que ha demostrado la pandemia es la absoluta globalización de todo! De la economía, de la sociología, de la cultura... Todos estamos en peligro mientras no se adopten medidas para el global. La experiencia anterior fue la del ébola. Nos daba igual hasta que apareció en Europa. Como su difusión se logró cortar, ahí se quedó la cosa. Ahora, como realmente nos ha tocado de lleno, vamos de cráneo. Nos seguirá tocando de lleno… ¿o es que van a prohibir los viajes internacionales indefinidamente? Con la distribución de las vacunas, es flagrante lo que está ocurriendo, aunque ya se veía venir. Y mientras eso no se solucione con la cooperación no hacemos más que poner parches a situaciones de emergencia; es el equivalente a las ayudas de urgente necesidad del Ayuntamiento, es una atención a emergencias. La desigualdad en el mundo no se arregla con el 0,7% ni con el 1% ni con el 10%. Se arregla con una gobernanza económica universal. Evidentemente, eso no voy a verlo ni sé cuántas generaciones costará. Pero sería cuestión de ir dando pasos en esa decisión, creando unidades de reparto cada vez mayores. Las regionalizaciones son un buen paso; la Unión Europea, por ejemplo, ha sido un beneficio tremendo para España… Es ir dando pasos hacia esa gobernanza cada vez más globalizada.
¿Para qué habría servido mantener los fondos de cooperación de años anteriores?
Todavía no se habían presentado los proyectos, porque no se había abierto la convocatoria, lógicamente, pero el año pasado hubo proyectos en Bolivia, en los campamentos saharauis, El Salvador, República Dominicana, Honduras, Sierra Leona, Ecuador, India... Van a ser personas concretas que no recibirán ayuda, puede conllevar incluso muertes.
¿Habrá despidos en las organizaciones que trabajan en proyectos de cooperación al desarrollo?
Puede ser, aunque esa no es nuestra preocupación directa. Si las cosas hay que hacerlas, no puede ser por arte de magia. Hay un trabajo detrás. La cooperación se ha profesionalizado, afortunadamente: hay mucho voluntariado, pero también hay un apoyo técnico para que no se haga lo primero que se le ocurre a cualquier ciudadano con buena voluntad. Se sopesa y se tiene en cuenta fundamentalmente las necesidades que hay allí, qué es lo que se nos pide que hagamos. No se trata de ir con nuestra cultura e imponer qué se hace.