Cuidados para Ainielle, el pueblo abandonado de la novela ‘La lluvia amarilla’
Ainielle vive en la inmortal novela de Julio Llamazares La lluvia amarilla, editada originalmente en 1988. Esta localidad del Pirineo aragonés servía de marco al monólogo de su último habitante y reflejaba la realidad de uno de los más de 7.000 barrios y pueblos deshabitados que puntean la geografía española. 34 años después, solo sigue en pie su molino, también reflejado en el texto del escritor leonés. La asociación cultural Erata se ha dedicado en las últimas fechas realizar reparaciones en un edificio que se conserva relativamente bien pero necesita trabajos en su exterior para evitar su desaparición.
Ainielle pertenece al municipio de Biescas y sigue siendo muy visitado. Situado al fondo de un barranco, el molino cuenta con un alto valor patrimonial y simbólico, y esta construcción medieval conserva íntegramente todas las piezas originales que constituían estas fábricas. Miembros de la asociación Erata, que trabaja para la promoción, estudio y divulgación del patrimonio material e inmaterial del municipio de Biescas y de todo el Pirineo, junto al escritor Enrique Satué, acudieron a arreglar el tejado. Una de las vertientes junto con el cernillón se había bajado unos 30 centímetros, dejando al descubierto la cama de buro de debajo de las losas de piedra.
Se trataba de un arreglo de emergencia pero que requerirá una intervención más profunda por profesionales en la colocación de losa. También trabajaron en la puerta. La piedra del suelo sobre la que se soporta y sirve de bisagra se había movido y no se podía abrir correctamente. “Este molino es una auténtica joya que no podemos ni debemos dejar perder. Próximamente regresaremos a darle un repaso al camino por el que se accede desde el pueblo”, señalan. El mes que viene está previsto que se limpie el tramo del camino que va desde Ainielle hasta el molino, cubierto de vegetación, hierbas y arbustos, con la colaboración de las asociaciones Mallau de Susín y O Zoque de Yebra de Basa, otras dos localidades próximas.
En 2015, el Ayuntamiento de Biescas finalizó las obras de rehabilitación del molino, y por su difícil ubicación se debieron transportar los materiales en helicóptero, lo que encareció el coste. Es un edificio rectangular, de una extrema simplicidad, con techumbre a dos aguas, en el que se conserva en perfecto estado la maquinaria. Esta consta del rodete de álabes de madera albergado en un cárcavo de bóveda de cañón. La actuación principal entonces residió en la sustitución de la cubierta, rehabilitada en los años 80 y que presentaba numerosas goteras que hicieron necesario reponer la estructura de madera, protegiéndola con una lámina de polietileno sobre la que se asienta la nueva cubierta de losas realizada a la manera tradicional.
El impacto de la industrialización
Ainielle fue otra víctima de la despoblación de comienzos del siglo XX. Como recuerda la Red Española de Desarrollo Rural, las razones se hallan en el impacto social que tuvo la industrialización y sus diferentes ritmos de implantación. Especialmente, en las zonas de montaña más aisladas, como el Pirineo y el Sistema Ibérico, donde no había posibilidad de adaptar su economía a los nuevos tiempos.
Las nuevas relaciones económicas y sociales desarticularon la economía de las gentes de la montaña que tradicionalmente se basada en la trashumancia ovina, la agricultura de subsistencia y una industria textil tradicional. Las formas de vida tradicionales entraron en crisis. Una crisis que, en muchos casos, solo podía solucionarse mediante la emigración hacia otras zonas con mayor dinamismo económico. El destino principal fue la moderna Barcelona, y en menor medida Zaragoza, Valencia y Madrid.
Durante el siglo pasado, 11 comarcas aragonesas perdieron más del 50% de su población. Algunas como el Sobrarbe y la Ribagorza, en Huesca, en torno al 70% y las sierras de Gúdar y el Maestrazgo (Teruel) el 80 %. También se dio lo propio en Ainielle y del resto de los pueblos del llamado Sobrepuerto, en la comarca del Alto Gállego. Englobaba a las localidades de Cortillas, Cillas, Basarán, Sasa, Escartín, Ainielle y Otal, todas despobladas y en ruinas.
Se trataba de un pueblo pequeño y humilde, con un censo de 83 habitantes en 1920 y una docena de familias. En 1971 la ultima de estas cerró definitivamente su casa y hoy apenas se pueden distinguir nada de ellas; están todas derruidas. El desarrollo industrial dio alas a la emigración y, hoy, los vecinos y descendientes del pueblo continúan reuniéndose los segundos sábados del mes de septiembre para almorzar y celebrar misa. Pero, sobre todo, para rendir homenaje a su memoria. Y desde hace más de una década, la asociación O Cumo organiza una marcha senderista con el nombre de La Senda Amarilla que tiene como destino Ainielle.
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