Gurrea de Gállego, un pequeño municipio de Huesca, perdió a 97 de sus vecinos en el transcurso de la Guerra Civil española, según recoge el mapa de fosas de Aragón. Hombres y mujeres de distintas edades que fueron fusilados a partir del verano de 1936 y cuyos restos se encuentran enterrados en distintos puntos del término municipal. De hecho, esta localidad de cerca de 1.500 habitantes cuenta con cuatro fosas comunes, donde se encuentran los restos de unas 30 personas, a las que hay que sumar una quinta, ubicada en La Paúl, una pedanía que también pertenece al municipio.
80 años después de estos sucesos, Gurrea de Gállego ha realizado la primera exhumación de una de sus fosas. En concreto, la que está ubicada en un paraje conocido como Monte Puilatos, donde yacían los restos de Saturnino Til y Ramón Navarro, dos jóvenes fusilados por los falangistas en agosto de 1936.
Una vez más, la iniciativa ha sido de los familiares que todavía viven. Ellos se pusieron en contacto con la Asociación por la Recuperación e Investigación Contra el Olvido (ARICO) con el objetivo de dar digna sepultura a sus seres queridos. Ángeles Gayard, de 88 años, no olvida los fusilamientos que sufrió su familia. Además de su tío, Saturnino Til, también fueron ejecutados el padre de este, Mariano Til Polo, a los 74 años de edad, y su hermano Mariano Til Luna (31), junto a otros 13 vecinos de Gurrea.
Los restos de estos otros dos familiares se encuentran en otra fosa de la localidad. La intención de la familia ha sido comenzar con la fosa más fácil, donde solo se encuentran dos personas y continuar más adelante con la siguiente.
“Era algo de lo que se hablaba con frecuencia en las reuniones familiares”
Así lo cuenta Miguel Navarro, hijo de Ángeles. “Mi madre siempre ha tenido esa preocupación encima porque sus familiares habían sido fusilados y dejados allí de cualquier manera”, indica Navarro. Él mismo comunicó a su madre que iban a llevar a cabo la exhumación. “Lo ha acogido con mucha alegría, era algo pendiente de la que se ha hablado con frecuencia en nuestras reuniones familiares”, sostiene Navarro. Recuerda que Saturnino no era un activista político y que probablemente la ejecución estuviera motivada por denuncias de otros vecinos. “El pretexto podría ser que fueran republicanos, anarquistas o comunistas, pero en el fondo detrás de todo había odios y rencillas en los pueblos”.
En esta fosa fue enterrado también Ramón Navarro, un joven que fue fusilado en el mismo momento. Sin embargo, su familia, partidaria de dejarlo donde está, no ha querido participar en la exhumación, aunque tampoco ha puesto ningún inconveniente para que se lleve a cabo.
La fosa, recogida en el mapa elaborado por el Gobierno de Aragón donde también se indican las identidades de las personas, ha estado señalizada durante años por unas piedras y unas cruces blancas instaladas por los familiares. Esta señalización, que llevó al propietario del terreno a no labrar ni cultivar esa tierra, ha agilizado los trabajos de excavación, que se han realizado este fin de semana dirigidos por los arquéologos Francisco Javier Ruiz, Francisco Ortiz y José Ignacio Piedrafita. Los restos óseos fueron localizados enseguida, prácticamente al retirar la primera capa de tierra en una fosa de dos metros de longitud, donde también ha aparecido un proyectil de pistola, explica Miguel Capapé, de Arico.
Ahora serán trasladados a un laboratorio de Zaragoza, donde se realizará el informe antropológico y la identificación genética. Después, se entregarán a su familia para que puedan darles digna sepultura y se rendirá un homenaje público. Para financiar estos trabajos, Arico solicitará la subvención de la Diputación Provincial de Huesca (DPH) para fomentar la Memoria Histórica en la provincia.