Ligia López: “Las empresas del medio rural también merecer tener servicios de márketing de calidad y cercanía”

María Bosque Senero

Zaragoza —

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Con acento andaluz y el pelo azul y negro, Ligia López Ballester atiende a elDiario.es desde su estudio, una habitación de un tercer piso antiguo y rehabilitado ubicado en la calle central de Ayerbe, junto a la Oficina de Turismo. Entre diseños, Ligia cuenta su historia de emprendimiento, un camino que comienza en 2019, el año que el mundo se sumió en una pandemia sin precedentes. Puso en marcha Eda Project, una empresa de diseño y márketing para cubrir la falta de servicios profesionales a empresas y emprendedores de su zona. Nacida en Sevilla y criada entre la ciudad de la Giralda y Venezuela -“mi madre es de origen venezolano”, explica la diseñadora-, ya siendo adulta decidió establecerse cerca de su ciudad natal, en la que trabajó en Localia, un canal de televisión, y después, once años en el departamento de márketing de un laboratorio de productos destinados al sector ganadero. “Estudié Realización de Audiovisuales y Espectáculos, una licenciatura de cinco años. Tiempo más tarde comencé Publicidad y Relaciones Públicas, pero después del tercer curso compatibilizar la carrera con el trabajo en la televisión me resultó imposible”, confiesa la emprendedora, que no ha dejado de formarse hasta día de hoy con cursos en diseño gráfico, diseño en 3D y recientemente branding en una reconocida escuela de Barcelona.

En 2019 Ligia y su pareja Marcos, un hombre polifacético e inquieto como ella, decidieron cambiar el calor del sur por las temperaturas más frescas del norte y la cercanía a la playa por la proximidad a las montañas y a la nieve, una de sus aficiones. “Tenemos unos amigos que vivían en esta zona, ellos nos animaron a venir porque se vive bien y había trabajo”, explica la sevillana. El acceso a la vivienda en Ayerbe, como en el resto de los pueblos de Aragón, fue el primer problema al que la pareja se vio obligada a hacer frente. La proximidad de este pueblo con Murillo de Gállego y los Mallos de Riglos, dos de los puntos más turísticos de la provincia de Huesca, hacen que muchas de las viviendas se destinen a alquiler estacional.

Así, los tres primeros meses de su estancia en Ayerbe Ligia y Marcos vivieron en casa de sus amigos. Cuando la temporada estival acabó la oferta de viviendas disponibles aumentó, pero esta pareja terminó viviendo en otro de los tipos de casa más comunes en los pueblos; las que han estado años cerradas: “La propietaria la había reformado y la tenía cerrada desde hacía tiempo, le daba miedo alquilarla a cualquier persona pero, al final, y para evitar el deterioro del inmueble por estar deshabitado, decidió alquilárnosla a nosotros. De eso hace ya cinco años y ahora es ella la que nos pide que no nos vayamos”, señala Ligia, que añade que si un día se fuera de su actual casa de alquiler sería para comprar una casa con algo de terreno, “aunque eso ahora, es muy complicado de encontrar”, añade.

Me gusta mi trabajo, quiero montar mi propia empresa

Una vez establecidos en Ayerbe, a Ligia se le planteó un dilema: buscar trabajo por cuenta ajena, como siempre había hecho, o poner en marcha su propio negocio. “Me encanta mi trabajo, y quería probar a poner en marcha una empresa de márketing y diseño que diera servicio a las empresas y a las instituciones del entorno”, apunta esta emprendedora, que ya había detectado que en la zona rural en la que había decidido vivir existía una carencia de este tipo de servicios profesionales.

Antes de poner en marcha su actual idea de negocio, Ligia buscó la formación y el apoyo que ofrecían las entidades aragonesas: “Necesitaba saber dónde me estaba metiendo antes de dar cualquier paso hacia adelante, era la primera vez que ponía un negocio por mi cuenta y en solitario”, explica. Una de las primeras entidades a las que acudió fue el Instituto Aragonés de Fomento, gracias a cuyos talleres de formación, especialmente los destinados a asesorar a mujeres con iniciativas emprendedoras en zonas rurales, Ligia obtuvo respuestas a algunas de sus dudas y creó una red de apoyo integrada por mujeres con una realidad e inquietudes muy parecidas a las suyas: “Todavía sigo en contacto con algunas de ellas”, confiesa.

Todas las historias de emprendimiento con nombre de mujer y en el entorno rural suelen tener en común problemas añadidos: sociales, burocráticos, de inversión o de falta de autoestima. En este caso, la diseñadora es una de las afortunadas ya que no encontró importantes trabas burocráticas en su camino hacia el emprendimiento. Tan solo un problema administrativo con la Seguridad Social: “Me di de alta en plena pandemia y tuve que hacer los trámites online. El problema vino porque no me querían conceder los dos años de cuota bonificada por residir en el medio rural -población de menos de 5.000 habitantes-, el funcionariado decía que en mi caso yo no generaba arraigo y que no podía ser beneficiaria de esa ayuda al emprendimiento. Al final el problema se solucionó a través de una reclamación. La formación digital de los técnicos no está equilibrada porque si no, un caso como el mío es raro que suceda”, explica Ligia, quien también subraya que ese tipo de confusiones, sobre todo si se dan cuando estás empezando, generan estrés, desconfianza y pueden incluso llegar a provocar que una mujer de marcha atrás en su idea de emprender. “En el mundo rural la administración por vía digital está menos desarrollada que en las ciudades, y esto es un lastre para los que vivimos en esas zonas”, añade.

Una vez que Ligia López puso en marcha su empresa, trabajó en el espacio de coworking del Ayuntamiento de Ayerbe. Ahora tiene su oficina instalada en una de las habitaciones de su casa, un modelo de trabajo cada vez más común entre personas con profesiones liberales. Para trabajar y vivir en la misma casa es importante organizar horarios, “tener claro lo que es trabajo y lo que son actividades en el hogar y, aunque es complicado, la verdad es que trabajar en tu casa te da mucha libertad; a veces cocinando se me ha ocurrido algo y me he ido al despacho a hacerlo, o a tomar nota en mi libreta de ideas”, cuenta con una sonrisa esta emprendedora que además confiesa que se siente satisfecha con la labor que lleva a cabo y con la acogida que sus servicios están teniendo en la zona.

“Sé que mi valor añadido es que soy muy polivalente, puedo afrontar múltiples tarea y en el sector gráfico conozco todas las necesidades: formatos, diseños, calidades...”. En su emprendimiento, Eda Project realiza múltiples encargos, desde diseñar e imprimir una lona, hasta diseñar un logo, tarjetas de visita, o ayudar a una empresa o a un emprendedor a que tengan una marca profesional y propia. “Me di cuenta de que también las empresas del rural tenían que tener la oportunidad de proyectar una imagen profesional y de calidad a través de un márketing que visibilizara sus valores y su verdadera identidad, y eso es lo que ofrezco” concluye Ligia.

En un futuro, a la propietaria de este este estudio que ahora es de diseño y branding a nivel unipersonal, le gustaría seguir trabajando en la misma línea, quién sabe si alquilar una oficina, e incluso ampliar parte del negocio para hacer servicios de merchandising para empresas. “Veo oportunidades, aunque en un futuro a largo plazo” reconoce Ligia.

Hasta el momento, el trabajo más difícil al que se ha enfrentado esta emprendedora es hacer el branding de su empresa. “Es curioso cómo ves rápidamente lo que los clientes necesitan y, cuando se trata de tu empresa tienes mil dudas”, confiesa risueña Ligia. Cuatro años después de su puesta en marcha, esta idea de negocio ya tiene un nombre y la imagen corporativa que encaja con los valores y la idea del diseño que define a Ligia López: Eda Project. Eda significa creativo, palabra en yoruba, una lengua de África Occidental con la que la profesional siente una conexión especial.

Conexión con el pueblo

La conexión de Ligia con el trabajo que realiza va más allá de lo estrictamente profesional. “Dar un paseo por el campo, que me dé el sol, respirar aire fresco o tomar un café al lado de casa son placeres de los que ahora disfruto, y todo gracias al estilo de vida que he encontrado en Ayerbe”, explica Ligia. Tanto ella como su pareja tuvieron claro que necesitaban un cambio de vida y sienten que vivir en un pueblo les ha aportado la cercanía que echaban en falta en su anterior vida más cerca de la ciudad. “Me resultó muy acogedor que la gente me ofreciera cosas de sus huertos, eso no en Sevilla nunca me había pasado”, confiesa Ligia, que reconoce que la relación de convivencia y conexión con los vecinos de la localidad encajan perfectamente con su naturaleza curiosa y participativa: “Siempre estoy en algún fregado metida: caminatas, talleres, comisión de fiestas, dónde puedo, colaboro”.

Ayerbe es una localidad concienciada con la necesidad de que nuevas personas lleguen al pueblo para mantenerlo vivo. Desde la corporación municipal han trabajado para abrirse a la recepción de nuevos pobladores, como es el caso de Ligia y Marcos; han puesto en marcha proyectos para que los vecinos que tienen las casas vacías o las vendan o las alquilen, pero como dice Ligia, “todavía es complicado que los propietarios cedan”.

Los pueblos tienen numerosas ventajas, pero siempre se echan de menos algo de lo que los que vienen de una ciudad han tenido en ellas. En el caso de Ligia, apasionada cinéfila, ha intentado suplir esa necesidad con otras actividades, y ha descubierto que ahora también es una empedernida buscadora de setas: “Mi pareja y yo hemos comprado unos walkie talkies para no perdernos por el monte”, bromea la emprendedora.

También tomar unas copas un fin de semana o algo más de vida en invierno son otros aspectos de la ciudad que Ligia echa en falta, aunque valora las distancias cortas que separan Ayerbe de Huesca -a 32 kilómetros y media hora en coche- o de Zaragoza -a una hora aproximadamente-. Además, “aquí el tráfico es mucho menor que en Sevilla, donde trasladarme a 30 kilómetros podía suponer tener una hora de trayecto con enormes retenciones, algo que aquí no pasa”, apunta.

Apoyos: lo más importante a la hora de emprender

Ligia reconoce que ha tenido el apoyo constante de su pareja, que ya había emprendido en otras ocasiones y cuya experiencia le ha servido para relativizar algunos momentos complicados a lo largo de estos cuatro años como emprendedora. Sin embargo, Ligia reivindica que, aunque hay espacio para las mujeres que deciden montar sus ideas de negocio en los pueblos, y que cada vez es más habitual, el cambio de las estructuras es demasiado lento todavía. “Las ayudas enfocadas al apoyo de las mujeres que quieren emprender en el mundo rural están casi exclusivamente enfocadas a el sector primario, y en el pueblo las mujeres no solo somos cuidadoras, peluqueras o camareras”, denuncia.

La falta de visibilidad y de referentes para las mujeres emprendedoras rurales que no pertenecen al sector primario es un problema real que ralentiza la captación y retención de talento femenino en las zonas rurales.