Una maestra itinerante que recorre los pueblos de la Jacetania: “Los niños aprenden jugando y en movimiento”

María Bosque Senero

Ejea de los Caballeros —

0

Raquel Ibáñez nació, creció y se formó en Barcelona, aunque desde pequeña pasó los veranos junto a su familia en Fago, un pequeño pueblo situado en la parte más occidental de la comarca de la Jacetania (Huesca). Tras ocho años trabajando en diferentes zonas de Canadá, la nostalgia y la necesidad de estar más cerca de la familia hicieron que Raquel, maestra de educación física, se planteara volver a España. “En aquel momento se presentó ante mí la oportunidad de comprar una casa en Fago, y no me lo pensé, fue la excusa perfecta para volver”, explica. De aquello hace ahora tres años, y la llegada de la pandemia por la Covid-19 hizo el resto. 

La historia de emprendimiento de Raquel Ibáñez es diferente a la de otras mujeres aragonesas. En su caso emprender fue la única opción: “sabía que, si quería quedarme a vivir en Fago en la casa que acababa de comprar, los trabajos a los que podía acceder se limitaban a la ganadería o a los servicios; trabajar en un bar o en una casa rural”, confiesa. Ninguna de estas dos opciones eran lo que Raquel quería, así que emprender se convirtió en la opción más viable para “aprovechar mi formación como maestra y mi dominio del inglés”, después de casi una década en el extranjero.

Movilidad e innovación: el futuro del rural

Una vez instalada en su nueva casa en Fago, y después de dos trabajos “de cara al público en el sector servicios”, Raquel empezó a barajar la posibilidad de poner en marcha clases de inglés para niños. Su formación era como maestra de educación física, así que decidió unir ambas disciplinas creando un sistema de aprendizaje diferente basado en el juego y el movimiento. “Los niños aprenden jugando y en movimiento de manera más amena, pero también interiorizan mejor el conocimiento”, explica la maestra. 

Pero el sistema de vida en los pueblos, el bajo número de habitantes y especialmente de niños con el que cuentan, hacía inviable que esos niños se trasladaran hasta Fago para recibir clases, así que Raquel decidió ser ella la que se movería por las distintas localidades para llevarles las clases de inglés. “La movilidad es vital en mi emprendimiento, siempre he sido consciente de que la educación es un derecho, también para los niños que viven en localidades pequeñas”, apunta la maestra, que gracias a su itinerancia ha roto con la idea preconcebida y mantenida en el tiempo de que siempre sean los niños los que se desplacen, haciendo que ahora sea el servicio el que llegue hasta ellos, en este caso, en forma de clases de inglés en movimiento. 

Y precisamente esa movilidad en los servicios es lo que, a juicio de Raquel Ibáñez, puede salvar la vida de los pueblos que todavía cuentan con varias decenas de habitantes y, en un futuro próximo, con los que ahora cuentan un centenar de almas y están abocados ver cómo su censo merma si los servicios no se mantienen. “Todos somos importantes; los panaderos, los que llevan la carne o la fruta, y también los que ofrecemos educación, cultura y ocio”, defiende Raquel, que apuesta por negocios itinerantes que den servicio a los pueblos para que sus habitantes puedan seguir con sus vidas en ellos, a la vez que los hacen más atractivos para personas que, como ella y su pareja, se plantan apostar por la vida en el mundo rural. 

La comunidad te puede abrir muchas puertas

Si la persona que está leyendo este artículo busca información sobre Fago se topará con que es “uno de los municipios menos poblados de la comunidad autónoma contando, según el padrón de 2021, con 21 habitantes”. Una de las ventajas que Raquel, la emprendedora de esta historia, encuentra en la vida en Fago es la relación cercana con las personas. “Si los habitantes del pueblo se llevan bien y hay armonía, el hecho de conocer a tus vecinos, poder crear una convivencia con vínculos de calidad, eso es algo que solo te proporciona un pueblo”, asegura Raquel. Precisamente esa relación “de tú a tú” con las personas fue lo que ayudó a la maestra a poner en marcha su emprendimiento. 

Antes dedicarse a impartir clases de inglés en diferentes municipios de la comarca de La Jacetania, Raquel trabajó en Correos. Estar de cara al público le permitió conocer a parte de la vecindad, y convertirse en una cara conocida para ellos. “Una vez que puse en marcha PLAY Kids, la gente ya sabía quién era, en cierta manera confiaban en mí, y eso me abrió muchas puertas”. 

“El hecho de poder salir de casa sin la cartera y hacer actividades que me llenan, lejos del consumismo de nuestra sociedad, eso es lo que para mí es un lujo de verdad”, confiesa la maestra, quien asegura que no echa de menos la vida en una gran ciudad. El día a día de Raquel Ibáñez, y de su pareja Borja, pianista profesional y amante también de la vida en Fago, pasa por recoger leña, salir a buscar setas, pasear a sus perros y cuidar de su huerto. “Son cosas sencillas, pero que para nosotros están llenas de encanto, porque valoramos la conexión con la naturaleza que nos proporciona la vida que hemos elegido”. 

Referentes y red: dos imprescindibles en el emprendimiento rural femenino

Como toda emprendedora, Raquel Ibáñez, creadora de PLAY Kids, no ha estado exento de dudas. En su caso, encontró apoyo y formación en los talleres impulsados desde la comarca de la Jacetania, en los que además conoció a otras personas que también habían optado por el camino del emprendimiento. 

A pesar de estos talleres y de la ayuda que han supuesto, Raquel recuerda que faltan referentes, sobre todo de mujeres, que ayuden a otras a ver que “se puede conseguir”, apunta. “es importante dar visibilidad a las mujeres que han emprendido en el mundo rural y dar a conocer sus iniciativas de negocio, no solo para ayudarlas a crecer, sino para que otras que estén pensando en emprender vean que no están solas”, subraya la creadora de PLAY Kids. 

Después de tres años de trabajo, buscando nuevos clientes, creando dinámicas y haciéndose a la experiencia de ser su propia jefa, Raquel Ibáñez no descarta diversificar su negocio en un futuro cercano. “Sería estupendo poder colaborar con otras personas para poder llegar con este proyecto de enseñanza a más pueblos y a más niños”. Además, a esta maestra comprometida con la lucha por una sociedad más inclusiva y sensible, le gustaría poder trabajar para que los niños y niñas normativos aprendan a convivir y a integrarse en las dinámicas de aquellos que requieren de necesidades educativas especiales con el fin de que “no sean siempre estos últimos los que tengan que hacer todo el esfuerzo por integrarse en el mundo normativo tal y como lo conocemos”, explica Raquel Ibáñez.