Conoce Zaragoza y sus árboles como nadie. Hablar con Mariano Mérida (Calatayud, 1949) es charlar con un histórico de los movimientos ecologistas de la ciudad. Aunque reconoce que reforestar zonas de la ciudad puede ser una idea interesante, apuesta por conservar el patrimonio natural de la ciudad.
¿Qué le parece el proyecto de “Bosque de los zaragozanos” presentado la semana pasada por el gobierno municipal de Zaragoza?
Creo que tiene dos caras. Aumentar las superficies arboladas en la ciudad en un momento de crisis climática, donde hay que fijar la mayor cantidad de CO2 posible, es positivo. Lo que ocurre es que desarrollar bosques, con seres vivos que formen un ecosistema donde haya una buena interrelación entre los árboles, el matorral… eso hay que estudiarlo bien. Se necesita tener en cuenta muchos criterios; hace falta un trabajo muy bien desarrollado, porque no se trata de plantar unos pocos árboles en una ladera. Eso no nos lleva a nada. Tenemos el ejemplo de más de 300 hectáreas que se plantaron en la zona sur de Zaragoza, en los Montes de Torrero, lo que llamamos “Pinares de Venecia”. Evidentemente, en una zona esteparia, tener esa masa arbolada ha representado mucho para la ciudad, pero está claro que plantea muchos problemas: cualquier que haya paseado por allí se da cuenta de que los suelos no tienen otro tipo de vegetación, tiene problemas de desarrollo, genera muchos tipos de enfermedades… Nació con la contribución de los centros escolares de los años 20 y 30 y del trabajo de los presos políticos y los comunes de la antigua cárcel del barrio. Y se hizo con la mejor voluntad posible, pero no es un ejemplo a potenciar. Entonces, los bosques y las zonas boscosas sí son necesarios, pero hay que hacer un estudio de especialistas para realizarlo bien.
Todavía no se han concretado todas las parcelas previstas, ¿recomendaría alguna zona de la ciudad?
Hablan de 1.200 hectáreas, sí han apuntado alguna parcela con la que quieren empezar. Una es la situada en la margen derecha del Canal, cerca de Rosales del Canal. Allí hay una porción de zona verde en el Plan General; pero no sabemos los criterios, qué tipo de árboles y cómo lo van a hacer. Luego, hablan de otro espacio semipúblico, que son unas áreas que pertenecen al Ayuntamiento alrededor de la depuradora de La Cartuja. Esos suelos tienen el problema de que han recibido muchísima contaminación, de lodos de la limpieza de colectores de vertidos de la ciudad. Allí, FCC hacía unas limpiezas en unos camiones de cisterna y vertían en esos alrededores de la depuradora. Por eso, no sabemos si es una zona apropiada, porque puede haber mucha contaminación. En su momento, en ANSAR lo denunciamos. Otra área que proponen es una cesión que pueda hacer el Ministerio de Defensa de los escarpes entre Juslibol, Utebo y Sobradiel. Esas serían unas zonas que nosotros hemos declarado históricamente que son apropiadas para tener una especie de paseo donde contemplar en ese escarpe todo el valle del Ebro. Pero, como decía en la pregunta, las zonas no están definida, sino que van buscando esas 1.200 hectáreas.
¿Qué piensa, en general, de cómo se cuidan los árboles de Zaragoza?
Desde la fundación de ANSAR, llevamos más de 40 años reclamando políticas de arbolado urbano. Hemos denunciado a menudo la práctica de podas o la falta de conservación del arbolado; en especial, de los árboles singulares, de esos árboles longevos, que tienen un gran porte, que nos hablan de la historia de la ciudad, de un patrimonio biológico, cultural e histórico. Eso no se ha cuidado y venimos arrastrándolo desde hace años. Este Ayuntamiento sigue pecando de políticas grandilocuentes, como lo de hacer bosques, aunque esa idea pueda ser interesante; pero, sobre todo, hay que conservar lo que tenemos. En ese sentido, se dan dos déficits extraordinarios. Por un lado, tener tres ríos y un canal nos ofrece unos bosques fluviales que pocas ciudades en España tienen, debido a que el Ebro es un río de una gran entidad, caudaloso, con gran anchura. A pesar de que no hemos cuidados sus sotos, un estudio en el que participé hace unos años de los 38 kilómetros que tiene el río Ebro en el término municipal de Zaragoza, contando las dos orillas, mostró que tenemos 20 formaciones boscosas. Algunas de ellas ahora en primavera están con una belleza indescriptible; son fenomenales, de una preciosidad paisajística y de una calidad de bosque que no tiene que envidiar a los muchos que tenemos en el Pirineo o en los ríos turolenses. Tres ejemplos serían Partinchas, en Juslibol, el Soto de Ranillas y, sobre todo, Cantalobos. Todo ese patrimonio, todo ese valor de esos bosques riberinos, el Ayuntamiento no lo valora. Precisamente, esta semana he acompañado a un técnico responsable de la Confederación al soto de Cantalobos y se han comprometido que a que una parte de sendero de más de un kilómetro se abra, con objeto de darle una completitud porque, posiblemente, sea uno de los bosques fluviales más bonitos de España.
¿Cuál es el otro déficit de la ciudad?
El otro gran déficit es el parque estepario. El término municipal de Zaragoza tiene 100.000 hectáreas, es el octavo más grande de España. Quitados los bosques fluviales del Ebro, Gállego, Huerva y del Canal, solamente tenemos un bosque de cierta entidad, que es el de Peñaflor. Pero fuera de eso, lo que tenemos es estepa. En la mayor parte de las 100.000 hectáreas tenemos unas condiciones climáticas y de vegetación semidesérticas, de estepa, con toda una flora y una fauna de aves y mamíferos asociadas a este tipo de ecosistema. Venimos reclamando que se haga un parque estepario, semejante al que tenemos en la zona de Tabernas, en Almería. En 2014 se aprobó inicialmente en el Ayuntamiento. Han pasado siete años, esto venía ya de lejos y todavía no se ha hecho nada. ¿Qué hacemos con toda extensión de naturaleza, con pino carrasco, con sabinas, con todo tipo de vegetación asociada a los yesos que conforman el subsuelo de la estepa? Lo tenemos abandonado. Es ejemplo de un ecosistema único en Europa y, sin embargo, lo tenemos despreciado.
Fue muy aplaudida hace unas semanas la plantación de tulipanes en el parque Grande, ¿qué le parece a usted?
La cuestión paisajística asociada a las formas de verdor de las zonas urbanas tiene un valor; es bueno que se desarrolle. Estas formaciones de flores, de tulipanes, incluso con el ejemplo más extremo de Japón, es valioso y es un motivo para que los ciudadanos nos acerquemos al medio natural, cojamos gusto y placer por valorarlo. Por tanto, de entrada, veo positivo el paisajismo. Ahora, en el valle medio del Ebro, con las características de nuestras latitudes, ¿eso debe ser lo prioritario y lo esencial? Creo que no. Lo prioritario debería dotarnos de la vegetación propia de nuestros lugares, la autóctona, la que se da aquí. Entonces, el parque se debe acompañar de unas políticas, en primer lugar, para no perder la vegetación que tenemos de hace 60 o 70 años y se está perdiendo a borbotones. En el último año, decenas de pinos carrascos, sobre todo, en el cabezo de Buenavista han sido talados. Es incompatible un arbolado propio de estos lugares, como pino piñonero o pino carrasco, con la formación de césped. ¿Por qué? Porque el césped necesita muchísima agua. El pino carrasco, de por sí, desarrolla un sistema radicular muy en superficie, pero si encuentra una zona muy regada, todavía más, con lo que, con el viento, en condiciones climáticas un poco adversas, se caen. Es lo que está ocurriendo. Por tanto, hay que elegir: o elegimos césped sin nada de arbolado o apostamos por ese arbolado en esas zonas del Cabezo de Buenavista, en la parte baja alrededor del Paseo de los Bearneses y otras zonas del parque grande. Por otra parte, criticamos también que tiene que haber naturalidad. Eso significa que crecen herbáceas, que desarrollan flores en primavera, que acuden insectos… es decir, hay unas fases asociadas a la naturalidad del medio que las formas paisajísticas no recrean. Teníamos toda la ladera que baja del Cabezo hasta la parte baja del parque con herbáceas, con vegetación de matorral bajo. Lo que se ha hecho es roturar todo eso; tiene un coste elevadísimo, pero además no tiene ningún sentido quitar esa naturalidad. Los planes del Parque Grande que pretenden artificializarlo con zonas de adiestramiento de perros, zonas deportivas… no lo vemos muy adecuado. Anteriormente, hace 50 años, se aplicaron criterios ciclistas, se pensaba en las motos... todo eso se eliminó. Ahora se recrean con otras cosas que no creemos que favorezca la naturalidad que necesita el parque.
¿Qué más propondría para Zaragoza?
Recuperar la huerta, que es una de las más importantes entre las ciudades españolas. Se han desarrollado zonas urbanísticas, pero aún nos quedan 12.000 hectáreas. Lo que pasa es que se dedican a un monocultivo prácticamente, que es la alfalfa. Apenas tenemos productos hortícolas que nos sirvan para alimentar a la ciudad. Entonces, estas zonas son muy importantes para que en los linderos se desarrollen líneas de arbolado, para complementar estas ideas de re vegetación que la ciudad necesita. Sin embargo, nos hemos quedado sin hortelanos, no tenemos apenas agricultores en el término municipal, y reclamamos, para empezar, que se cree una figura que ya está contemplada en el plan general de la ciudad: el parque agrícola de Las Fuentes. También habría que recuperar el plan director de la infraestructura verde. Su elaboración llevó cuatro años en el anterior mandato, con la participación de cantidad de servicios municipales y colectivos sociales. Fue apoyado por un programa LIFE europeo y lo que se plantean sistemas que coordinan los corredores biológicos, es decir, que las diferentes entidades naturales estén relacionadas, para ser caminos de relación de la flora y de la fauna que pueda existir en el medio de la ciudad. De esto se hace caso omiso y todo ese trabajo, de alguna manera, no sirve para nada. ¿Para qué nos sirve hacer esos esfuerzos, tener apoyo económico de la Unión Europea y que luego eso esté totalmente olvidado?