“No se detecta a todos los alumnos con altas capacidades”

El profesor de la Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación de Huesca Alberto Quílez (Alcañiz, 1982) ha dirigido durante cuatro años el proyecto “Aula de desarrollo de capacidades”, que ahora ha obtenido el Premio a la Excelencia Educativa para Alumnado Superdotado y con Altas Capacidades de 2021. El proyecto se ha desarrollado con el alumnado del colegio Corazonistas Moncayo de Zaragoza. 

¿En qué consiste el proyecto premiado con el Premio a la Excelencia Educativa para Alumnado Superdotado y con Altas Capacidades de 2021?

Es un proyecto dedicado a alumnos con altas capacidades, es decir, alumnos que destacan en uno o en varios talentos. El proyecto se centra contenidos de las áreas de matemáticas y lengua, para tratar otros contenidos educativos de forma transversal como las tecnologías de la información y la comunicación, ciencias sociales o naturales, artísticos... pero el hilo conductor son las matemáticas y el lenguaje. ¿Qué es lo que hacemos? Juntamos en un aula una vez por semana en Primaria y dos por semana en Secundaria a alumnos que, mediante la labor y el trabajo del departamento de orientación, han sido detectados como alumnos de altas capacidades. Ahí desarrollan una serie de tareas distintas a las de clase, tanto en contenido como metodología. En contenido, porque realizamos un enriquecimiento curricular, una profundización de contenidos. Y en metodología, porque realmente se trabaja de forma muy natural: es un trabajo por proyectos, por investigación, colaborativo... Es un proyecto diferente a un aula ordinaria.

¿Se está detectando correctamente a estos alumnos?

No. En España hay un problema: se cree que la ratio de alumnos que debería tener cada uno de los orientadores educativos está entre 250 y 300. En la actualidad, cada orientador es responsable de más de 1.000 alumnos. Esto dificulta mucho trabajo, incluida la evaluación psicopedagógica de este tipo de alumnado. Por lo tanto, a día de hoy, podemos decir que no se están identificando todos los alumnos que podrían estar dentro de estas características.

A los que sí se identifica, ¿por qué se les detecta?

Tradicionalmente, se ha tenido en cuenta principalmente el coeficiente intelectual, con esas pruebas de inteligencia que medían de alguna manera aspectos más tradicionales, como el razonamiento, el desarrollo lingüístico o la capacidad de abstracción. Sin embargo, hoy en día también nos fijamos en aspectos relacionados con la creatividad y con la regulación emocional. Por tanto, ya no hay una evaluación basada sólo en aspectos intelectuales y de habilidades cognitivas, sino que también tenemos en cuenta la regulación emocional y la creatividad, al igual que la motivación y la autoestima. Por otro lado, sin recurrir a las pruebas o si estamos en una primera fase inicial en la que el profesor o la familia tiene cierta sospecha, hay algunas cosas que podemos ver en estos niños y nos dan pistas: un desarrollo del lenguaje prematuro y con un nivel muy alto, intereses y conductas algo diferentes a las del resto, incluso cierto desfase entre la madurez cognitiva y la madurez emocional. El camino sería la observación y la comunicación entre la escuela y los padres. Y, una vez que se recogen ciertas informaciones a través de la observación en casa y en el colegio, habría que recurrir a los servicios de orientación del colegio para la evaluación psicopedagógica.

¿Por qué no se detecta al resto de estos alumnos?

Básicamente, por falta de medios. Hay que reconocer que es muy difícil que, por observar algo en casa, te dirijas al colegio y el servicio de orientación esté en buena situación como para poder realizar una evaluación inmediata. Como decía antes, los orientadores están desbordados. La verdad es que los medios de detección no son todo lo buenos que deberían ser y los medios para actuar, tampoco.

En todo caso, ¿su proyecto se podría aplicar, en general, en los colegios públicos?

Sí, desde luego. Nosotros no contamos con más dotación horaria dedicada al apoyo educativo que los demás centros. Lo que pasa es que desde nuestro centro ese horario de apoyo sí se ha destinado de verdad a cubrir la atención a la diversidad, lo que nos permite hacer proyectos para alumnos con altas capacidades, pero también proyectos destinados a otro tipo de alumno que necesita apoyo educativo.

¿Qué sería novedoso en su proyecto con respecto a los programas que ya se están aplicando ahora?

En nuestra propuesta apostamos por un desarrollo de las capacidades, no estamos tan centrados en el aspecto curricular. Es decir, nosotros llevamos a cabo el currículo porque, evidentemente, la ley marca el contenido que debe aprender un niño. Pero, nosotros enriquecemos ese currículo y profundizamos, con lo que estamos adaptando ese contenido a la exigencia del propio alumno. También realizamos unas programaciones didácticas flexibles y comunes a todos los cursos. Es decir, el niño de 8 años tiene la misma programación didáctica que el de 14. Lo que observamos año a año es que, a través del aprendizaje de contenidos, resuelven los problemas que resolvían con 8 años de diferente manera en cada edad. Es lo que nosotros llamamos adecuación de respuesta: poco a poco, a través del desarrollo, la madurez, la mejora de sus capacidades y también la adquisición de contenido, que es todo lo que entraría dentro de un proceso de enseñanza y aprendizaje, la capacidad de resolver problemas se vuelve cada vez más fina, más exquisita.

¿Qué problemas pueden surgir en niños o niñas con altas capacidades que no se detecten?

Hay casos y casos. Tener altas capacidades no quiere decir que ese alumno vaya a sacar sobresalientes. No lo implica, no es así. A partir de ahí, hay muchos perfiles diferentes. Incluso se pueden dar casos de doble excepcionalidad: que no sólo tienen un perfil por el que se les debería dar una atención educativa, sino que las altas capacidades las combinan con otro perfil que también les llevaría a recibir apoyo educativo. Entonces, todos los perfiles son muy diferentes. Si no les atiende, puede haber problemas de conducta, fracaso escolar, incluso que ese desfase entre el aspecto cognitivo y el emocional derive en ciertos problemas psicológicos. De alguna manera, estamos hablando de que, a futuro, si no son atendidos como se debe, no todos, pero gran parte de ellos pueden presentar problemas, no sólo académicos, sino a nivel personal.

Una vez identificados estos alumnos, ¿actualmente se les está atendiendo bien, a pesar de la sobre carga de los orientadores?

El problema no son sólo los orientadores, sino también las horas de apoyo con las que contamos. Puedes tener 30 horas, con 3 niños con altas capacidades, pero a 20 más que también necesitan apoyo educativo por otras cuestiones. Entonces, el profesor se ve en la encrucijada de decidir cuántas horas dedica a unos y otros. Si coges como reflejo un esquema de campana, los de altas capacidades están a la derecha de la campana y el resto están a la izquierda. Entonces, se entiende que los alumnos con más vulnerabilidad son los que están a la izquierda y, a menudo, si se da a elegir a los maestros, se centran en apoyar a los más vulnerables. Hay varios problemas, por tanto. Empiezan con la detección, pero continúan después con la capacidad que tienen los centros para actuar.