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La Olla Solidaria: la red de apoyo vecinal a los necesitados en Zaragoza que sobrevive al cierre del Luis Buñuel

“Somos simplemente un grupo de voluntarios que queremos ayudar a los demás”. Así define al colectivo de la Olla Solidaria su organizadora, María Zambrano. Tras el cierre hace año y medio por parte del Ayuntamiento de Zaragoza, presidido entonces por Jorge Azcón (PP), de las actividades que se realizaban en el Centro Social Comunitario Luis Buñuel y su desalojo -un “exilio”, como mencionan de forma recurrente-, más de 150 personas en precariedad se siguen atendiendo con comida y ropa cada sábado en el Casco Histórico de Zaragoza. Su realidad depende de la gestión de voluntarios, personas comprometidas con que siga en pie el servicio.

La Olla Solidaria es una labor social que surgió a raíz de la pandemia del covid como una iniciativa para ofrecer comida preparada a los sintecho. Fueron vecinos de la zona del Gancho y voluntarios del CSC Luis Buñuel quienes en el verano del 2020 se unieron mano a mano para darle vida a este proyecto altruista. Con él se garantiza que, cada sábado, personas vulnerables puedan echarse a la boca algo caliente o frío según la estación del año, siempre preparado con esmero y dedicación, cuentan los organizadores.

Así se constituyó un colectivo de casi 15 voluntarios a día de hoy. En este grupo resalta la diversidad de etnias, de todos los lugares del mundo: colombianos, cubanos, argelinos, marroquíes, ingleses, peruanos, venezolanos y, por supuesto, también españoles. Más allá de idiomas, religiones o costumbres, se consolidan como una familia a una sola voz: la de ayudar a los más necesitados.

Hay que recordar que el Gancho, o San Pablo, es uno de los barrios más complejos de Zaragoza. Su población es heterogénea, predomina la presencia de extranjeros, la renta es baja, hay un elevado número de hogares unipersonales y un importante nivel de asociacionismo, según datos del Observatorio Urbano Ebrópolis. Este último rasgo se manifiesta en una tasa superior a la media municipal, con más de 380 asociaciones, de las cuales sobresalen las culturales y las de carácter social y voluntariado civil, que son mayoría con al menos 209.

La organizadora de la Olla explica que llegar hasta aquí no ha sido tarea fácil: “En el caos de la pandemia se crearon redes de apoyo pero no llegaban a todos los necesitados, ni siquiera las asistentas sociales. Entonces vimos la necesidad de apoyar a aquellas personas invisibles en las que no se pensaba: los que viven en la calle, los que no tienen papeles, los que tienen problemas psicológicos, de alcoholismo, de drogadicción o los que no llegan a fin de mes. Comenzamos suministrándoles mascarillas a los sintecho, después un plato de comida por los parques. Al principio nos costó ganarnos su confianza, pero luego nos aceptaron y luego ya venían a hacer la fila y recoger también ropa, zapatos y mantas”.

Los productos que se ofrecen desde la Olla son donaciones que en un principio provenían de los comerciantes del barrio. Por ejemplo, Pili, del taller la Oca Loca, les regalaba mascarillas; desde el Bonárea, Sandra les permitía recoger leche y productos no perecederos, algo que se sigue haciendo; desde el Mercado Central, Javi y Silvia u otros puestos les daban frutas y verduras para hacer las comidas; la panadería Blansi y otra de la calle de San Blas le aportaban el pan.

“Lo que sucedió fue una red, una red de apoyo de los vecinos del barrio”

En la actualidad, Mercazaragoza dona a través de la asociación Solidariaonline las verduras de su excedente para que no se tiren a la basura. De forma altruista, Carmelo, un voluntario con camioneta, las trae.  Además, destaca su fundadora, “desde hace dos años todos los puestos del mercado agroecológico que ponen los sábados en la plaza del Pilar nos donan verduras también”. En cada jornada voluntaria, además de la comida elaborada, se reparte las verduras que no se utilizan en la preparación, y así se aprovecha todo, no se pierde nada.

Mirian Ávila, la voluntaria de más antigüedad, dice que ella participa porque es una “noble causa humanitaria”. Insiste que hay mucha gente que tiene necesidad, tanto emigrantes que acaban de llegar buscando un mejor futuro, como los que viven en la calle u otros que están en sus casas que no llegan a fin de mes. Aunque tiene trabajo, siempre hace el esfuerzo de acudir a ayudar. Con respecto a sus compañeros, cuenta que prima el respeto, la organización y el buen rollo. 

Por su parte, Zambrano destaca “la responsabilidad y el sacrificio” de ese pequeño grupo que salió del Buñuel y de las personas nuevas que vienen a ayudar. Ellos dedican sus fines de semana a esta actividad.

La Olla no sólo reparte comida, sino también ropa. Desde el ropero solidario de Zuera, le realizan importantes donaciones, los vecinos del barrio y en ocasiones hasta los propios voluntarios. Desde otros barrios como Torrero también se reciben donativos de ropa. 

Para este colectivo fue un duro golpe que los sacaran del centro donde comenzaron, el CSC Luis Buñuel en la Plaza Santo Domingo, en la madrugada del 8 de febrero de 2023. Según los activistas, el Ayuntamiento del PP alegó que se necesitaba ese edificio para convertirlo en un centro de mayores como centro cívico, a pesar de que en esa zona hay varios sitios para el adulto mayor como la Casa Amparo y el Centro de día de la calle San Blas.

Hoy en día, gracias a la acogida de la Asociación Vecinal Lanuza, este voluntariado comunitario sigue en pie. Las personas vulnerables, sobre todo aquellos que viven en la calle, los que aún no tienen documentación para trabajar o simplemente aquellos que en algún momento no han podido llegar a fin de mes en este barrio tienen un pequeño aliciente cada semana.