Presentación se sonríe al recordarlo: “En el primer parto, estaba sola en casa; estaban todos vendimiando menos mi madre, que estaba enferma. Puse un puchero a calentar con agua, preparé la cama y me puse todo lo que me dijo mi madre. Cuando me venían las agarradas, pegué en el cristal que daba a la calle, donde estaban las vecinas haciendo media, y al verme colorada echaron a correr imaginando que estaba de parto. Entonces llamamos al médico”. Este es uno de los testimonios del audiovisual Parir en el pueblo antes de 1970. Relato de mujeres de Lécera, un trabajo de la periodista Elisabeth López Orduna que trata de recuperar la memoria de aquel momento trascendental que se despachaba como “cosas de mujeres”.
López Orduna ha recogido el testimonio de siete mujeres de su pueblo, Lécera, en Zaragoza, en un proyecto que, acompañado de una charla, está difundiendo en diversos puntos de la geografía aragonesa. “La idea surge de la convivencia diaria con mi madre. Ella me tuvo muy mayor para la época, con 42 años, y venía de una España en la que no tenían nada, frente a mi generación, que hemos disfrutado de muchas oportunidades. Me llevó a pensar que ahora, como mujer, tengo acceso a médicos, información, anticonceptivos... Entonces se enteraban de que estaban embarazadas porque dejaban de tener la regla, y se enfrentaban a lo desconocido”.
La periodista contó con la suerte de haberse criado y vivir en Lécera, de manera que las puertas se abrieron con facilidad cuando preguntó por el tema: “Lo narran con autenticidad y sentido de humor, sin ningún dramatismo, porque era lo que había”. Las siete mujeres que le explicaron sus historias coincidieron en destacar la falta de información con la que afrontaban la gestación. “Era un tema que, por el propio pudor que causaba, no se hablaba ni siquiera entre madres e hijas”. Así, si les faltaba la regla un mes, “¡uf!”, dos meses... “¡Madre mía! Ya hemos caído”.
Era entonces cuando acudían al médico, que confirmaba lo que ya sabían y, si no había sustos de por medio, no las volvía a ver hasta el día del parto. Si eran primerizas, con 20 o 21 años, había más riesgo de que el parto se atascara...“. Aquello podía acabar bien, mal o muy mal: con el feto muerto, corriendo al hospital a Zaragoza, con graves desgarros, con episiotomías sin ningún control ni anestesia. ”Como aquello ya pasó, ahora lo cuentan con tranquilidad, pero tenía que ser tremendo“, reflexiona López Orduna. Como dice María, una de las protagonista del audiovisual: ”Hoy vivimos muy distinto, no tenemos nada que envidiar a los de la capital“.
Red de ayuda entre mujeres
El embarazo y el parto eran uno de los momentos clave en los que se ponía de manifiesto la red de ayuda que las mujeres rurales tejían para apoyarse mutuamente. “La nombran de forma muy sutil, pero está presente en todos los testimonios. Vecinas, hermanas, cuñadas, suegras... Curiosamente, quizás las madres, aunque las nombran, eran con las que la relación era más diferente en este momento. También aparece la figura de las madres de leche, en el caso de una de ellas, que tuvo que permanecer ingresada en Zaragoza dos meses tras el parto”.
Siempre hubo tiempos peores. La abuela de Presentación, que tuvo doce hijos, le explicaba que paría en la cuadra, en posición vertical, agarrándose a los palos del pesebre y preparando a sus pies un colchón mullido de paja cubierto de una sábana limpia, por si el bebé se le caía.
Los bebés, un día, dejaron de nacer en los pueblos, salvo aquellos impetuosos por ver la luz o los que, con connivencia administrativa, pueden lucir en sus DNI su localidad como lugar de nacimiento, en lugar de la ciudad en cuyo hospital en realidad llegaron al mundo. “Cuando se generaliza la Seguridad Social, los médicos y practicantes rurales dejan de atender partos y los derivan a los hospitales, porque existen los medios para desplazarse y se es consciente del riesgo que supone parir en una cama sin atención especializada”, indica López Orduna.
La periodista recuerda el escalofriante dato de que en 1939 murieron 3.000 mujeres en España por causas relacionadas con el parto y 17.000 críos, frente a la tasa actual de cinco mujeres fallecidas por cada 100.000 niños nacidos vivos, uno de los índices más bajos del mundo. López Orduna lamenta que lo que ahora es pasado aquí es todavía presente en muchos lugares del planeta: el 99% de las muertes maternas ocurre en países en desarrollo.