Natalia Salvo (Zaragoza, 1990) nos espera trabajando con la puerta de su despacho abierta. Al saludarla desde el pasillo, es inevitable pensar en que estamos muy poco acostumbrados a ver a mujeres de su edad en esas típicas mesas caoba flanqueadas por banderas oficiales. Tiene 25 años. Tampoco es habitual escuchar a alguien tan joven hablar con tanto aplomo.
¿Cuáles son las conclusiones del último estudio del Observatorio Aragonés de Violencia sobre la Mujer?
Lo más destacable es que constatamos que no hay ningún progreso: la violencia sigue en aumento, cada vez asesinan a más mujeres, recibimos más llamadas al 900 504 405... Tenemos que plantearnos incrementar mucho más las acciones para acabar con la violencia. Y también, abrir un debate sobre en qué estamos fallando como instituciones y como sociedad.
¿No es frustrante que, después de años de campañas, no se reduzcan las cifras de violencia machista?
Sí, lo que percibimos es que el grado de concienciación no es tan alto como debiera. Cuando asesinan a una mujer, hay gran conmoción el día que la asesinan. Pero una semana después ya no nos acordamos de que la han asesinado. O ya solo es la número equis de las asesinadas este año. Estamos hablando de que en España, cada año, asesinan a 100 mujeres solo por el hecho mismo de ser mujeres, porque hay hombres que las consideran inferiores y que creen que, a través de la violencia, pueden mantenerlas sumisas. Es toda una cosmovisión. Sin embargo, la violencia contra las mujeres no es ni normativa ni natural; muchas veces creo que la sociedad percibe que es algo que ha existido siempre y que no se puede erradicar. Nosotras creemos que la violencia machista responde a un sistema, que es el patriarcado, y a una ideología, que es el machismo. Y creemos que con igualdad y con concienciación, esto se puede derribar. Esta igualdad tiene que inculcarse desde las edades más tempranas, a través del sistema educativo: en los colegios y en los institutos hay que hacer una labor mucho más insistente; la igualdad no puede ser una asignatura “maría”, tiene que ser el eje troncal de todo el sistema educativo. Pero no hacemos nada si educamos desde la igualdad en las aulas y, al salir de clase, un niño lo único que percibe es una sociedad machista, una cultura machista, unos medios de comunicación machistas... Aunque las instituciones tenemos un papel clave, todos los ámbitos de la sociedad tienen que concienciar.
¿Es usted partidaria de modificar la ley nacional contra la violencia de genero?
Lo primero que digo es que me siento muy representada por la ley. Creo que fue una muy buena ley: ha recibido premios internacionales de la ONU, fue una de las primeras leyes que se pusieron en marcha sobre violencia machista, ha sido copiada por muchos países... Y creo que además ha hecho una cosa fundamental que también consiguió la ley del matrimonio igualitario, que es sacar a la luz una realidad que estaba invisibilizada. Ahora, diez años después, la mejor forma de mantener la ley es revisar qué puntos hay que reforzar porque funcionan bien y qué puntos hace falta mejorar.
¿Qué cuestiones son mejorables?
Creo que hay que ampliar el concepto de violencia machista, no podemos reducirlo al ámbito de una relación de pareja. Por ejemplo, la ley autonómica aragonesa contempla como violencia machista manifestaciones como la trata o la mutilación genital. Hace unos meses, hubo unas declaraciones escandalosas de la vicepresidenta del gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, que dijo que la agresión a una prostituta no se considera violencia de género. Es cierto que la ley no lo contempla, pero nosotras entendemos que sí es violencia machista. El concepto se tendría que ampliar a toda violencia ejercida contra las mujeres por el hecho mismo de ser mujeres. Además, creemos que hay que revisar todo lo que tiene que ver con el sistema judicial. Una mujer, cuando es víctima de violencia, ella es la maltratada, pero es ella la que se tiene que ir de su casa, la que se tiene que esconder para que no la asesinen y la que tiene que pasar por un periplo, un auténtico calvario, hasta que se dictamina una sentencia. Otro pilar a reforzar sería el sistema educativo. La ley contempla ya que se tiene que trabajar en prevención pero habría que impulsar ese apartado mucho más. Se trata de que la igualdad sea un eje vertebrador en los planes de estudios, no solo acciones puntuales. Y por último, hace falta reponer todos los recursos que se han eliminado en estos últimos años.
¿Comparte, entonces, las críticas de las organizaciones feministas al gobierno central por los recortes en materia de género?
Es fundamental. Desde el feminismo, reclamamos un pacto de Estado porque la violencia machista es uno de los problemas más graves que tenemos hoy en España. Evidentemente, este pacto de Estado pasa por recuperar todas las partidas presupuestarias que se han perdido; no solo en violencia machista, sino también en políticas de igualdad.
¿Le llama la atención que este pacto de Estado no aparezca entre las “líneas rojas” de las que tanto se está hablando para la formación de un gobierno?
Sí, nosotras entendemos que la igualdad debería ser un eje central de las políticas. Y no solo desde organismos como un Instituto de la Mujer, que evidentemente está especializado en temas de género, sino desde todos los gobiernos autonómicos, municipales y central. Por ejemplo, no se deberían desarrollar políticas que no vayan acompañadas de un informe sobre el impacto sobre el género; es algo a lo que obliga la ley de igualdad efectiva entre hombres y mujeres. Percibimos que muchas veces, dentro de las propias administraciones, la igualdad se queda en el discurso, no se lleva a la práctica.
En los últimos años, en Aragón ha gobernado Luisa Fernanda Rudi, ¿también aplicó recortes a la lucha contra la violencia de género?
Hubo un recorte económico de casi el 20%, sumado al recorte del gobierno central. Pero además, no hubo en ningún momento un interés claro por las políticas de igualdad. El Instituto Aragonés de la Mujer quedó reducido a su mínima expresión. De hecho, lo que percibimos es que tenemos que hacer una campaña para dar a conocer que existe este organismo. Y fue un organismo que careció de ideología en todo momento: desde mi punto de vista, el Instituto Aragonés de la Mujer tienen que tener una ideología clara, que es el feminismo; yo no entiendo una política de igualdad que no vaya acompañada del feminismo. La desideologización de este instituto provocó que no adoptara una postura clara en asuntos tan importantes como la modificación de la ley del aborto. Otros Institutos, como el Instituto Andaluz de la Mujer, sí que tuvieron un posicionamiento en defensa de los derechos de las mujeres.
¿En qué se va a notar esa recuperación de la ideología feminista?
Nosotras nos fijamos una línea ideológica, que es el feminismo, y una línea estratégica asentada en varios pilares. Uno serían las campañas de concienciación y sensibilización; ya tenemos programadas para todos los meses de este 2016, de forma progresiva y constante. Otro pilar sería la formación: tanto de alumnado y profesorado, a través del convenio con Educación, como de profesionales que intervienen en los procesos de atención a las mujeres víctimas. Y nuestra pata troncal es la lucha contra la violencia machista, en todos sus ámbitos. Estamos trabajando en la modificación del protocolo de mutilación de Aragón, en un nuevo protocolo contra la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual y queremos reforzar los servicios de protección a mujeres víctimas de violencia machista. También queremos poner en marcha proyectos para ir llegando a todas las mujeres y a todo el territorio, como el proyecto Aflora.
¿En qué consiste ese proyecto Aflora?
Se puso en marcha en 2011, pero se había abandonado, a pesar de que había tenido unos resultados interesantes. Consiste en trabajar con grupos de mujeres presas en la cárcel de Zuera para que superen una situación de violencia a través del empoderamiento femenino y de la resiliencia. Siempre en clave positiva, se intenta reforzar la autoestima de las mujeres, revalorizarlas y dotarlas de las herramientas suficientes para que, cuando salgan de la cárcel, puedan desarrollarse con plenitud. Nos encontramos con que muchas de estas mujeres tienen una autoestima destrozada; además de en superar la violencia, se incide en la superación personal, en el empoderamiento de las mujeres. Los trabajadores sociales de la cárcel de Zuera están contentos de que lo hayamos recuperado y a mí, personalmente, es un proyecto que me gusta mucho.
Hablaba de intentar llegar a todo el territorio, ¿siguen detectando que es más difícil que las mujeres se decidan a denunciar en el medio rural?
Sí, es verdad que desde el medio rural se denuncia menos, pero ocurre en todos los ámbitos pequeños, donde la gente se conoce más: no es solo el medio rural, lo percibimos también en las ciudades de Huesca y de Teruel. En esos ámbitos, es mucho más difícil que una mujer dé el paso, porque durante mucho tiempo se ha entendido que la violencia machista era una asunto entre visillos, algo del ámbito privado que no debía trascender. Hemos iniciado ya unas charlas específicas con asociaciones de mujeres y con quien quiera asistir para hablarles de violencia machista, de políticas de igualdad y también explicar qué servicios tiene el Instituto Aragonés de la Mujer. Nos encontramos con que las asociaciones de mujeres nos transmiten muchas veces que no saben qué hacer cuando se encuentran con un caso de violencia.
Los datos sobre violencia machista también son muy preocupantes entre las parejas más jóvenes… ¿tienen previsto llevar a cabo alguna acción en este ámbito?
Constatamos es que cada vez vienen al Instituto chicas más jóvenes, que la juventud reproduce roles de machismo, de subordinación y de sumisión; que en algunos ámbitos hay un desprecio sistemático hacia las mujeres y hacia su propia condición de persona... Nos parece realmente preocupante. Una de las primeras medidas que pusimos en marcha fue un protocolo con Educación para llevar a cabo acciones para fomentar una educación basada en la igualdad y la no discriminación. Se han puesto en marcha varios talleres: de ciberacoso, de violencia de invisibles, el 'Educando en igualdad', dirigido a niños y niñas de primaria... También se está trabajando en la formación de mediadores y mediadoras dentro de los centros: son chavales adolescentes que se encargan de llevar sensibilización y concienciación a aulas de los institutos. Este proyecto de mediación no se había puesto en marcha en España, aunque tenemos constancia de que se ha trabajado en otros países de Europa y ha tenido unos resultados interesantes. Aquí, hay ya veinte institutos que tienen mediadores y mediadoras, chicos y chicas que han recibido una formación previa sobre igualdad y sobre violencia.
¿Le preocupa el ciberacoso a través de las nuevas tecnologías?
Sigue aumentando muchísimo porque es un campo muy amplio; es muy difícil poner límites a Internet y está al alcance de todo el mundo. Percibimos que, sobre todo, a través del WhatsApp, de Facebook y de Twitter, hay mucho control hacia tu pareja o personas de tu entorno. Pero lo que más nos preocupa es la normalización de ese control: chicos y chicas muy jóvenes, de 13, 14, 15 años, ven normal que su pareja les coja el móvil, opine sobre la ropa con la que van a salir... Preocupa que no vean algo raro en que se les controle. Es un tema en el que vamos a trabajar desde Educación, desde el Instituto de la Mujer y también desde el Instituto de la Juventud.
¿Qué piensa sobre la reeducación de los hombres maltratadores?
Me parece muy interesante todo lo que tiene que ver con las nuevas masculinidades y ese será uno de los conceptos de las ponencias y las charlas de las campañas que comentábamos. Cuando un chico se sale del rol tradicional de lo que se considera masculino también es objeto de una violencia que, en ocasiones, llega a unos extremos preocupantes. Aquí, en el Instituto Aragonés de la Mujer también tenemos el servicio Espacio, que trabaja con hombres que tienen conductas agresivas. A mí, más que la protección, lo que me parece más interesante es la prevención. Y, evidentemente, el tema de nuevas masculinidades me parece fundamental para este concepto de prevención.