La Psico Woman: “Hacer ahora talleres de educación sexual es un deporte de riesgo”
Aunque ya es andaluza de adopción, la Psico Woman tiene esta semana doble cita en su ciudad de nacimiento: Zaragoza. La psicóloga, sexóloga y terapeuta familiar Isa Duque (Zaragoza, 1985) participará el jueves en las jornadas “Resiliencias feministas” del LAAAB, el Laboratorio de Aragón (Gobierno) Abierto, para hablar sobre cómo fomentar los buenos hábito en redes sociales. Al día siguiente, el viernes, presentará su libro, Acercarse a la generación Z, en la librería el Centro de Historias.
Antes de nada, ¿cuál es exactamente la generación Z?
Todavía hay gente que me pregunta si esto existe. Aunque a veces los años varían, a mí me gusta decir que la generación Z comienza con los nacidos en el 94 porque es cuando se abre el primer navegador abierto en Internet y también porque es el año en que nace Justin Bieber, que de alguna manera simboliza a esta generación por cómo a través de su talento natural, subiendo un vídeo a la plataforma YouTube, llega a ser la persona más famosa del mundo. Me parece que es algo muy representativo de cómo entienden muchas cosas en esta generación.
¿Cuáles son los estereotipos más extendidos sobre esta generación Z?
Son los estereotipos que siempre hemos tenido sobre la juventud: los mismos desde Aristóteles, que ya decía que los jóvenes de entonces no tenían control, que estaban siempre de mal humor, que habían perdido el respeto a los mayores, no sabían lo que era la educación y carecían de toda moral. Además, lo que pasa con la generación Z es que, al nacer ya en un entorno digital, en la globalidad del entorno virtual, el adultismo que ha existido siempre se ha unido a una tecnofobia, el rechazo a lo tecnológico, y a una neofobia. Entonces, esto ha provocado que nos alejemos, que cojamos distancia. Es el concepto de orfandad digital, que consiste básicamente en que los de más edad nos hemos alejado mucho del mundo de los jóvenes y cuando lo utilizamos como podemos, los hacemos con prejuicios. Los jóvenes han tenido que entrar en ese mundo por su cuenta y esto crea un caldo de cultivo donde muchas veces los vemos como si fueran de otro planeta. En realidad, sus anhelos, sus miedos, sus deseos, sus necesidades son exactamente las mismas que cuando nosotras, nosotros, nosotres (sic) éramos adolescentes. Los estereotipos que más escucho son todo lo que tiene que ver con que son una generación mucho más machista que la anterior. Esto lo dicen incluso profesionales que se dedican a esto. En el libro hago un análisis de investigaciones y de datos actualizados; hay una revisión de todos los estudios sobre la juventud en la que, básicamente, llego a la conclusión de que esta generación es la que más rechaza el sexismo, con un 96%. Las violencias que reproducen en el marco de sus parejas o exparejas tienen que ver con una reproducción de modelos de lo que está pasando en la sociedad, en la gente de más edad. Sobre la violencia sexual, también hay que tener en cuenta que no es que ahora haya más, sino que ahora se denuncia, se detecta, la conocen. Las chicas se dan cuenta ahora de que están sufriendo maltrato psicológico; antes no se decía o no se sabía. Es muy importante que tengamos esto claro porque si asumimos que las tecnologías les están lavando el cerebro, que son más machistas que antes, que no tienen criterio ninguno... nos estamos creando una imagen que no tiene nada que ver con lo que luego me encuentro en las aulas cuando creamos un espacio para escucharlos.
¿Qué otros estereotipos hay sobre estos jóvenes?
Sobre los comportamientos de ocio y de consumo, revisando los datos, es la generación más sana. Esto tampoco nadie suele creérselo. En las últimas dos décadas, ha disminuido a la mitad el consumo de todo tipo de drogas: éxtasis, cocaína, alucinógenos y anfetaminas. También es una generación que nos da mil vueltas a los de más edad en todo lo que tiene que ver con aceptación de la diversidad. Incluso hay un dato muy interesante que aparece en el informe de INJUVE: el 90% de los, las y les (sic) jóvenes decían que habían cumplido en un 90% con todas las medidas impuestas por el coronavirus, aunque considerasen que algunas no fueran justas. Me pregunto si el 90% de la gente de más edad hemos cumplido incluso las medidas que consideramos injustas. Hablamos mucho de los jóvenes, pero me encantaría que hubiera comparativas de este tipo de encuestas con gente, por ejemplo, de 35 a 45 años.
Lo de que ahora sí hay información sexual disponible para los adolescentes, ¿también es un mito?
Sí, claro. Ahora estamos en un momento que un autor surcoreano, Byung-Chul Han, denomina “infodemia”, pandemia de la información. Hay muchísimo acceso a la información, pero en este acceso hay muchísima desinformación, con lo que más que querer que tengamos una información clara, objetiva y que nos lleve a sentirnos mejor con nosotres mismes (sic), lo que quiere esa información es que consumamos. Esto está en todas las áreas y todas las esferas, incluido todo lo que tiene que ver con la sexualidad, entendida en un sentido amplio. Por un lado, ya sabemos que el acceso al porno mainstream cada vez se hace desde edades más tempranas, incluso desde los 8 años. También sabemos que si googleas o buscas por ahí sobre las cosas que te preocupan, es necesario esforzarse por encontrar información de calidad, porque hay mucho clickbait, ciberanzuelos, fake news... Y algo que ocurre claramente en nuestro país es que la formación en los talleres de educación sexual integral ha tenido un retroceso brutal en la última década. Claro, con este escenario, estamos dejando la educación sexual en la red, en el entorno virtual.
¿Qué encuentran los jóvenes y adolescentes si buscan información sobre sexualidad en redes sociales?
Depende. Me impactó muchísimo un alumno al que había dado clase en un taller de educación sexual hace años. Por cierto, hace diez años yo hacía muchos talleres de educación sexual, pero ahora ya no hago porque está totalmente politizado, es un deporte de riesgo. Este chaval me escribió por Instagram y me empezó a decir que le dolía el cuello. Resulta que había realizado un cunnilingus, al día siguiente se había encontrado un síntoma físico, lo había puesto en Google y llevaba un año somatizando todo tipo de enfermedades, pensando que había pillado no sé qué... no tenía ningún sentido. Eso me marcó; pobre muchacho, llevaba un año pensando que le estaba pasando algo malo. Como nos han vendido la sexualidad como algo que forma parte de la intimidad, entre comillas, algo de lo que no se habla o que se hace con cierto postureo, no aireamos nuestros problemas, los vivimos en soledad y con muchísimo malestar. En Instagram, por ejemplo, sigo a mucha gente que genera contenido de psicología y sexología. Creo que la mayoría de las veces lo hacen con muy buena intención, pero están reproduciendo nuevos modelos de cómo tenemos que funcionar en la sexualidad, de manera que más que darnos libertad o capacidad para ser quienes queramos ser a nivel sexual, están creando nuevas cárceles.
¿Cómo se pueden fomentar buenos hábitos para evitar todo esto?
Si esto me lo preguntaran referentes, es decir, padres, madres... me gusta decir que hay incluso una campaña que dice que el mayor influencer de los hijos son los padres, las madres, los tutores... Lo más importante es que cada cual vaya haciendo su trabajito en esta área, porque en general todas las personas tenemos nuestra mochilita cargada de experiencias, miedos, mitos, situaciones incómodas que hemos vivido en torno a la sexualidad o a todo lo relacionado con nuestro cuerpo, con la vinculación amorosa... Entonces, lo primero es conocernos como referentes positivos y eso requiere que hagamos un trabajo personal activo. Y a nivel del sistema, reivindico una educación sexual integral, crítica, feminista y comunitaria. Todo el rato estamos haciendo educación sexual. Cuando voy a mi médico o médica de cabecera y tengo 14 años y le digo que creo que hay algo mal en mí porque tengo un pecho más grande que otro y llevo viviendo eso mal desde hace dos años y pensando que soy una marciana, que mi médica de cabecera me dijera que es algo completamente natural, que forma parte del desarrollo, que tenemos un pecho más grande que otro... todas las esferas educan. Sería interesante ponernos las pilas en todos los ejes de la sociedad. También estamos las personas que llevamos años formándonos en sexología y que podemos dar formaciones tanto a profesorado como a familias o alumnado, que pueden ser muy enriquecedoras.
¿Hay interés entre los adultos en crear esos buenos hábitos? ¿O más bien nos quedamos en la crítica o en la censura?
Sí veo interés, pero sobre todo veo que las familias tienen mucho miedo. Y no me extraña, porque como solo ven titulares que hablan de una sexualidad, de una forma de tener relaciones sexuales entre los jóvenes, de una forma de tener vínculos amorosos de los jóvenes... Luego eso no lo veo en las aulas. Leo titulares sobre una práctica que se ha puesto de moda y cuando les pregunto en las aulas, ni lo han escuchado. Pero, como estamos en este momento en el que las noticias que venden son las que conectan con el miedo o con la rabia... En los espacios con familias, sobre todo, acompaño sus miedos. Tienen muchísimo. Y el miedo es un problema, porque te inmoviliza, te paraliza. No te lleva a buscar vías, materiales o recursos de educación sexual para familias. Ese pensamiento de inmovilización, cuando sientes que una situación te supera, lleva a mirar para otro lado, criticar al de al lado y no asumir que esto es un problema colectivo.
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