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El recrecimiento de Yesa y el riesgo de que se pueda anegar Zaragoza: ¿posibilidad real o mera ficción?

Jorge Pueyo, diputado de Chunta Aragonesista dentro de la lista de Sumar en el Congreso, rescató la semana pasada una hipótesis que sigue resultando inquietante: la posibilidad de que un recrecimiento de embalse de Yesa, entre las comunidades de Aragón y Navarra, pueda convertirse “en una bomba de gran potencial destructivo” que alcance incluso a la ciudad de Zaragoza, a casi 150 kilómetros de distancia. En un nuevo escenario de emergencia climática y con el ejemplo de la DANA del 29 de octubre muy fresco en la memoria, el político y abogado reclama una revisión de las políticas para las grandes infraestructuras hidráulicas como aquella, que siempre ha estado acompañada por la polémica.

Para ello, citó el estudio del doctor en Mecánica de Fluidos y profesor de la Universidad de Zaragoza César González Cebollada. Extrapolados a Yesa, los 600 litros de agua por metro cuadrado que se registraron en puntos de la Comunitat Valenciana como Turís podrían provocar una rotura de la presa que anegaría por completo varias localidades de la ribera del Ebro y alcanzaría la capital aragonesa, según este experto. 300.000 personas, cerca de la mitad de sus habitantes, se verían afectadas y la lamina de agua tomaría una altura de hasta tres pisos, cinco en la Plaza del Pilar, expone González Cebollada. El vídeo de su canal de YouTube donde desarrolla esta teoría ha superado las 49.000 visitas. La Confederación Hidrográfica del Ebro censura el “alarmismo” de este tipo de estudios. ¿Es una posibilidad real? ¿Podría inundarse media Zaragoza?

El profesor afirma que Zaragoza, que se encuentra a orillas del río Ebro, cuenta con buena parte de su zona construida en años más recientes dentro del propio cauce de aguas altas del río, en lo denominado “llanura de inundación”, y esto acarrea un riesgo “evidente” por las crecidas naturales del Ebro. El embalse recrecido de Yesa representa, en este sentido, un “peligro” todavía mayor. En el caso de una rotura, “el pico de caudal se situaría en unos 45.000 metros cúbicos por segundo, 17 veces más que el de la crecida natural”. En su simulación, estima que el agua tardaría solo 13 horas en alcanzar Zaragoza, con una velocidad de hasta 30 kilómetros por hora que haría colapsar puentes y otras estructuras, y en algunas zonas de la ciudad llegaría a los diez metros de nivel.

Cebollada asegura que el 2,2% de las grandes presas construidas en el mundo antes de 1950, una de cada 45, ha padecido una rotura “catastrófica”. Además, “el cambio climático, con sus fenómenos extremos de precipitaciones y grandes avenidas en los ríos, está aumentando las posibilidades de la rotura de presa” en zonas como la península ibérica. González Cebollada asevera que en las presas levantadas con materiales sueltos como Yesa, lo que resulta más económico que el hormigón, la causa más común de rotura es el rebosamiento por coronación, seguida por los problemas causados por erosiones internas.

Un Yesa lleno de agua conllevaría un riesgo de rotura “por encima de la media” debido a que “presenta evidentes problemas de estabilidad en las laderas sobre la que se apoya la presa”, una obra que acumula retrasos y sobrecostes y que debería haberse terminado en 2005. Adjudicada en 2001 por 113 millones de euros, los gastos han superado ya los 500 y el umbral para su finalización se sitúa ahora en noviembre de 2027, según reconoce la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE).

Antonio Casas, profesor de Geodinámica de la Universidad de Zaragoza, considera que la propia naturaleza del proyecto es la que podría dar pie a una “catástrofe” y no tiene “muy clara” la posible solución. En caso de una avenida “importante”, el profesor piensa en un panorama incierto (“no sabemos qué pasaría”), y cree que “se está hablando poco de Sangüesa”, población navarra a unos 10 kilómetros de Yesa. “En 1787 fue arrasada por una riada y se ha vuelto a construir en el mismo sitio. La vulnerabilidad allí es muy alta”, asevera Casas.

“Cuando se hacen infraestructuras para controlar posibles inundaciones, a menudo se genera una falsa sensación de seguridad. Hay presas que soportan inundaciones y otras no, los riesgos son distintos según lo mal o bien construida que esté, y Yesa presenta un historial de debilidades de más de 20 años. Es problemática en sí misma”, resalta Casas sobre una situación en la que “todo el mundo está de acuerdo”: “Si no, no estaríamos esperando a que haya unas modificaciones previstas. Con los deslizamientos laterales a derecha e izquierda que ya se han registrado, tienes un problema para solucionar la salida de agua de las laderas y otro con los aliviaderos”.

En 2013, un deslizamiento en la ladera derecha del embalse debido a la gran acumulación de precipitaciones provocó una crisis que acabó con las urbanizaciones de Lasaitasuna y Mirador de Yesa, desalojadas primero y expropiadas después, y obligó a la CHE a desembolsar 25 millones para unas obras de urgencia. Entonces se registraron 115 litros por metro cuadrado.

La CHE sostiene que es seguro

El nivel máximo de llenado previsto del embalse es de 511 metros, con una capacidad para almacenar agua de 1.079 hectómetros cúbicos, casi 500 menos de lo previsto inicialmente con el fin de “reducir afecciones ambientales y patrimoniales”, apunta la CHE, y evitar así que se inundara el casco urbano de Sigüés (Zaragoza) en un caso extremo de desbordamiento que la CHE “no contempla actualmente”, indican fuentes de la Confederación. La capacidad actual es de 440 hectómetros cúbicos. El embalse recrecido ocupará 3.584 hectáreas de área máxima inundable.

La CHE sostiene que hoy día la ladera es “segura” y que, en suma, la presa de Yesa “cumple la legislación vigente, el plan de emergencia diseñado en su día y las normas de explotación”. Sí reconoce “una remota posibilidad de fallo”, para lo que se ha vehiculado ese plan de emergencia coordinado con los de actuación municipal y de cada comunidad autónoma. Este incluye el equipamiento para una sala de emergencia, la instalación de medios de comunicación de la presa con el centro de control de la CHE, Agencia Navarra de Emergencias, delegación de Gobierno, y otros puntos.

Establece asimismo líneas telefónicas convencionales y redundantes entre las administraciones implicadas y cinco sirenas situadas en la presa, en la estación de aforos, en la población cercana de Liédena, en el polígono de Sangüesa y en el casco urbano de esta última localidad. “La propia construcción de la presa constituye un peso adicional que contribuye a la mejora de la estabilización de la ladera”, si bien “este efecto favorable se ha despreciado en los cálculos y la ladera será autoestable independientemente del recrecimiento”, añade la CHE, que descarta así cualquier riesgo para las localidades de aguas abajo, incluida Zaragoza y censura el “alarmismo” de estudios como el de González Cebollada porque perjudican “el bienestar de la población y su desarrollo económico”.

El geólogo Valentín Ibarra y el doctor en geología Tomás Morales, por su parte, han realizado un estudio sobre la seguridad de las obras del recrecimiento de la presa, con especial atención a la ladera derecha, que les encargó el Ayuntamiento de Sangüesa. En su informe recomiendan que “no se procesa al llenado del recrecimiento” debido a que “ni siquiera en un escenario sin seísmos excepcionales queda garantizada la estabilidad de la ladera derecha y la seguridad de la presa”.

La asociación Río Aragón se ha opuesto al proyecto desde su origen y, tomando nota de lo ocurrido en Valencia, advierte de que “un embalse de Yesa recrecido y casi lleno, con unas precipitaciones similares a las que se han producido en Valencia y con unos aliviaderos de capacidad limitada que sólo podrían desalojar hasta 1.495 metros cúbicos por segundo como máximo”, generaría una situación muy peligrosa, como recogió Jorge Pueyo.

De ahí que exija “la puesta en marcha de medidas para paliar, si no evitar, algo similar en el futuro” alrededor de Yesa. Y “detener el irracional recrecimiento de Yesa, propio de un mundo que ya no existe. No aceptar que un nuevo mundo ha llegado para quedarse, en lo que al clima y la hidrología se refiere, es asegurar que mañana tengamos que lamentar desgracias” como la del pasado 29 de octubre.

El presidente de Aragón, Jorge Azcón, reclamó en su comparecencia a petición propia en las Cortes del pasado 14 de noviembre el desbloqueo del recrecimiento de Yesa para reducir de manera “exponencial” el impacto de las riadas en la cuenca del Ebro. Aseguró que “Yesa ha sido fundamental para que no haya habido catástrofes más importantes”, y considera vital “la construcción de nuevas obras hídricas que regulen los principales ríos”, además de acciones preventivas en los cauces, como su limpieza, para minimizar los daños por las crecidas.